Capítulo 56

362 19 0
                                    

Caigo rendida de agotamiento sobre la silla y entierro el rostro entre las manos mientras Marta, con mirada hambrienta, se acerca a la boca el batido que acabo de prepararle en La Abuelita.

—Estoy muerta —confieso sin apenas energía—. Dime, ¿para qué querías verme? —pregunto levantando la cabeza en su dirección.

Marta me sopla inesperadamente el precinto de su pajita en un ojo.

—Pero ¿qué mosca te ha picado, tía?—le suelto.

Me pongo a frotarme el ojo hasta que la sensación de escozor desaparece. En cuanto me recupero la fulmino con la mirada y ella me dedica un mohín infantil de rencor.

¿Está haciéndose la ofendida? ¡Fantástico!

—Después de todo lo que te ayudé con la ropa, y del plantón que le has dado esta mañana a mi hermano cuando le habías prometido ir a correr, ¿no vas a decirme nada sobre lo que ocurrió contigo y el playboy el otro día? —pregunta con un tono punzante.

Respiro profundo. Empiezo a entender por qué está tan enfadada.

—En realidad no acordé nada con Héctor. Y respecto a Alex, no hicimos eso que tú estás pensando ahora mismo —respondo impaciente mientras saco el móvil, esperando que Alex me haya mandado un mensaje.

En cuanto veo el icono con su nombre, corro a abrirlo de inmediato sin lograr contener la emoción. Parece que hoy vendrá a recogerme un poco más tarde.

—Venga, no bromees. Un tío buenorro al que le gustas se presenta en la puerta de tu casa cuando estás sola y tú quieres que crea que no ocurrió nada... ¿Quién en su sano juicio va a creerte? ¡Anda, no te lo guardes para ti! Te prometo que no voy a venderle la exclusiva a nadie —dice en un tono de tanta complicidad que me hace reír.

Extiende medio cuerpo sobre la mesa, se apoya en las palmas de las manos y se pone a estudiar atentamente mi rostro a tan solo unos centímetros.

Incómoda, guardo el teléfono y me echo hacia atrás todo lo que puedo en mi asiento—. En serio, tía, ¿de verdad que no hubo nada de nada? —insiste Marta mucho más alto.

Varios clientes se vuelven a observarnos con curiosidad.

La miro poniendo una sonrisa tensa.

—Mis hermanos estaban a punto de regresar a casa, y tú sabes que no duermo sola en mi habitación. ¿Sugieres que no debería haberme importado que una niña de cinco años me pillase en plena acción? —replico con los ojos en blanco.

—¡Oh, amiga! No te salgas por la tangente. Íbamos por la parte en la que me cuentas el polvo alucinante que has tenido.

«¿De verdad va a seguir insistiendo? Si vuelve a conseguir que ponga los ojos en blanco, juro que yo misma me los sacaré», pienso.

Resoplo para apartarme un mechón rebelde de la frente.

—Desgraciadamente para ti, no tengo ninguna exclusiva sexual que ofrecerte —contesto, dando por zanjada la conversación.

Siento que me pesa horrorosamente todo el cuerpo, y aún no he acabado mi turno.

—En fin, ¿dónde está Laura? —digo cambiando de tema.

—¿Tú que crees?

—¿Nuevo rollo? —pregunto.

—Querrás decir nuevo guiri, cielo. Laura tiene un detector natural para encontrarlos hasta en los sitios más raros.

—¿En los sitios más raros, dices? —me extraño.

—Lo siento, Beca, pero ahora mismo estoy demasiado deprimida como para contarte nada acerca de la vida íntima de otras personas.

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora