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Al notarla, ahogue un suspiro y, justo en ese momento, se dio cuenta de lo que había pasado.

—Lo has visto, ¿verdad? —habla como si hubiera estado preparándose todo este rato para revelarse, como si no se hubiera ocultado tras una camiseta adrede, y en cierto modo me complace que lo haga, me contenta que confíe en mí para hacerlo.

No se molesta en colocarse su camiseta y se da vuelta para mirarme. Sus ojos están tristes y aprieta tanto la mandíbula que sus facciones se remarcan en un cuadro perfecto.

—No quiero preguntar —miento, pero sé cómo reacciona cuando me meto en algo delicado con respecto a su pasado y no quiero pelear de nuevo, menos ahora que estamos encadenados.

—Hazlo —clava sus ojos llenos de tormento en mí y toma mi mano—. Quiero contarte.

Me duele verlo tan vulnerable, como nunca antes, y aprieto su mano y me siento junto a él. Dudo un poco si preguntar, pero su agarre me dice que pide a gritos contar su historia de una vez y quiero ayudarlo al respecto.

—¿Qué... qué te pasó?

Toma un gran respiro y veo que le cuesta, pero de todas formas empieza a hablar.

—Siempre hablas de mi madre, odio hablar de ella porque no la recuerdo como tal —empieza y evita mirarme manteniendo la vista fija en sus dedos, que mueve nervioso, sin parar en ningún momento—. La recuerdo como una mujer a quien no le importaba ni un carajo y, que luego de que mi padre se fuera, llegó a casa con un estúpido vagabundo y borracho que cada vez que se enojaba se descargaba conmigo. La única persona que lo afrontaba era mi hermana. Ella fue el único apoyo incondicional que tuve alguna vez —sus ojos se llenan de agua y sorbetea su nariz, luchando contra la pena. No puedo evitar el quiebre de mi corazón.

—Un día el idiota bebió de más y después de haberse violado a mi madre se sintió mal y me culpó a mí —tomó un gran respiro y la rabia surgió en su voz. Era débil, amarga, pero rabia de todos modos—. Me culpó de ser el bastardo que lo inculcó a beber porque era miserable por hacer sentir mal a mi madre y un montón de brutalidades más que no pude digerir. Se acercó cuando estaba a punto de irme a dormir y con la varilla de la chimenea me golpeó en la cabeza y en las costillas. En ese momento mi madre llegó y lo echó de la casa, llamó a la policía y todo surgió por sí solo. Estuve inconsciente tres días en el hospital y aún recuerdo el color anaranjado de la ardiente vara. Yo... yo solo tenía seis años —su voz tambalea y un sollozo destaca en medio de sus palabras.

Mientras más avanza con su historia, menos puedo contenerme. Me ha dejado estupefacta y no reacciono de otra forma que llorando. Tengo la necesidad de abrazarlo con fuerza, aferrarlo a mí y trasmitirle que nada malo ocurrirá de aquí en adelante, que yo me encargaría feliz de eso, pero solo aprieto su mano con firmeza.

Que monstruo de persona, espero que aun este pudriéndose en la cárcel.

—Harry... Harry ¿le has contado esto a alguien? ¿es por eso que no te llevas bien con tu madre?

Se muerde el labio inferior y rápidamente se limpia la lágrima que rueda por su mejilla, tiene el ceño fruncido y se niega a quebrarse, por lo menos frente a mí. Se nota que más quieren salir, pero ni siquiera me dejó ver como la primera y única lágrima caía.

—Solo a mi hermana y no me la nombres por favor, creo que quedo clara la razón de porque la odio... y no es mi madre.

Odiar es una palabra muy fuerte, pero entiendo porque sigue con tal resentimiento hacia su madre. Por lo que me cuenta lo ayudó al final, era otra víctima bajo la manipulación de ese borracho, así que estoy segura de que hay algo más en esta historia que se ha guardado, pero no quiero aprovecharme de su estado y bombardearlo con preguntas, no puedo. Lo único que puedo hacer es apoyarlo y es lo que hago. No me interesa si rechaza el gesto esta vez, pero lo abrazo y, para mi sorpresa, el cede.

Me abraza sin escrúpulos y aprieta sus fuertes brazos contra mí, afirmándose débilmente sobre mi cuerpo. Su corazón late a un ritmo descontrolado e intento calmarlo acariciando su espalda con cariño, rozando con temor mis dedos cerca de su tatuaje, pero antes de llegar a él los retiro.

—¿Por qué has decidido contarme? —le susurro mientras mis labios acarician su hombro.

—Porque confió en ti.

Habla indefenso y noto sinceridad en sus palabras, cosa que provoca que mi corazón se acelere casi a la par con el de él.

—Pero tú me odias —digo riendo un poco, aunque pensar que lo hace no me causa gracia ni en lo más mínimo.

—Jamás podría hacerlo.

No me puedo creer que este sea el mismo Harry de hace apenas una hora. Denigrando y molestándome por Daniel, negando que le importo y que alguna vez le importaría y ahora me cuenta esta parte de su vida, esta difícil etapa que debe tener mucho que ver con lo que es ahora.

Harry fue destruido en su niñez y ahora busca como sea poder llenar el espacio en esas heridas. Solo que cada vez que lo intenta, termina abriéndolas mucho más, envolviéndose en un círculo vicioso en busca de recuperación y esa felicidad que aun no ha podido encontrar.

Odio verlo así de frágil como odio verlo siendo grosero e insoportable, pero esto sobrepasa todo lo demás.

—Podríamos ir a buscar a Liam y así puedes volver a tu cuarto y descansar tranquila.

—Si quieres —aun no suelta mis manos y habla despacio.

—No quiero —y honestamente, tampoco yo.

Lo veo con cariño y cierta fierecilla en mi enloquece por haber escuchado esas palabras, trato de contener la sonrisa que está por salir, pero no puedo, y se me queda mirando.

—Entonces me quedo.

FAULT [H.S.] MATUREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora