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Media hora antes ya estaba rumbo a aquella calle, decidí llegar por un camino distinto evitando así encontrarme con cualquier persona que me conociese o más bien, que conociese a Cristina.

Llegué a la pequeña calle, hacía sol, el tiempo comenzaba a mejorar y parecía que mi ánimo estaba en sintonía con él, me recorrí la acera hasta encontrar su coche y paré justo enfrente. Quince minutos después la vi girar la esquina, ella también volvía por un camino distinto, distinto y más largo. Tenía puesto unos vaqueros ajustados que tentaban a mis ojos incluso a lo lejos, un jersey de color mostaza y una chaqueta azul marino. Llevaba un hombro al descubierto y la chaqueta colgando por ese lado, andaba con prisas y agarraba todos los libros torpemente. Cuando me vio sonrió y apresuró la marcha hasta llegar a mí.

-Siento haberte llamado tan tarde- volvió a repetir

Negué mientras sonreía

Se acercó al coche y la seguí. Nos metimos en él con prisas y arrancó con torpeza. Giraba las calles con una postura alerta y cuando salimos de allí relajó el gesto.

-¿Todavía recuerdas mi coche?- dijo sin apartar la vista de la carretera

Reí en alto para que lo escuchase y tomase como respuesta y volvió a enmudecer

-Saca de mi bolso un paquete de tabaco, enciendeme uno y cógete otro- ordenó con seriedad

Obedecí al instante y encendí entre mis labios su cigarro, se lo pasé y dio una larga calada que le hizo relajar sus ojos, no quité los míos de ella y sentí que nuestros labios estaban más cerca gracias a aquel veneno.

Conducía con prisas y aceleraba cada vez que podía, sonreía interiormente pensando que Cristina era igual de temerosa al volante que yo cuando comencé a dar clases.

Introdujo el coche por las calles del centro, la universidad estaba cerca y aparcó en una pequeña calle residencial.

-Ya hemos llegado- dijo mientras sonreía

Le devolví la sonrisa y me giré para acercarle su bolso sin que ella me lo pidiese. Lo agarró sin decir nada, salí del coche y ella me siguió.

Al bajar me miró completa

-Estás muy guapa- dijo sin más

-Gracias- dije quitandole importancia

Andamos unos metros hasta que comenzamos a callejear, yo la seguía mientras ella miraba todas las puertas, como si estuviese intentando recordar a qué sitio había decidido llevarme. En aquellas calles el aire era más frío y agradecí la temperatura asumiendo el calor que aquel día apretaba a la ciudad.

-Es aquí-

Paró frente a una puerta formada por rejas, podía ver tras ellas un patio interior con mesas, en medio de este había un gran árbol y de sus ramas colgaban pequeñas lámparas que aún en la mañana alumbraban debido a la oscuridad del sitio. Me miró esperando una respuesta que decidí no darle y se resignó a abrir la puerta y hacerme pasar antes.

Un camarero vestido de una forma elegante nos arroyó y nos dio una mesa bajo la orden de Cristina. Nos acomodamos en una esquina, en una pequeña y discreta mesa, había que hacer un esfuerzo para ver que allí existía otro lugar para sentarse y noté como ella agradeció que nos hubiesen colocado en un lugar tan poco visible.

Nos sentamos, Cristina analizando las caras de los demás comensales y yo mirándola a ella. Cuando colgó el bolso de su silla, relajó el cuerpo.

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora