Capítulo 152

181 8 0
                                    

Me quedo petrificada.

La boca se me ha quedado seca y las palabras no me salen, pero no puedo seguir pensando, justo en ese mismo momento, somos interrumpidos por alguien que repiquetea sobre la puerta de la habitación.

Alex aprieta los labios.

Noto cómo su expresión contraída de rabia desaparece y es remplazada por una de cautela.

—Debe de ser mi padre —informa con rigidez.

Yo todavía sigo sin habla, demasiado espantada por la pregunta que acaba de hacerme.

—Alex... —lo freno en cuanto noto que se gira.

Él me lanza una mirada vacilante, pero de nuevo vuelven a llamar, distrayéndolo una vez más. Suspira disgustado con la frente arrugada y después echa a andar a largas zancadas hacia la puerta.

—¿Quién? —gruñe lo bastante alto para que quien sea que esté al otro lado del pasillo le oiga.

De algún modo, mis terminaciones nerviosas consiguen conectar las unas con las otras y salgo de mi estado de shock. Voy hasta Alex.

—Espera. Aún... —empiezo a decir y le tomo del hombro para que se detenga y no abra la puerta todavía, pero calculo mal y en lugar de agarrarlo a él tiro de su bata hacia atrás, justo al mismo tiempo que su padre entra en la habitación.

Al principio, Dmitry se nos queda mirando a ambos con cara de sorpresa y, después, como si acabara de sacar sus propias conclusiones de la escena, se remueve incómodo e incluso llega aruborizarse.

—Eh, mi musa... ¿Por qué no me dijiste que querías ponerte más romántica? —dice Alex con un deje de réplica detrás de sus palabras burlonas, y lanza una mirada significativa hacia mis manos, que todavía sostienen su bata.

Una oleada ardiente invade mis mejillas yestas se encienden como luces de semáforo. Suelto rápidamente la prenda de nuevo sobre los hombros de Alex, del mismo modo que si nada acabara de suceder y él no me hubiese hecho aquella pregunta tan extraña hace unos instantes.

Temo que haya querido burlarse de mí, pero entonces recuerdo la intensidad de su mirada y sé que no puede ser así.

—Lo siento, esperaré fuera a que terminéis —dice automáticamente Dmitry con cara impasible.

—Alex solo estaba bromeando —digo con una sonrisa amable para tranquilizarlo, aunque por dentro soy un mar de nervios.

—Lo cierto es que no —me contradice Alex sin molestarse en volver a colocarse la bata. Debajo solo lleva los bóxers ajustados, lo que no ayuda en absoluto a aclarar el malentendido—. Pero no es lo que te imaginas, papá. —Respiro aliviada, no obstante me he adelantado. Alex todavía no ha terminado de hablar—. A Beca le gusta quitarme primero la ropa antes de desvestirse ella. Eso es todo.

Le pego un codazo y Alex suelta un jadeo ronco.

Noto que está a punto de hacer otro comentario, y le tapo la boca.

—Lo siento, Dmitry. No hemos podido descansar demasiado —explico y trato de poner un matiz angustiado en mi voz.

Alex deja escapar el aire a través de mis dedos de tal modo que da a mis palabras otro sentido mucho menos decoroso. Aparto la mano.

Me aclaro la garganta y le miro ceñuda.

—No te molestes, Beca. Es mi hijo, sé como es. —Alex vuelve a reírse por lo bajo—. O al menos ahora lo conozco mejor —aclara imperturbable Dmitry—. Necesito que hablemos hoy, Alex. Te esperaré en mi estudio antes de comer —ordena de tal modo que no tenga opción a rechazarlo.

—Os dejaré solos para que habléis ahora, no es necesario que lo retraséis por mí —digo solícita y trato de pasar rápidamente inadvertida por delante de ellos dos, pero al instante Alex rodea mi muñeca y me atrae hacia él como si acabara de leerme la mente.

Mi cuerpo choca contra el suyo, sólido como una roca.

—Yo también tengo que hablar contigo, papá, pero tendrá que ser esta noche durante la cena, antes llevaré a Beca a su casa y daré una explicación de lo sucedido a su familia.

Noto cómo la tensión se refleja en la mano con que Alex rodea todavía mi muñeca y me quedo en silencio.

Una dura batalla de voluntades entre los Kirov se acaba de establecer, y siento que una marea de chispas eléctricas cubre el espacio que separa a los dos. Ambos son altos, guapos e irradian una gran fuerza.

—Está bien —concede despacio Dmitry sin apartar la mirada de su hijo. Lleva un conjunto de jugar al golf, completado por unos atrevidos pantalones a cuadros que él luce con la gracia y elegancia de un empresario de éxito, pero sus ojos son igual de avasalladores que los de Alex tras aquella superficie azul de hielo—. Iván os acompañará —anuncia, y añade en un tono mucho más serio—. Tened cuidado los dos.

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora