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A la mañana siguiente no estaba a mi lado. Se había marchado y dejado la cama tan impecable como Christina lo hizo antes de irse a casa de sus padres.

Ciertos gestos me hacen odiarlo y otros preguntarme qué pasa por su mente. Prefiero no partirme más la cabeza con su existencia y empezar preocuparme por la mía.

Fue amable una vez, lo sé, pero ¿qué pasa con todas las otras veces? ¿Por qué una noche debería cambiar todo? Aunque trate de enmendar las cosas con lindos gestos o llevándome a lugares, siempre lo hecha a perder después.

Intento distraerme, hago mi cama y ordeno la habitación. Me visto y peino, voy a comer y sigo con mi día normal. Aguanté como Mandy me interrogaba sobre lo que había ocurrido anoche de maravillas. Estudié un poco y tuve tiempo para pensar. La verdad, mi día resultó bastante bien. Incluso tuve tiempo de hablar con mis padres. Hace mucho no hablaba con ellos y aquella tarde al fin pude recibir una llamada.

—Te extrañamos mucho. Tu padre me dijo que iba a tratar de comunicarse después contigo —escuchaba como mi madre hablaba con ternura del otro lado de la línea.

—También yo. Me hubiera gustado hablar con él, pero sigue con su brillante idea de no hablarme hasta que vuelva a pisar el país —se ríe al recordar la ridícula promesa de mi padre.

—Sí, es un bobo —bromea y su risa me alegra el día—. ¿Te ha gustado allá? ¿cómo son contigo?

—Mamá, ¡Londres es increíble! Definitivamente tienes que venir. Va todo bien... la mayoría son geniales —quiero hablarle de Harry, pero no quiero que mi madre piense que, por culpa de un solo chico, mi estadía aquí no sea tan buena como le hago creer.

—Me alegra oír eso, me tranquiliza.

Como no escucho nada mas de ella, tengo que armarme de valor para preguntar lo siguiente. Sé que ella no lo hará.

—¿Cómo esta Tomás?

Un nudo se me forma en el estómago y se me seca la garganta cuando pregunto por él. Lo más difícil fue irme cuando mi hermanito, de apenas seis años, se despedía de mi con ojos llorosos en el aeropuerto.

No oigo nada más que el repiquetear de un lápiz contra la mesa. Se queda tan callada que ni siquiera escucho su respiración, me pone los pelos de punta. Hasta que suspira y por fin da señales de vida.

—Hoy recibió los resultados de su examen...

Con todo esto del viaje y adaptarme a lo que es Inglaterra, había olvidado que Tomy esperaba los resultados hoy. Odio pensar en el sacrificio que hicieron mis padres al enviarme a este intercambio cuando ya cubren suficientes gastos con su enfermedad. La insuficiencia renal que lo acompleja es cada vez más grave, y si no se hubiera operado hace poco, quizás no... no quiero ni mencionarlo.

—Emma, ¿estás ahí? —pregunta, despertándome de mi trance.

—Sí, sí, aquí estoy... ¿qué dicen? ¿cómo le fue? —respira más calmada y continúa.

—Todo bien, han salido bien y le estiman una mejoría absoluta —estoy tan feliz, que unas lágrimas se asoman brillantes en mis ojos—. El muy fresco no quería irse del hospital porque decía que su nueva enfermera siempre traía nuevas películas para él y que le gustaba que le llevaran globos y regalos al cuarto, ¿puedes creerlo? Es un pequeño de seis años y ya manipula —habla contenta, tranquila de que mi hermano, a pesar de todo por lo que está pasando, aun sea el niño feliz de siempre. Yo me río aliviada por toda la situación—. Ahora mismo está en el hospital para un control y no deja de hablarle a la enfermera.

FAULT [H.S.] MATUREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora