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Es viernes y el día pasa rápido. Voy a mis respectivas clases, entrego el trabajo de Shakespeare y para cuando ya es medio día me voy con Mandy a pasar el día. La noche llego rápido, por lo que ya debíamos ir a la fiesta. Veía a cada una de mis amigas felices por al fin tener un día para divertirse un poco y debo admitir que hoy me deje contagiar por ellas. Esta noche nada me importaría y me preocuparía solo de pasarla bien.

Esta vez puse más esfuerzo en arreglarme. Me delinee los ojos con tonos oscuros, pero de una forma disimulada, no tan fuerte, y pinte mis labios con un color parecido al algodón de azúcar. Me puse un vestido, simple, rojo carmesí y suelto, un poco más apretado del busto, pero la caída del vestido era ligera. No soy gran fan de los vestidos, pero con Christina insistiéndome tanto para que lo usara, ya que según ella se me vería "estupendo", accedí y me sentí bastante cómoda una vez lo tenía puesto. También tuve que usar tacones, gracias a que Cara es altísima y Mandy también lo es cuando usa los suyos, así que me les uní.

Esta vez la fiesta sería en la torre C, que se encuentra por detrás de lo que es la academia, entre el gimnasio y la pequeña capilla que hay allí. El edificio era notoriamente más grande que la torre A y B.

Efectivamente, las habitaciones eran enormes. Tenían una pequeña cocina americana y una salita de estar, dos cuartos por separado y un baño en común. Más que una pequeña habitación de la residencia, parecían pequeños apartamentos. Si puedo transferirme en algún momento a esta torre, lo haré.

—Esto es una mansión al lado de nuestras habitaciones —dice Cara, leyendo mis pensamientos—, yo la quiero... pero ¿ya qué?, comencemos de una vez y divirtámonos —lanza un grito al final de la oración y levanta los brazos, se adentra a la fiesta y Mandy, Christina y yo la seguimos.

Huele a alcohol y cigarrillos en cada rincón del piso, lo único que está más despejado es un balcón donde está concentrado un grupo de gente con una pipa de agua. Todos están borrachos.

Me desagrada llegar a una fiesta y ya ver a un montón de gente así, pasan por tu lado todos sudados, chocan contra ti y te mojan con sus vasos, importándoles un carajo.

Pierdo de vista a Cara y Mandy por un momento. Christina habla con su amigo Matty, quien me saluda con un abrazo cuando le deseo un feliz cumpleaños. Él también está borracho.

Segundos después llegan mis amigas con dos tragos cada una, de un intenso color rosa y una sombrilla que, aparte de decoración, servía como tapa. Nos dan un vaso a cada una y brindan.

—¡Por el bendito viernes! Que sin él no podríamos aguantar el resto de la semana —brinda Cara y, antes de levantar la sombrilla del vaso, Mandy abre la boca.

—Y... por Emma. Porque es una maldita genio con una paciencia enorme —me guiña el ojo y rio junto a las demás, debo admitir que su halago me hace sentir un tanto poderosa.

Le agradezco el brindis a mi amiga chocando nuestros vasos y nos miramos unas a las otras, preparándonos para levantar la sombrilla del vaso. Cuando lo hacemos, me sorprende ver una frutilla pinchada en ella.

Me la acerco a la boca, pero la huelo antes de comérmela. Todo el dulce aroma a fresa ha sido diluido y reemplazado por la fuerte esencia del licor. Con un poco de asco, termino mordiendo la fruta y el amargo y ácido sabor se cuela en mi boca. Veo a Cara tragando la frutilla de un mordisco, mientras Christina y Mandy van de a poco, como yo, pero a ninguna de las cuatro se nos disimula la cara de mal gusto por la fruta.

—La hicieron muy concentrada esta vez —dice Christina, que termina su fresa como puede.

—Mejor, más rápido es el efecto.

FAULT [H.S.] MATUREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora