Capítulo 127 (Alex)

207 9 0
                                    

Estiro los brazos al mismo tiempo que doy un largo bostezo y dejo caer la cabeza hacia atrás en el respaldo de la silla, que hay frente al escritorio de mi madre en su despacho.

Siento las piernas entumecidas de estar tanto tiempo sentado mientras solo la escucho hablar con un inversionista tras otro por el teléfono, los oídos me pitan y el dolor de cabeza es una irritante molestia que no me da tregua ni por un solo momento.

Me río con una mueca ladeada y golpeo levemente dos veces la nuca contra el respaldo.

—¿Vas a seguir así? —me reprocha mi madre. Cuelga el teléfono y me mira de arriba abajo.

—¿Y tú? ¿Vas a seguir haciendo como si no estuviera presente? —replico.

Ha estado más de veinte minutos al otro lado de su mesa revisando documentos, y por lo que veo no ha renunciado a trabajar en ellos todavía.

Tal vez, como siempre, lo hace así para poner un muro entre ambos y protegerse, para no enfrentarse a mi cara, tan parecida a la de mi hermano, o en este caso, a mí mismo.

«Es admirable», pienso. Después de aquella discusión en Londres, parece haberse recuperado bastante bien, su aspecto es el de una encomiable dama de sociedad.

Pensarlo solo me hace sentir más hastiado por todo lo que debo decirle.

Suspiro.

—Alex... —empieza a decir tensa.

—Veo que estás muy ocupada, mamá. —Señalo con un gesto de la barbilla su escritorio invadido por montañas de carpetas—. No quiero molestarte por más tiempo. Vendré en otro momento. Si me permites... —Comienzo a levantarme.

—Espera, hijo —me detiene.

Noto que una de las comisuras de su boca tiembla ligeramente por un instante en cuanto sus ojos se encuentran con los míos. Está nerviosa.

Es como si se debatiera entre continuar con su castigo o verme marchar.

—Alex, siéntate de nuevo, por favor.

Durante unos segundos, me quedo en la misma postura sin acabar de alzarme, hasta que la veo agarrar con más fuerza uno de los folios.

—Si lo pides tan amablemente...—contesto despacio con la mandíbula tensa, y hago lo que dice sin dejar de observarla, solo porque aún no me ha dado la oportunidad de hablar con ella en serio.

—Tranquilo, hijo, ya he avisado a mi secretaria para que cancele todas mis citas de hoy. —Sonríe y da una palmada que resuena en la sala con un casi inapreciable eco—. Por favor, ponte cómodo. Yo también necesito hablar contigo sobre tu prometedor futuro —informa con excesiva emoción.

De forma instintiva, repiqueteo con los dedos de mi mano derecha sobre una de mis rodillas y hago un par de círculos sobre ella. Al mismo tiempo, echo un fugaz vistazo al cielo nublado que se entrevé por la ventana: no creo que falte mucho para que se desate una tormenta.

—¿Prometedor futuro? —Me echo a reír intrigado por lo que tiene que decirme—. Adelante, te escucho.

Oigo como ella se aclara la garganta con inquietud.

—Gracias, hijo. —Hace una pausa breve y me mira, a pesar de que aún noto que eso le lleva un enorme esfuerzo—. Tu padre y yo hemos hecho planes pensando en ti —anuncia con una sonrisa amistosa de negocios.

—Me abruma tal honor, mamá.

Mi madre carraspea, y alcanza con una de las manos una carpeta de color negro.

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora