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Lo llevo a mi cuarto, no sé a dónde más llevarlo, y lo siento en mi cama. Se mueve lentamente tratando de estirar los músculos y se queja lo más callado posible.

Rápidamente voy en busca del botiquín de emergencias al baño y comienzo a curarle las heridas. Tiene un pómulo rojo e hinchado, un corte en la ceja y en los labios y algunos raspones en los brazos. El hombre está completamente magullado, sin contar sus nudillos a carne viva por tantos golpes que debió haber dado.

—Si te duele mucho, me avisas —le acerco el algodón a la ceja para limpiarlo y frunce el ceño echándose para atrás, esto mismo le provoca más dolor—. Disculpa. Tienes que aguantar o será peor.

Asiente y arruga un poco menos la cara. Se queja antes de acostumbrarse al ardor y me queda mirando una vez ya calmado. Me observa detalladamente hasta tal punto que me incomoda. Le devuelvo la mirada y siento como la sangre sube por mis mejillas. El ríe por lo bajo, más como una exhalación y, en un acto de cariño, me apega a él apretando la parte trasera de mis muslos y los acaricia con las manos que previamente le brindaron una buena golpiza a otro chico.

—¿Por qué haces esto? —me sigue mirando y habla tranquilo. Lo observo y le indico que se calle. Vuelve a reír—. No fue mi intención involucrarte en esto, pero te necesitaba.

Me necesitaba.

—¿Por qué? —trato de no prestarle atención y concentrarme en limpiar sus heridas.

—No sé... contigo puedo hablar —asiento con calma y forma círculos con la yema de sus dedos en mis muslos, por sobre la tela de mi pantalón de pijama. Me gusta que me toque con sus grandes manos, provocan una electricidad en mi cuerpo que me dejan incapaz de pensar con claridad.

—No debiste pelearte con Daniel —digo severa y resopla desviando la mirada.

—Tengo mis razones.

—¿Estás borracho?

—Un poco. He tomado vino en el restaurante, te estuve buscando después de eso.

—Ah —he ahí la razón. Me necesitaba porque estaba un poco borracho.

¿Por qué he venido con Harry en vez de acompañar a Daniel a la enfermería? Por lo que demuestra puede cuidarse solo o por lo menos hacerse responsable de sus actos.

Se pone de pie y se queda frente a mí, a pocos centímetros de mi piel, que roza con la suya tan erizada como la mía. Remueve las manos de mis muslos y los siento vacíos ante el frío que ahora los azota, pero retoma el agarre en mis muñecas, separando así el algodón de su cara.

—¿Por qué te fuiste con él? —su voz ronca e imponente provocan que lo mire. No intento soltarme, porque no me dejaría.

—No es una pregunta difícil de contestar por ti solo —le digo a la par y se torna molesto.

—¿Por qué me dejaste y decidiste ir con él? —ahora si me suelto, sin desconectar nuestras miradas.

—¿Cómo puedes preguntarme esas cosas después del terrible rato que me hiciste pasar? —me aproximo al cesto de basura y boto los algodones manchados de sangre con brusquedad.

—No quiero hablar de eso —no se mueve del lugar y me roto sobre mis talones indignada.

—Ah, claro, ¿pero si de porque me fui con Daniel?... eres increíble —niego con la cabeza y se acerca a mí.

—Quiero saber porque me dejaste solo —eleva un poco más la voz.

—No te deje solo, me ahuyentaste con tu maldito genio de odiar al mundo.

FAULT [H.S.] MATUREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora