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Harry

Estos idiotas no tienen ni el menor conocimiento de respeto al prójimo. Me han doblado los huesos como si fueran de goma y cuando me han metido al coche a la fuerza ni siquiera se han fijado en lo bajo del techo; por lo brutos que son me golpeé en la frente y caí hecho un ovillo en los asientos traseros de la patrulla. Para colmo, ni siquiera encendieron las sirenas. Policías de mentira.

Durante todo el viaje a la comisaria estuve obligado a escuchar a Natasha Bedingfield y a su maldito bolsillo lleno de putos rayos de sol, sin contar que los guardias al mando conocían la letra completa y me producían más dolor de cabeza.

Espero todo esto haya valido la pena, que por lo menos Emma me haya escuchado y que el mensaje cumpliera su efecto. Subirme a un escenario para llamar la atención de una chica jamás, y lo dijo enserio, JAMÁS se me pasó por la cabeza, en TODA mi puta vida... hasta ayer. No sé qué poder tiene sobre mí ni como controla mi cabeza que ni siquiera tengo que pensarlo dos veces para cometer ciertos actos, a realizar lo que sea por ella.

Lo único que si sé, es que si esto no funcionó, no será mi último intento.

Para cuando llego a la comisaria, me sacan del coche de la misma forma que me introdujeron en él, nada de escrupulosidad ante el buen ciudadano, ni al pobre diablo con el corazón roto. Me llevan a una celda y me quitan el teléfono celular y me dejan esposado, ¿No se suponen que deben soltarme al menos?

—¿Alooooo? Hoooolaaaaa —grito y nadie me presta atención—. Vamoooooos, me pica la nariz, ¿alguien podría desposarme?

Debí gritar por unos diez minutos sin respuesta, hasta que uno de los policías allí se posiciona frente a mí con una mirada seria y tosca.

¿Qué cree? ¿Qué me voy a cagar en los pantalones porque me mira así?

—Hola señor policía, ¿podría desposarme? —soy lo más amable que mi sarcasmo innato me deja llegar a ser, pero el puto moai no hace nada—. ¿Está sordo? Suéltenme.

—Chico, más respeto. No puedo —sigue sin mover ni un músculo, ni siquiera para respirar.

—Sí, sí, disculpe. Déjeme preguntarle de nuevo —me aclaro la garganta y me lo quedo mirando—. Querido señor policía, ¿podría usted soltarme las manos para así poder rascarme las bolas en paz? —elevo la voz al final, ya que parece que los demás disfrutar ver al payaso tras las rejas.

Me mira de pies a cabeza, aún inexpresivo.

—No.

—¡Aaaah la mierda! —pateo la celda unas tres veces enrabiado a morir, y esta es golpeada de vuelta con una macana—. ¡No hice nada malo! ¿Porque mierda me tienen aquí? —¿Cómo es que nadie me presta atención?

Son todos unos ineptos, me tienen enjaulado como un animal y no he hecho nada malo. En vez de preocuparse por lo verdaderos delitos, se preocupan de encerrarme por pedir disculpas en público. Estoy seguro que ese tal Clark tuvo que ver en esto.

—Por lo menos tengo derecho a una llamada, ¿no?

—¡Niño, cállate! —uno de los policías se digna a hablar y es el mismo que me ha quitado el celular—. Si no cierras la boca te vamos a dejar aquí hasta que amanezca y espero, con todas mis fuerzas, que no sea así y te vayas pronto.

—Bueno, en algo estamos de acuerdo —¿Quién se cree para sentirse irritado? El irritado soy yo, ¡que pésima fuerza especial! —. Y más rápido será si me dejan hacer una llamada.

En ese mismo instante mi teléfono empieza a vibrar. El policía me lo tira a los pies y me da la espalda.

—Tienes suerte. Que sea rápido.

FAULT [H.S.] MATUREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora