Capítulo 64

369 15 1
                                    

A medida que avanzamos por diferentes pasillos, cada vez más rápido y hacia algún lugar que desconozco, me invade una profunda inquietud.

Un escalofrío premonitorio me recorre el cuerpo cuando desvío la vista hasta sus dedos, que se agarran de los míos firmemente para evitar que escape.

Giramos por una esquina a la derecha y veo una puerta con un cartel que indica que es un baño para hombres.

Alex empuja la puerta. Instintivamente clavo los tacones en el suelo y pongo una mano en el marco: me resisto a dar un paso más y seguirle.

Echo un vistazo y descubro que hay un par de chicos dentro que deben de rondar nuestra edad. En ese momento, están terminando de abrocharse los pantalones.

Por suerte, ellos todavía no me han visto, en parte gracias a mi posición privilegiada justo delante de Alex, quien, situado en medio de la entrada, todavía me mantiene oculta.

Alex se muestra impasible y me reta con una gélida mirada que no puedo evitar ni ignorar.

—¡Oh, Dios mío! ¡Basta ya, Alex! Sabes muy bien que aquí no puedo entrar—mascullo entre dientes, muy nerviosa, mientras giro la cabeza de un lado a otro lado para no mirar. De nuevo, él vuelve a intentar meterme dentro.

Señalo la puerta con un dedo tembloroso e intento no pensar en lo cómico y surrealista de la situación.

—¿No has visto el dibujito? Este es un baño de tíos —afirmo más alterada, si cabe.

—¡Eh! ¿Qué hacéis ahí? —oigo que dice uno de los chicos. Acaba de percatarse de mi presencia y parece molesto. El otro está demasiado dormido como para añadir nada.

«¡Fantástico! Por si las cosas no podían empeorar...», pienso.

—Alex —le pido mientras tiro de él hacia fuera con una mirada asesina. Una curva llena de ironía se le forma a un lado de la boca—. Aquí no, por favor. Hay gente dentro —suplico con un tono más suave, dulcificando mi voz.

«¿Es que pretende castigarme por haber estado esquivándolo desde anoche?», me planteo.

—¿Dónde? —pregunta al final Alex moviendo los labios sin hacer ningún sonido.

«¿Está jugando conmigo?» No, casi puedo sentir el peligro como un aura oscura que le rodea. Habla en serio.

Me estremezco.

Pero ¿es que no le importa que aquel tipo pueda empezar una pelea? O lo que es peor, ¿no será él quien busca pelea?

Es obvio que me ha traído aquí de forma deliberada.

Me fijo muy alarmada en que Alex tiene un gesto terco y amenazante en la mirada que no me deja lugar a dudas.

«Dónde», pregunta; está exigiendo un «ahora mismo» o...

—Está bien, Alex. Tú ganas. Sígueme —contesto con resignación, y tiro de él en dirección a las primeras escaleras que encuentro.

Todavía es muy temprano para que haya más personas en esta zona, así que al menos espero que podamos tener algo de intimidad durante un rato.

Abro una de las puertas con brusquedad y él la sostiene para que ambos pasemos. Su amabilidad no me engaña: está disfrutando por haberse salido con la suya.

Como si anunciaran nuestra presencia, se oye un chasquido automático y las luces se encienden.

Conduzco a Alex hasta una fila de escalones grises y le obligo a subir detrás de mí. A continuación, compruebo que ahora sí que estamos completamente solos y que podemos hablar.

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora