Capítulo 124

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Tengo los ojos tan apretados que comienzo a marearme. Junto las manos sobre mi rostro y dejo caer de forma repetida mi cabeza de adelante atrás en el respaldo del asiento del coche.

«¡Dios mío! Espero que Marta no vaya a hacer una locura por Carlos», pienso preocupada.

—Gracias por llevarme, Alex —agradezco en una voz queda. Por esta noche su turno de trabajo ha terminado; a pesar de ello, todavía tiene pendiente hablar con Sara, y ella no estaba precisamente de buen humor cuando la dejamos en el Florida Night. Noto un ramalazo profundo de culpa. Me sabe mal por él, aunque Alex no demuestre su preocupación por el tema—. Siento que cada día que pasa estoy más en deuda contigo. Buscaré el modo de compensarte por lo de hoy —prometo.

—Eso me gusta. Ya hablaremos de los intereses... —bromea Alex. Hace una pausa mientras adelanta al coche que tenemos delante y después gira a la derecha el Aston Martin—. ¿Estás segura de que Marta está en la azotea del Círculo de Bellas Artes? —pregunta en un tono grave.

La manera en la que lo dice es directa, sin rodeos, e intuyo que trata de hacerme hablar para distraerme.

—Creo que sí. Siempre que está preocupada acude a lugares altos para calmarse... Durante el verano del año pasado fuimos bastantes veces al Círculo de Bellas Artes a ver películas. Le encanta la azotea de allí, pero por si acaso Laura ha ido a mirar por otros sitios en los que hemos estado juntas antes. Xavi la acompañará —añado, y luego asiento, más que para Alex, para mí misma.

—¿Estás bien, Beca?

Respiro hondo, no quiero dejarme llevar por la preocupación todavía.

Noto como Alex busca mi mano derecha, entrelaza sus dedos con los míos y se lleva nuestros nudillos a la boca. Una calidez reconfortante se desliza por mi piel. Me obligo a sonreír.

—Estoy bien —respondo.

«No, no estoy bien», pienso.

Alex lanza un suspiro largo y sonoro.

—¡Eh, Beca! No he visto en toda mi vida a una mentirosa más mala y adorable cuando miente como tú —murmura en tono divertido.

Antes de que pueda responder a su comentario, veo el edificio del Círculo de Bellas Artes: «la ciudad en miniatura» del famoso arquitecto Palacios situada entre las concurridas calles Alcalá y Gran Vía de la capital, y exclamo llena de alivio:—¡Ya estamos!

El rostro de Alex se vuelve distante.

El corazón se me sacude por la tensión.

Aprieto los labios.

Ni siquiera espero a que Alex acabe de apagar el motor del Aston Martin y, de inmediato salgo apresurada hacia el exterior, casi tropezándome con los tacones de mis zapatos rojos.

Hay algo parecido a la magia cuando traspasas las puertas de cristal de la entrada, y se respira un cierto aire bohemio, casi parisino. Siento una inmensidad en el pecho similar a la que se percibe al entrar en los grandes templos, solo que aquí lo que se ofrece es rito a la cultura en su sentido más amplio de la palabra: a las artes plásticas, al vídeo y la imagen, a la fotografía y a la arquitectura y el diseño.

A pesar de que esta no es la primera vez que entro en el Círculo de Bellas Artes y he visto otras obras arquitectónicas tan altas como rascacielos mucho más impresionantes, su estructura, una clara referencia a los transatlánticos que proliferaban por aquella época, cuando se fundó en el siglo XIX, desprende algo especial que hace bombear más rápido la sangre por mis venas.

«Marta tiene que estar aquí», me digo convencida de ello.

Saco mi móvil del bolso y lo agarro con fuerza. Siento la presencia de ella por todas partes en este lugar, como si hubiera dejado una estela de su esencia a su paso.

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora