Capítulo 25

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Cuando llegamos a la puerta de mi edificio, nos quitamos los cascos a la vez.

—Buenas noches, Alex —le digo, queriendo llenar ese hueco de silencio que se ha instalado entre nosotros en el viaje de vuelta.

—Buenas noches, Beca —me contesta. Su expresión es indescifrable.

A punto de hechas a correr me paro en seco y me vuelvo, aunque sé que mi madre está esperándome arriba.

—¡Ay! Todavía tengo que devolverte las zapatillas —reconozco abochornada.

—No las necesito ahora, puedes dármelas otro día —contesta Alex.

Miro intranquila la hora en mi reloj.

—Vaya, es muy tarde...¡Me va a caer una bueno bronca!

Alex frunce el ceño. Giro la cabeza hacia ambos lados, todavía más nerviosa.

—Imagino que nos seguiremos viendo, ¿no? Ahora que mi mejor amiga Marta y tu amigo Carlos salen juntos... —argumento mientras araño con inquietud la correa de mi mochila—. O quizá no, ya que acaban de empezar y tal vez rompan —me corrijo enseguida—. Pero ¡qué estoy diciendo! No me hagas caso, es solo que yo no sé cómo actuar ahora que tú... que tú y yo...—Desvío la mirada—. He hablado demasiado. En fin, ya me marcho.

«La he fastidiado», me digo. «¿Por qué lo he hecho?». Antes de que pueda dar un nuevo paso, noto como Alex tira de la capucha de mi sudadera , obligándome a caminar ridículamente rápido hacia atrás hasta que choco contra él. Me quedo quieta. Alex desliza una mano por debajo de mi camiseta acaricia mi vientre y va subiendo hasta llegar muy cerca de mis pechos. Aguanto la respiración.

—Beca, todavía no hemos terminado. ¿Lo recuerdas? Tenemos un trato.

Con la punta de su nariz, traza un recorrido desde el nacimiento de mi pelo hasta el principio de mi coleta e inspira profundamente, produciéndome un sensual estremecimiento.

—Te mandare instrucciones para nuestra próxima cita. —Tira del puente de mi sujetador y yo, sobresaltada, expulsó todo el aire contenido—. No permitiré que te eches atrás.

Me suelta muy lentamente, tocándome apenas, y luego, cuando creo que todo ha terminado, me vuelve hacia él y me besa tiernamente. Se me pone la piel de gallina.

«Maldito arrogante», pienso con rabia.

—¿Qué pasa si no cumplo? No he firmado nada —le recuerdo con una sonrisa rebelde.

—Dulces sueños, mi musa —se despide, zanjando el asunto.

Enfadada, avanzo agrandes zancada hasta las puestas todo lo deprisa que puedo y saco las llaves. Poco antes de entrar, preocupada hecho un vistazo de refilón. Alex se ha quedado a esperar que esté dentro. No me cabe duda alguna de que él también piensa que Miguel podría regresar.

Enciendo las luces y no veo a nadie. Todo está en calma, así que me llevo una mano al corazón con alivio y subo por el ascensor.

Cuando llego a casa es ya bastante tarde. Mamá ha acostado a Natalia, y solo Víctor permanece despierto, estudiando en la cocina. Miro insegura por el pasillo. No creo que mi madre tarde mucho en aparecer.

—¡Hola, Víctor!  ¿Y mamá?

—En el baño. Lleva un rato espiando por la ventana a ver si venías —me advierte con voz cansada.

No es buena señal.

—¿Tienes examen? —pregunto mientras me dirijo hacia la nevera, fingiendo una calma que no siento.

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora