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Semanas más tarde seguía sin ninguna señal de ella, comencé a desesperarme pero tampoco tenía ningún medio para encontrarla "fortuitamente" por los sitios que tenía asegurado que frecuentaba, así que me limité a centrarme en terminar de sacar el carnet de conducir que tan abandonado tenía y dedicarle más horas al estudio y la lectura.

Aquel miércoles quedé con algunos amigos de clase para no asistir a la primera hora y tomarnos algo, teníamos el idioma moderno y yo llevaba buen nivel en francés, así que podía darme esos lujos de vez en cuando. No los conocía a todos pero agradecí ver caras nuevas, el tercer año de carrera me convertí en alguien menos sociable de lo que ya era y necesitaba algunas veces un pequeño empujón de alguien de confianza para hacer nuevas amistades. Hugo era el chico con el que mejor me llevaba allí y se encargó de presentarme a las pocas caras nuevas que había, de entre todas me llamó la atención Sofía, una chica unos años mayor que nosotros que nos contó su paso por numerosas carreras con resultados catastróficos hasta dar con la nuestra. Mencionó que estaba interesada en pedir aquel año el erasmus a Puerto Rico y una alarma saltó en mi cuerpo, "¿Quería yo hacer lo mismo?". Pregunté en qué consistía y me informó de lo poco que sabía, se lo había planteado para el último curso de carrera y no tenía prisa en saberlo todo aún. Charlamos de cosas triviales y sentí que la hora y media había pasado volando cuando me dirigía de vuelta a aquel edificio que me daba cobijo todas las tardes. A lo lejos veía pajarillos que volaban, pero no vi a mi misterioso pajarillo negro en ninguna de las copas de los árboles.

Salí de la segunda clase directa al baño, era tan estúpida que cuando sabía que no podía ir al servicio era cuando más lo necesitaba. Al llegar a la puerta un cartel de "averiado" me hizo maldecir el suelo y pensar en qué se gastaban el dinero de las costosas matrículas. Pensé entonces en cuál sería el baño más cercano en la tercera planta que me encontraba y al no hallar respuesta en mi mente decidí pasear por los laberínticos pasillos hasta dar con alguno, me daba igual llegar más tarde a la siguiente clase.

Aparecí después de mucho zigzaguear en un largo y oscuro pasillo, el silencio reinaba en aquel lugar y en cada gran portón que se elevaba hasta el techo descansaba a su lado una placa con el nombre de alguien a quien el mundo había decidido llamar "Doctor". Siempre me hizo gracia aquello.

Algunas esculturas yacían entre las puertas y me detuve a observarlas curiosa.

Cuando me disponía a bajar unas pequeñas escaleras de caracol reconociéndome perdida, un siseo me obligó a volver la vista.

La vi en el umbral de uno de los grandes portones, no supe si entraba o salía de él y con su mano levantada me hacía un gesto para que fuese hasta ella. Me acerqué atraída por su aroma a lilas que ahora había regalado a aquel lugar

-¡Évora! ¿Qué haces por aquí?-

Sus ojos me indicaban alegría pero la ausencia de ella en esos días me hacía estar molesta e ilusionada a partes iguales

-Me he perdido- dije con cierto tono de desprecio

Se cruzó de brazos y asintió pensativa un instante

-¿Tienes clase ahora?- preguntó curiosa

Asentí sin decir nada y dispuesta a dejarla allí y continuar mi camino. Permaneció pensativa unos instantes en los que yo la observé allí a clavada, no sabía cuándo me gustaba más, si cuando estaba seria y abstraída o cuando toda su atención la centraba en mí

-Bueno..- se pasó una mano por el pelo nerviosa- tampoco pasa nada si te saltas una clase ¿no?-

Su proposición me descolocó, no quería otra cosa en ese instante que estar con ella en cualquier rincón del mundo, pero me sentía molesta conmigo misma por acceder siempre a todas sus propuestas en el momento que ella quisiese

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora