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No supe nada de ella en los siguientes días, no la vi por la universidad y no sonó mi teléfono con un número que me esperanzase. Miraba a cada minuto aquel aparato con la ilusión de ver su nombre o unas cifras que me la trajesen de vuelta.

Aquella tarde quedé con Marta y aparecimos en la misma cafetería de siempre, otra de las costumbres que no me desagradaban.

De nuevo miré todos los coches, pero esa tarde ninguno la invocaba

-Mi madre está harta del colegio-

La madre de Marta trabajaba vigilando el comedor de nuestro antiguo colegio

-¿Por qué?-

Pregunté entusiasmada de hablar al menos de aquel lugar, hasta eso me hacía sentirme más cerca de Cristina

-Le pagan poco y le exigen mucho-

Se cruzó de brazos indignada al decir esto último

-Es una basura de trabajo y de sitio-

Sonrió mientras asentía dándome la razón

-¿No ha hablado con María de esto?-

Se incorporó haciéndose grande en su asiento

-¿¡María!? Es cosa de ella todo esto-

Abrí los ojos asombrada, María era la directora del colegio desde hacía años, una mujer menuda y dudablemente cristiana, nos dio los últimos años de nuestra estancia allí las clases de historia y aquella oportunidad dio lugar a que nuestra animadversión hacia ella dejase de ser infundada para sustentarse en sólidos argumentos.

Yo sabía lo mucho que Cristiana apreciaba a María y eso me hacía sentir unas ganas infinitas de abofetearle la cara para que despertase de su mentira

-El colegio va peor desde que lo lleva ella-

Cerró sus ojos

-No lo sabes bien- sentenció

Permanecimos en silencio mientras observábamos nuestro alrededor, casi todas las caras nos eran conocidas, no había nunca nadie nuevo por allí.

Miré un instante hacia el final de la calle y vi como los niños salían, reconocí su uniforme a lo lejos y un rayo me recorrió la espalda

-¿Qué día es hoy?-

Pregunté a Marta entusiasmada

-Martes-

Me respondió con desprecio

Y recordé que los Martes eran los días que Cristina se quedaba a reforzar sus clases por la tarde, me ilusioné al instante, tal vez, aunque fuese de lejos, la vería pasar

Se dirigían hacia nosotros y cuando nos alcanzaron saludamos a los pocos que seguíamos conociendo allí, Marta parecía conocerlos a todos y supuse que sería porque a veces se iba a ayudar a su madre a la hora de comer y tendría más trato con ellos

-¿Ves lo mayores que están?-

Me repetía cada vez que algún niño le dedicaba una sonrisa. Yo asentía pensativa

-Está pasando el tiempo-

Sentenciaba como alguien que tenía cincuenta años. Yo le regalaba una mirada de desaprobación y ella reía, sabía que no me gustaba que recordase que el tiempo nos había separado de allí, lo que no sabía era que mi recuerdo seguía estancado en el mismo lugar de hacía cinco años.

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora