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No sé cómo pero mis padres se creyeron la historia de que me habían explotado varios vasos sin querer mientras los fregaba trabajando. Obviamente de las heridas de las piernas no dije nada y me propuse evitar a toda costa que las vieran.
Seguido de mi mentira vino el sermón en el que me decían que no tenía por qué seguir trabajando, que ellos podían hacerse cargo de los gastos. Pero claro, el concepto "gastos" no incluía el coste de todas las asignaturas suspensas más el viaje con Cristina. Obviamente ellos de eso no sabían nada.
Tuve que llamar a Kadu y contarle otra mentira distinta. No hizo muchas preguntas y sólo se interesó por saber cuándo podía volver a contar conmigo. No esperaba que esto tardase mucho en curarse, una semana, tal vez dos.
De nuevo aquel sábado lo tenía libre, pero mis ánimos estaban por los suelos y cualquier movimiento que hiciese con mis palmas al aire me escocía hasta los huesos.

A ratos me acordaba de todo, me volvía a sentir sucia y sola. Me volvía a sentir "como una puta". Apenas miraba el móvil y aunque deseaba con ansias un mensaje suyo sabía que era mejor dejarlo así. ¿Le habría contado Kike lo que había pasado? ¿Se habría callado? ¿Ella lo sabía y estaba esperando a que se lo contase yo?
Me comía la cabeza lo justo con aquellas preguntas, no podía responderlas por mí misma y tenía claro que tampoco las buscaría fuera.

Pasó una semana así. Me levantaba con ansiedad y me acostaba casi sin sueño. Las manos empezaron a dolerme menos, comencé a hacer más cosas. Volví a coger el coche, volví a salir con los chicos y volví a ver a Raquel. De nuevo tuve que contar la mentira de los vasos.

Aquel domingo a media tarde decidí comerme una tarrina de helado entera mientras veía alguna película tonta. El sol se colaba por la terraza y el ventilador movía aire caliente hacia todos lados. Sonó mi móvil y me levanté hasta la otra punta para cogerlo. Vi entonces su nombre en la pantalla y como pude descolgué aun con mis manos malheridas.

-¡Cristina! ¿Qué tal?- solté nerviosa y expectante

-¿Cómo estás Évora?- su tono sonaba alegre, así que supuse que no sabía nada

-Bien, todo como siempre ¿Qué tal tú?-

-Haciendo las maletas- Dijo cortante aunque manteniendo el tono

-¿Las maletas?-

-Sí. Me voy unos días con Kike y Guille a la playa. Ha insistido en que su familia preguntaría demasiado y que si lo acompaño lo considerará como un favor-

Hice silencio al otro lado. El dolor que sentí aquella noche por todos los cortes, ahora lo sentía multiplicado y por todo mi cuerpo. No. No sabía nada y yo no me atrevía a contárselo

-Eso es genial- alcancé a decir con la voz rota

-Creo que a Guille le vendrá bien la playa- Dijo ya más seria

-A Guille y a ti- apunté

Escuché una pequeña risa al otro lado de resignación y deseé que la llamada terminase cuanto antes

-Si te he llamado es simplemente para que sepas que no estoy-

-Traquila- la corté

-Pero nuestro viaje por mi parte sigue totalmente en pie-

-Por la mía también- noté como una lágrima se comenzaba a derramar hasta mi mejilla y antes de que ella lo notase decidí que era el momento de desaparecer en escena

-Cristina..- hice una pausa buscando el valor- me pillas conduciendo- inventé

-No sé entonces ni para qué descuelgas- dijo con gracia fingiendo enfado

Reí triste al otro lado

-Pásalo bien-

-Nos vemos muy pronto Évora-

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora