Capítulo 139 (Alex)

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Después de la increíble noche de ayer con Rebeca, esto es lo último que esperaba ahora...

Arrugo la nariz por el tufo. Acabo de entrar en la habitación de la residencia y, a pesar de que la puerta todavía está abierta, el olor es tan intenso que podría levantar a un muerto de su tumba por la impresión.

—Joder... Aquí huele a mierda —comento con brusquedad entre dientes.

—Yo diría que es el ambiente propicio para tirarse un pedo y que nadie lo note —replica Carlos con humor desde la entrada. Acaba de llegar, después de haberse desviado en nuestro camino por el pasillo para hacer una visita a Jess, pero parece que esta lo ha despedido pronto. Algo que últimamente ha estado ocurriendo con frecuencia.

—No me pongas a prueba, Carlos —le advierto en tono áspero, y echo un breve vistazo por el dormitorio hasta que descubro la fuente del mal. No obstante, antes de que pueda decir o hacer nada, la voz de Carlos resuena a mis espaldas con un rugido casi animal.

—¿Qué es ese puto montón de mierda que hay sobre mis Oxford? —exclama a voces. Se sitúa a mi lado y le observo por el rabillo del ojo con curiosidad. Se le ha puesto la cara hinchada como un puto tomate rojo y ya no queda ningún rasgo de humor en él—. La hostia... ¡Alex, míralo, tío! —dice lleno de incredulidad, y a continuación señala con las dos manos temblándole de furia la montaña de mierda que hay encima de sus mocasines negros sin estrenar, como si yo no fuera capaz de ver ya lo enorme y evidente que es sin hacerlo. Carlos se pasa las manos por los hombros, la nuca y la cabeza, y después se queda totalmente quieto—. ¿Eso es lo que creo que es? —pregunta sin molestarse en mirar en mi dirección.

Bajo la vista, pero la aparto rápido con un silbido.

—Una lástima —comento apenas sin poder contener la contracción de los músculos del cigomático mayor y el risorio de la cara, que producen la risa—. Unos zapatos así se merecían un entierro mucho más digno.

Carlos se carcajea, pero su risa no tiene nada de alegre.

—Cállate, capullo. Esto es un crimen imperdonable, joder... —Casi parece que va a llorar, no obstante, sé con seguridad que no lo hará—. Esto no va a quedar así, Alex, porque el único que va a terminar enterrado de verdad es el cabrón de la residencia que se ha pasado de graciosillo. En cuanto lo pille...

—Buscaremos una solución —respondo de manera práctica.

—¡Mierda! —gruñe Carlos.

—Sí, mierda —respondo muy despacio—. Eso es lo que es, Carlos —confirmo circunspecto, y le doy unas palmaditas compasivas en el hombro izquierdo.

Él apenas lo nota.

—¡Maldita sea! ¡El puto sueldo de un mes!

—No exageres, Carlos.

Él se vuelve hacia mí y me lanza una mirada asesina, lo que no ayuda en absoluto a que mi diversión disminuya, pero logro configurar una cara seria a tiempo.

—Si esto es otra puta broma de las tuyas, Alex...

Frunzo el ceño con disgusto. Hace tiempo que no gasto ninguna broma, y por otro lado ambos estamos demasiado agotados después de la larga y desesperante mañana de hoy como para andar con jueguecitos. Pero mis puños todavía piden sangre, y que Carlos me acuse, no ayuda mucho a mi estado de ánimo explosivo...

—La próxima vez que te quedes pedo, mira primero dónde sientas el culo, idiota, en lugar de echar la culpa a los demás —replico lleno de acritud. La última noche la he pasado en casa de Beca y no en el dormitorio de la residencia. Por lo que sé, no necesariamente debo de ir muy desencaminado.

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora