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-¿Se puede?-

-Pasa- escuché aquella autoritaria voz al otro lado

Entré casi que agachando la cabeza, tragándome el orgullo infinito que siempre tenía. Subordinándome a regañadientes, pero en el fondo, me recorría un placer extraño, el placer de jugar a ser inferior que ella porque así lo decidía

-Sabes por qué te llamo ¿verdad?-

Negué aún de pie frente a la mesa

-Lo primero, siéntate- Dijo severa

Obedecí al instante y me senté sin mover si quiera la silla.
Tanteó el espacio por un momento, pero no el espacio de la habitación, sino el espacio entre nosotras. Endureció su gesto como para compensar lo que segundos después iba a decir

-Estás muy lejos. Aquí- señaló el espacio restante a su lado

Yo levanté mi silla fingiendo parsimonia, dejando que arrastrasen las patas traseras por el suelo, intentando que creyera que me molestaba estar allí, a su lado. Y por dentro era una película distinta, de bajo presupuesto, como al principio y como siempre, pero del amor más intenso

-¿Qué te pasa?- fue directa y concisa, pero en su tono había un ápice de verdadera preocupación

Me encogí de hombros como respuesta. "¿Qué me pasa?" Ni yo misma lo sabía

-Has bajado tus notas...- hizo silencio esperando una respuesta- y tus kilos- añadió dándole más importancia que a las notas

De nuevo el silencio pero esta vez acompañando de un calor que subía por mis piernas

-¿Ha pasado algo? ¿Te está pasando algo?-

Miró a todos lados frustrada, seguramente molesta por mi silencio. Y supe que me quería porque sentí que era totalmente capaz de sacármelo por las malas y aun así estaba haciendo un esfuerzo titánico por tratarme bien

-Évora, mírame-

La miré y noté un cristal entre mis ojos y la realidad. Un cristal que brillaba, un cristal líquido que se negaba a salir al no saber el por qué

-Lo que sea que te pase lo tengo que saber, es más, lo voy a saber- hizo una pausa- Si no es por ti será por otros medios- amenazó

-No sé qué me pasa- respondí al fin- No tengo hambre, ni sueño, intento estudiar y no me concentro-

-¿Hay alguien?- preguntó preocupada

De nuevo negué con mi cabeza y pareció o quise inventarme que relajó el gesto

-Estoy aquí, lo sabes ¿verdad?- Me miró a los ojos y me obligó a seguirla

-No como la profesora que es un ogro, sino como...- hizo una pausa "¿Cómo qué?" Sonó en mi mente- como una especie de amiga que te dobla la edad-

Me arrancó una sonrisa que supe que la relajó

-Lo sé- solté sin más

-Pues ahora lo sabes mejor- soltó con dureza

La miré y clavó su vista en mí. No la apartó en ningún momento y yo por orgullo tampoco. Agarró entonces mi muslo en carne viva, rozó el trozo de falda y mi carne desnuda, y sentí un pellizco al notar sus frías manos aquella tarde, pero el pellizco estaba en otro lado.

-Ojalá confiaras en mí de verdad- soltó a modo de confesión, como si pensase que aquello solo sonaba en su mente

-Lo hago Cristina- respondí al sentir que tal vez le afectaba de verdad

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora