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En menos de una hora estábamos comiendo juntas en la mesa de fuera. Había salido a recepción a buscar algo para comer y decidió que lo mejor sería ir al pueblo más cercano a comprar cuando terminásemos de deshacer todo.
Me sentía contenta de estar allí con ella y parecía que compartíamos la alegría porque de su cara tampoco se borraba la sonrisa.
La mañana pasó así, y la tarde nos atropelló mientras me contaba toda su trayectoria laboral hasta acabar en el colegio que yo ya no adjudicaba como mío.
Fuimos al pueblo que estaba a menos kilómetros, llenamos el coche de comida y alcohol y luego dimos un paseo. El tiempo lo sentí como algo externo que corría demasiado rápido y cuando me quise dar cuenta, el sol se había ido y Cristina estaba tirada en una de las tumbonas de fuera mientras ojeaba un libro extraño que había traído.

-¿Kafka?-

Me miró y sonrió, luego cerró el libro y dio unas leves palmadas a su lado indicándome que me acercase.
Me senté a los pies y ella estiró sus piernas sobre mí. De nuevo aquel tacto moreno, aquellos lugares y aquellas marcas, todo derramándose sobre mí.

-¿No te gusta Kafka?-

Negué medio convencida

-Me encanta-

-Sí, ¿verdad?- dijo risueña

Me encogí de hombros contenta

-Aunque realmente es una putada que te guste ese-

Abrió sus ojos sorprendida

-¿La metamorfosis? ¿Putada?- dijo cómo si acabase de blasfemar lo más sagrado que ella tenía

Asentí

-El final no es muy alentador- dije con una medio risilla

Pareció que entendió cuando se incorporó para mirarme más de cerca

-Nadie elige en qué se convierte- sentenció

Y sus ojos se clavaron tan profundamente que sentí el impulso de abalanzarme sobre ella. Me esperó, sé que me esperó, pero quedó solo en eso, un impulso.

Llegó la noche, sacó al patio interior unos platos con un pescado que olía realmente bien, yo, mientras tanto, intentaba abrir la segunda botella de vino bajo sus ojos cariñosos. El calor era realmente intenso y parecía que mi paladar sólo se calmaba con aquel líquido

-¿Ves como tienes que comer más? Ni si quiera tienes fuerza para abrir un vino-  dijo con sorna divertida

La botella cedió entre mis manos y la miré triunfante

-Casi aciertas, pero no-

Sonrió de lado y luego con una de sus manos tiró de mi cuello hacia fuera

-Está realmente rico- terminé el plato con prisas bajo su sonrisa

-¿Quieres más? Ha sobrado-

Negué mientras le daba un sorbo al último trago de la copa

-¿Y vino?-

Asentí entonces y ella río

-Te dejo porque estás conmigo y puedo controlarte. Pero que conste que no soy partidaria de que bebas tanto- chocó la punta de uno de sus pies contra el mío a modo de advertencia

Sonreí mientras la parte baja de su cuerpo se negaba mediante toques y la de arriba obedecía a mis peticiones sirviendo un poco más. Sonreí, pero internamente, ya sólo me quedaba una mitad de cuerpo por conquistar

Recogí los platos mientras ella se adentraba en la habitación. Cuando terminé la vi salir, llevaba un traje de baño de color negro, sutilmente sensual. Se veía lo justo y se tapaba demasiado injustamente lo demás.

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora