Capítulo 147 (Alex)

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—¡Joder!

Todavía me cuesta mantener el equilibrio, pero enfoco la vista en la persona que tengo delante y solo entonces me relajo un poco. Me fijo primero en el cabello rubio ceniza y después en la mirada azul glaciar de sus ojos.

—Eso me dijeron que era en el hospital cuando naciste —dice mi padre y luego me lanza una mirada analítica de arriba abajo—. Estás horrible, hijo. Y bien... ¿Intentas convertir la cama en un ring? —pregunta jovial.

Un ligero tufillo a alcohol me llega a la nariz cuando habla. Con el pelo revuelto y la corbata desarreglada, tiene todo el aspecto de haber salido corriendo de alguna reunión de negocios celebrada en algún club exclusivo.

Dejo caer lentamente los brazos. Alguien se ha ocupado de vendar mi mano derecha, pero sigo solo con los pantalones puestos, lo que en cierta manera me da aspecto de boxeador. Agacho la cabeza en dirección a mis pies desnudos sobre un amasijo de edredón nórdico, y bajo de un salto del colchón. Con un rápido vistazo, enseguida entiendo que ya no estamos en el hotel, sino en la habitación que mis padres arreglaron para mí en su casa del centro.

Me huelo con disimulo. ¡Oh, mierda! Mi cuerpo desprende un olor raro a nenaza, como a aceite de lavanda, y siento la espalda demasiado rígida.

—¿Me has traído tú hasta aquí? —pregunto tras mirar alrededor y no ver a nadie más.

La cara de mi padre, por lo habitual inexpresiva, se crispa en una sonrisa de diversión.

—Bueno... ¿preferirías que te dijera que tú solo viniste a la casa de tus padres y te metiste en la cama?

—¿Y Beca? —inquiero muy serio—. ¿Dónde está?

La voz me sale hostil y se asemeja más a un animal furioso debido a la preocupación.

—La paciencia no es lo tuyo, ¿verdad? —replica mi padre con una mueca dura, pero en absoluto ofendido. Hace una larga inspiración—. Ella está bien —dice al fin—. Es una chica fuerte. Se ha mantenido a tu lado todo el tiempo. Y no quiso que despertáramos al servicio para ella. Solo hace un rato que se fue porque fuimos muy persistentes.

—¿Dónde...?

Me alarmo.

—Tranquilo, sigue aquí en la casa. Está en la cocina con Iván —responde. De inmediato, echo a caminar hacia la puerta—. Debes saber que ni tu madre ni yo provocamos esto.

Me detengo al escuchar aquellas palabras y lo miro un largo minuto. Ya no hay atisbo de humor en él.

Asiento con un casi movimiento imperceptible de cabeza.

—Lo sé —afirmo.

—Bien. —Él asiente de la misma manera ambigua y breve.

Ambos nos quedamos callados el tiempo suficiente para cubrir todas las palabras que no admitiremos ninguno frente al otro.

—Hay otra cosa más que debes saber, Alex. El comisario acaba de llamarme —informa mi padre en un tono formal, rompiendo el silencio. Se peina el pelo hacia atrás—. Es amigo mío desde hace años, y me ha asegurado que los dos hombres que intentaron secuestraros van a ser debidamente procesados por lo que os han hecho a ti y a Beca.

—Entonces fueron dos... —comento pensativo.

Habría jurado que había una persona más en el pasillo del hotel, aquella que me golpeó con el paraguas.

—¿Sucede algo, Alex?

Niego con un gesto.

—¿Han dicho por qué lo hicieron? —indago.

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora