Capítulo 74

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Trato de calmar los rebeldes latidos de mi corazón y me humedezco los labios resecos. Desde que me he subido al coche, un incómodo cosquilleo se ha instalado entre mis omoplatos.

Respiro hondo, y el aire acondicionado me pega con fuerza en la cara. Si esto sigue así, voy a coger un resfriado.

Como para confirmar mis pensamientos, me entra un ataque de estornudos.

—Vayu, baja el aire acondicionado, por favor —ordena Sofía sin desviar la atención de la pantalla de su móvil. Ha estado durante todo el camino enviando mensajes y haciendo llamadas, pero a diferencia de mí, parece bastante compuesta.

«¿De verdad ella es tía de Alex? ¿Cómo es posible que no muestre ni un atisbo de preocupación?», pienso.

Ahora se ha quitado las gafas y, tras colocárselas encima de la cabeza, toda su melena ha quedado desplazada hacia atrás. En conjunto, parece una mujer elegante, joven e inteligente, con gusto y estilo.

Entre tanto, sin hacer ningún comentario, el chófer cumple al instante la orden de Sofía de quitar el aire acondicionado.

—Gracias —murmuro sincera, pero Sofía no me responde; parece estar centrada en otras cosas.

Me muerdo la parte de dentro de una de las mejillas y decido mantenerme en silencio hasta que ella decida hablar.

Sin perder todavía la compostura, meto una mano en el bolsillo de mis vaqueros y empujo el móvil contra mi muslo.

De pronto, el teléfono de Sofía suena, y ella contesta con respuestas breves a todo. El volumen está demasiado bajo, lo que impide que pueda escuchar la conversación.

—¿Hay noticias de Alex? —pregunto en cuanto cuelga—. ¿Le ha sucedido algo? —inquiero con insistencia.

—Sí, se trataba de él. Solo ha sido un malentendido. Los hombres que has visto antes trabajan para mi hermana. No te preocupes, Rebeca —explica, sin darme más detalles.

Sus palabras son como un torbellino de emociones que logran revolverme el estómago y dejarme todavía peor.

«¿Los hombres de su hermana? Entonces, ¿por qué lo han tratado de esa manera tan siniestra?», reflexiono horrorizada.

—¿Cómo? ¿Cómo que solo ha sido un malentendido? Le han golpeado en la cabeza y lo han metido inconsciente en el coche. No lo entiendo, Sofía —procuro averiguar qué está ocurriendo sin alterarme demasiado, aunque por dentro siento que la sangre me hierve de pies a cabeza.

—Deja de preocuparte y cálmate, Rebeca —me ordena ella impaciente.

Lo intento, pero soy incapaz. Me clavo las uñas en las rodillas y la tela vaquera se me hunde en la piel.

—Al menos cuatro hombres han salido de un coche negro con las ventanillas tintadas y se han llevado a mi novio. Llamo a la policía y ellos ni siquiera se presentan. ¿Por qué debería calmarme? Tendrás que ser más clara conmigo y explicarme por qué a Alex loha secuestrado su propia madre. ¿Porqué lo ha hecho?

Sofía muestra una actitud contenida, casi fría. Parece molesta por cada pregunta que hago, pero yo estoy aún más molesta por cada pregunta que ella no me responde.

—No había otro modo de convencerlo para que fuera a casa de sus padres —comenta Sofía despacio mientras se pasa un mechón castaño por detrás de la oreja. El corazón me revolotea en el pecho al escucharla, pero todavía trato de comprender lo sucedido—. Ha sido por su bien. Ha estado descuidando su salud, entre otras muchas cosas de su vida. Ahora está descansando como es debido en su casa.—Sofía se queda callada; ni siquiera me mira.

Mariposas en tu EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora