2-De príncipes y criados

306 60 41
                                    

Se escuchaban risas en el pasillo, se podían oír las corridas en los largos pasillos y un golpe a su puerta le indicó al rey que su retoño había venido a verlo.

No esperó a que le dieran el permiso, sólo entreabrió la sólida puerta y se recostó en el muro mirando a su padre... el rey no levantó su mirada, no necesitaba hacerlo para saber que su hijo lo observaba detenidamente, sonriendo...

-¿Vas a entrar o te quedarás mirándome todo el día? ¿No tienes nada mejor que hacer?

El rey Krest contó en silencio: uno, dos... se sintió apresado contra su cómoda silla por un cuerpo pequeño y dos brazos rodearon su cuello con fuerza...

-Buen día Camus!

-Buen día padre!- sus ojos brillaban al reflejarse en los de su padre, que lo miraba con amor infinito. -¿Cómo has amanecido? ¿Me has visto entrenar con Kanon? me dijo que pronto lo superaré en el manejo de la espada, me falta pulir técnicas mientras cabalgo...

-Me alegro hijo! Has progresado mucho desde que entrenas con él! y cómo te sientes?

-Bien... ya pasó un mes de la recaída y me he fortalecido... no debes preocuparte tanto, padre...

-Eres mi pequeño tesoro, mi hijo menor... ¿cómo me pides que no me preocupe?- el rey sabía que era un milagro que aún tuviese a su hijo con vida, los dioses lo habían bendecido al dejarle disfrutar de su presencia durante esos dieciseis años... todo había sido tan duro...

-¿De qué querías hablarme, padre?- el joven lo sacó de sus cavilaciones y tristes recuerdos; volvió a mirarlo y se perdió en la mirada azul violácea del chico, tan igual a la de su madre. -¿Estás bien, padre? Me miras fijo...

-Lo siento, Camus... es que me recuerdas tanto a tu madre... yo, quería comunicarte que hablé con esta niña del servicio... no pregunté su nombre... tu amiga...

-¿Marié?- el príncipe preguntó sin sorprenderse -¿qué sucede con ella?

-Me contó que le enseñas a leer y a escribir... 

-Sí... siempre me estaba ayudando a acomodar los libros en la biblioteca y mirando sus dibujos... le pregunté si deseaba leerlos y me confesó que era analfabeta... me ofrecí a enseñarle y ya lee con fluidez y escribe bastante bien... ¿te molesta, padre? 

-Todo lo contrario... estoy muy orgulloso de ti y tus actos... la llevarás a clases contigo y tus tutores le enseñaran cultura, modales, todo... quiero que sea una niña bien preparada...

-Gracias padre!- su alegría lo llevó a abrazar nuevamente al rey y éste le correspondió con todo afecto...

***********************************************************************************************

-Señorito Degel, necesita algo más?- Marié preguntó a punto de retirarse de la habitación del heredero al trono; con él no tenía la confianza que le otorgaba el menor de los príncipes pero a ella no le importaba... ella estaba allí para atenderlos, no para ser su amiga: era una simple sirvienta.

-No, gracias...- Degel estaba absorto en un libro de tácticas militares que Saga le había entregado y lo devoraba con pasión... nunca había estado en un combate real pero se hablaba de una posible guerra y por ello el mayor de los gemelos lo adentraba en temas de conflictos bélicos en todos los terrenos factibles... él debía estar preparado para defender a su reino, a pesar de ser muy joven aún...

-Me retiro entonces...- Marié iba saliendo cuando escuchó que la llamaba

-Disculpa... puedes traerme la ropa de la lavandería que la preciso para la noche?

-Sí joven, se la alcanzo luego... hoy empiezo las clases con los tutores de su hermano- estaba tan feliz que lo tenía que decir.

-¿Tomarás clases junto a Camus? -la miró sorprendido

-¿No le parece bien? claro, sé que no estoy a la altura del príncipe para tener esa educación... entiendo señor, permiso...

-No... no es... -no pudo terminar de hablar, la muchacha salió corriendo, con lágrimas en sus ojos.-no era eso...

Degel salió en busca de su hermano y lo encontró leyendo en su escritorio

-Camus... es verdad que la chica de la servidumbre estudiará contigo?

-Sí, ya sabe leer y escribir porque yo le enseñé y hoy padre habló con mis tutores para que ella reciba una buena educación también... y se llama Marié!

-Creo que le dí la impresión de no estar de acuerdo... mejor búscala y llévala a clases; luego me disculparé con ella...

-Así lo haré, hermano... gracias por decirme!

Camus salió inmediatamente a buscar a Marié, dejando a un Degel pensativo en su habitación... 

**********************************************************************************************

-Marié, ya es hora de ir a clases

Camus la buscó en su habitación tras haber recorrido los pasillos del palacio, la cocina, pero no la encontraba en ningún lado... pasando por la puerta que daba al altillo escuchó ruidos y sin dudarlo se adentró sólo para encontrar a la muchacha llorando, sentada en el piso.

-¿Qué sucede, Marié? ¿Por qué lloras?

-Su joven alteza, no soy digna de estudiar con usted... 

-¿Quién lo dice? mi padre personalmente dio instrucciones para que se te de una educación adecuada, ya que sabe que yo no podré adelantarte mucho aunque quisiera; soy menor que tú y pronto estarás más avanzada en los niveles educacionales.

-Pero joven... su hermano... creo que no le gustó la idea que yo tenga ese privilegio...

-Degel no quiso darte esa impresión, sólo se sorprendió ante tus palabras; él no es lo que todos dicen, tiene muy buenos sentimientos y es mi ejemplo de hombre junto a mi padre... vamos que se nos hará tarde y el profesor nos regañará...

Su sonrisa era sincera y le sacó una igual a la muchacha que se levantó, sacudiéndose el vestido y salió de allí detrás del príncipe.

-Ah, y no me llames alteza cuando estamos en confianza... solo Camus...

-Sí, señ... joven Camus... Camus...

-Así está mejor...

Juntos fueron a tomar la primera clase matutina, llenando de placer a la muchacha que veía con asombro la cantidad de tareas que le asignaban al príncipe y todas las que estaba entregando ya hechas en ese momento... eran realmente duros con el más joven de la familia real, pero él nunca quitaba su sonrisa de su rostro y se notaba el amor y respeto que despertaba en los mayores, que le llamaban señorito o príncipe; el pequeño heredero era adorable y Marié se sentía orgullosa y agradecida de que él la considerase una amiga...

Enemigo íntimoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora