22-De festejos e infiernos

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Shura buscó a Camus en el palacio y lo encontró apoyado en el ventanal de su dormitorio, con la mirada perdida en la lejanía; se quedó observándolo un momento y su corazón se oprimió sólo de pensar en perderlo.

El muchacho lo había enamorado con sus tiernas acciones, con su sensibilidad, le había robado el corazón... pero él siempre se las ingeniaba para hacerlo sufrir, de una u otra manera, el chico salía lastimado.

-¿Acaso esperas que te dé permiso para entrar?

Su voz sonaba apagada

-Copito, yo... tenías razón en cada una de tus palabras... hablé con nuestros padres y les di mi apoyo y bendición en su relación... lamento haberme comportado como un chico malcriado y por haberte golpeado... yo no sé qué me pasó! estoy nervioso...

-Shura, yo puedo ser muy joven pero no soy tonto... sé lo que te pasa... ¿estás arrepentido de estar conmigo? no tenemos contacto físico aún, tal vez tú...

-Ni lo digas, mi amor... no te mentiré que tengo necesidades pero jamás te faltaría... yo quiero que estemos bien, que seas feliz, mi ángel...

-Yo he estado muy triste e inseguro de que buscaras en otra persona lo que no obtienes de mi... yo tengo miedo de no hacerte feliz... entiendes a qué me refiero?

Una lágrima traviesa surcó su mejilla y Shura se acercó rápido para abrazarlo y darle seguridad, a pesar que internamente su cabeza era un tsunami de sentimientos encontrados.

-Yo sólo deseo estar contigo, hacerte feliz... yo te amo, Copito!

Shura aseguró sus palabras para que Camus se tranquilizara, pero por dentro, se sentía muy desgraciado...

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Degel caminaba de un lado a otro en su habitación, su cabeza giraba en torno a todo lo sucedido horas antes y aún no terminaba de asimilar que su padre uniera su vida con el monarca español.

¿Qué clase de relación llevarían si vivían en distintos reinos? Un pequeño golpe en la puerta, lo sacó de sus pensamientos y vio entrar a su bella Marié.

-Mi príncipe, su padre organizará una cena especial esta noche y desea que baje temprano...

Degel se acercó a la muchacha y le robó un dulce beso mientras le sonreía.

-Hasta cuando seguirás trabajando? yo no quiero que lo hagas más!

-Ya no trabajo, sólo vine porque tu padre me lo pidió y debo decirte que yo también estoy invitada al banquete, como tu novia oficial...

Los ojos de la joven brillaron al ver la sonrisa de su amado príncipe y se vio rodeada por sus brazos y besada nuevamente.

-Pues entonces nos pondremos nuestras galas, señorita novia mía, mi princesa... hoy estrenarás algo especial que mandé confeccionar para ti y guardaba como sorpresa.

Se acercó a su placard y sacó una enorme caja adornada con un bello moño, entregándosela a Marié.

La muchacha no daba crédito a lo que veía! era un vestido formal, realizado en las más finas sedas francesas color verde agua, con vivos dorados bordados en el escote.

En la caja, también se hallaban los zapatos en juego, forrados en la misma tela y una hermosa tiara de oro para adornar su cabello.

-Yo... no puedo aceptar todo esto...

-Marié eres mi novia, mi princesa y, este es un regalo que quería hacerte... te lo pondrás esta noche para mí? me luciré con mi hermosa acompañante...

Degel la volvió a besar y ella no pudo más que aceptar el obsequio.

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Krest y Francisco se hallaban en el gran hall de recepciones del palacio esperando por sus hijos e invitados especiales.

Shura se presentó con una gran sonrisa pero no había brillo en su mirar; luego de saludarlos, se acomodó en su lugar y esperó a Camus.

Degel y Marié llegaron juntos, de la mano y ostentando toda la felicidad del mundo; la muchacha lucía radiante con su vestido nuevo, casi del mismo color que el cabello de Degel.

Saludaron y se sentaron frente a Shura, con quién comenzaron a dialogar inmediatamente; la puerta se volvió a abrir y el príncipe ibérico se puso de pie para recibir a su pequeño galo; sin embargo, fueron los gemelos quienes entraron al recinto.

Saga saludó sonriente a los monarcas, luego de inclinarse formalmente pero Kanon se notaba tenso; ambos lucían sus trajes militares de gala y se veían realmente guapos!

Camus llegó justo detrás de ellos, sonriendo a todos y abrazando a Kanon, que sonrió sinceramente al menor.

Procedieron a sentarse pero cuando Shura estaba situando a Camus a su izquierda, Krest le pidió que se sentara a su lado y quedó a su derecha; en su lugar quedó el gemelo menor, quien deseaba no estar allí en ese momento.

La cena comenzó entre risas y charlas mundanas, los deliciosos platos se sucedían y eran degustados por sus comensales...

Todos disfrutaban de la reunión menos cierto gemelo que se tensaba cada vez que Shura se movía y le rozaba la pierna... su nerviosismo estaba logrando que la comida le supiera a nada y su estómago se revolviera, no lo estaba pasando bien...

Saga hablaba con Degel mientras Camus disfrutaba del momento junto a su padre y Francisco; Shura estaba integrado a todas las conversaciones pero una parte de su cerebro y su cuerpo estaban centrados en la persona que tenía a su lado y no era precisamente su novio.

Cada vez que podía, pasaba sutilmente su mano por la pierna del gemelo, con su brazo rozaba su cadera; Kanon trataba de correrse y no podía. No deseando ser una molestia ni arruinar la cena poniendo en evidencia al ibérico, alegó estar descompuesto y se retiró del lugar.

Camus salió tras su guardia y lo halló recostado contra un árbol, pálido y vomitando.

Había lágrimas en sus ojos y el joven príncipe le acariciaba la espalda tratando de aliviar su malestar

-Vamos a la enfermería, Kanon, apóyate en mi... no estás bien...

-Lo estaré alteza, vuelva a la recepción... yo iré a casa a descansar... gracias por preocuparse...

-Déjame acompañarte...

-No es necesario, estaré bien...

-Estás seguro? bueno, cuídate por favor, te quiero mucho!-

Camus lo abrazó nuevamente y volvió donde los demás estaban.

Kanon caminó despacio hacia su hogar, se sentía mareado pero llegó a destino y en cuanto entró, se quitó el uniforme y se metió a la cama.

Estaba semidormido cuando oyó pasos; no se inmutó creyendo que sería Saga, hasta que sintió una mano que le tapaba la boca y le hablaba al oído:

-No digas nada y déjame hacerlo por favor... no aguanto más mis ganas de ti y sé que no le dirás a tu príncipe para no verlo sufrir...

Kanon lloraba en silencio mientras el ibérico profanaba su cuerpo una vez más.

Enemigo íntimoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora