Capítulo 151

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Me despierto la primera, con un brazo de Alex rodeándome la cintura y su suave respiración haciéndome cosquillas en la nuca. Todas las articulaciones de mi cuerpo vibran y el cuerpo me cosquillea en determinadas zonas cuando empiezo a moverme.

Anoche regresamos a la habitación después de atacar el frigorífico de sus padres como un par de lobos hambrientos y, una hora después, quedamos abrazados el uno al otro en la cama gran parte de la mañana. Durante todo ese tiempo, cuando nos desvelábamos hacíamos el amor para acabar un rato después adormecidos aún con nuestros cuerpos unidos. En algunas de esas ocasiones, hablamos de cómo darnos más placer entre caricia y caricia, pero en ningún momento mencionamos nuestros verdaderos problemas. De algún modo, yo misma puse aquella barrera.

«¡Oh, sí, aquí está bien! ¡Dios mío, más abajo!¡Justo ahí, no te detengas!», pero nada de preguntas, Alex; nada de respuestas, Alex. En aquella intimidad que tanto necesitaba, no pude confesarle que anoche, obligada por aquellos dos hombres, tuve que revelar su verdadera identidad para salvar nuestras vidas. Pero eso no había sido todo, Iván también llegó justo en aquel momento y lo oyó.

Alex no ha hecho ningún comentario sobre lo que nos sucedió, pero sospecho que Iván ya debe de haber informado de todo a su padre.

Tengo que hablar cuanto antes de esto con Alex, pero hay algo más importante que he de solucionar todavía...

Paso por encima de Alex con mucho cuidado de no despertarlo, porque la cama está pegada hacia un lado de la pared. Una emoción de intensa ternura hace que durante unos segundos me demore en contemplarlo.

La luz del mediodía atraviesa la enorme ventana desde atrás, tallando cada sinuosidad de músculo y tendón masculino, y remarcando pequeñas cicatrices viejas, además de otras más recientes que la fina sábana de algodón no oculta.

Hasta ahora he tratado siempre de comprender a los demás y me he conformado con poco de las personas, pero anoche no fue así.

A falta del mío, recojo el móvil de Alex ubicado sobre la mesilla de noche de color blanco, como casi todo lo que hay en la habitación, excepto por los tonos grises y negros que equilibran la fría decoración. Tomo también mi ropa para dirigirme al baño. Una vez encerrada allí, me aseo rápidamente haciendo el menor ruido posible, me pongo de nuevo el vestido azul y me siento con las piernas cruzadas en el suelo sobre la alfombra de baño negra. Al instante, el calor debido a la calefacción radiante que emana de las pequeñas baldosas grises asciende por mis tobillos.

Mucho más cómoda, apoyo la espalda en la cara externa de la bañera. Todo este sitio sigue estando tan meticulosamente ordenado como la última vez que estuve aquí, con el aspecto práctico de una habitación muy masculina. Respiro hondo, el interior huele a Alex y a algo más que me hace pensar en ropa limpia y en hierba recién cortada.

Aliso un pliegue del vestido mientras examino las llamadas perdidas de Alex. Una de ellas es de Sara, su jefa, pero las últimas diez son de esta mañana y pertenecen a una persona que conozco muy bien.

—Mamá... —murmuro tensa.

Contengo el aliento durante unos segundos y luego reviso los mensajes. Hay muchos con diversas indicaciones, uno de ellos llama especialmente mi atención:«Prueba a comprarle a Beca café recién hecho en un envase reciclable. Siempre le gusta tomarlo de esta manera cuando está disgustada. Por favor, Alex, cuida bien de ella en mi lugar y también cuídate tú. Gracias por todo y... lo siento».

Este fue el mensaje que debió de enviar a Alex cuando nos detuvimos en aquella tienda china de comestibles ayer.

Me tapo los ojos con el reverso de la mano libre y echo la cabeza hacia atrás al mismo tiempo que tomo conciencia de cada palabra de Alex insistiendo muy firme en que bebiera aquel café, sentados dentro del Austin Martin: «Bébelo...», «Te hará bien, Beca. Solo pruébalo».

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora