Salí sonriendo de allí, no estaba enfadada, pero aun así sentía la frustración por mi cuerpo, no le había podido contar nada y seguramente no tendría el valor de hacerlo ante la expectativa de escapar con ella unos días. Decidí que fuese ella la que volviese a insistir con aquello, así tendría seguro que de verdad quería irse conmigo.
Antes de arrancar el coche mi móvil sonó
-¿Si?-
-¿Aún no has guardado mi número? Anda que ya te vale-
Reconocí su voz al instante
-¿Qué tal Raquel?-
Escuché una pequeña risa al otro lado
-Muy bien. Llamaba para saber cómo estás-
-Genial- solté cuando en mi mente pasó un coche a toda prisa conmigo y Cristina dentro camino a algún lado
-¿Y esa alegría? ¿Buenas noticias de algo?-
- No, las noticias siguen siendo las mismas-
-Entonces supongo que podríamos vernos y tomarnos algo para que me cuentes tu monotonía-
Desvié la vista al cielo y tanteé la situación, estaba de buen humor, el retrovisor me gritaba que quitase los restos de rimel de mis mejillas y pensé que la hermana de Cristina me había visto así, pero estaba de buen humor
- Me parece bien. ¿Mañana?-
Escuché una risa al otro lado
-Definitivamente algo bueno te ha pasado, ¿Évora aceptando quedar conmigo? ¿Los planetas se han alineado?-
Reí al otro lado, me parecía divertida su manera de lanzarme indirectas
-Mañana nos vemos a las nueve. En el sitio de siempre-
- Me parece fantástico. Allí estaré dos horas antes-
Volví a reír
-Yo llegaré dos horas después-
Gruñó al otro lado
-No me hagas ir por ti-
Sonreí y enmudecí, sabía que ella no iba a cortar y yo no quería seguir con aquello
-Mañana nos vemos pues- ignoré aquel chiste
-Hasta mañana Évora-
-Hasta mañana-
Hacía un calor inmenso aquella noche y meter la mano en los hielos del recipiente plateado era mi trabajo secreto.
La gente se agolpaba, como se agolpaba siempre, tras la barra a pedir copas.
Kadu me ofreció su ayuda un par de veces y yo la rechacé aun consciente de que me hacía falta.
Un grupo de hombres pasados de los cuarenta entró por la puerta, ya llevaban unas copas de más o eso pensaba yo al ver sus mejillas sonrosadas y como ponían todo su esfuerzo en caminar.De entre todos ellos una cara me fue familiar, no por tener ningún lazo de sangre en común, más bien, porque aquel hombre pasado de kilos era el mismo hombre que un día me aconsejó borracho que llamase a Cristina.
Supuse que sólo yo recordaba aquello pero mi sorpresa vino cuando sus ojos se abrieron al verme
-Disculpa...- se hizo paso entre la barra- ¿podrías ponerme una copa?-
Me sonreí interiormente, no, no se acordaba.
Le puse la copa que me pidió pero no se separó de la barra. Dio un primer trago y me tanteó con sus ojos. Tenía que sentirme mal por aquel escrutinio a mi cuerpo, pero la realidad era distinta y yo no veía deseo en sus ojos.

ESTÁS LEYENDO
Oficuo
RomanceYa nada ansío Nada mi cabeza logra ya levantar nuevo y hermoso cuando quiero vivir pienso en la muerte y cuando quiero ver... cierro los ojos M.M.