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Aparqué el coche con prisas y llegué a casa cansada, me sentía confusa y nerviosa y repasaba a cada momento todas las situaciones y conversaciones que había tenido con ella. No podía negarme el placer que sentía cuando recordaba mi carne apretada entre los dedos de Cristina pero la pena me invadía cuando pensaba en la importancia que le daba a Kike, aunque en el fondo la comprendía, era su marido, ¿A quién sino debía darle algún tipo de explicación?

La mañana siguiente la pasé en la biblioteca de mi universidad, iba muy atrasada en todas las materias y sabía que en parte era culpa de pasar casi todo el tiempo con la mente ocupada por Cristina. Hugo me recriminaba todos los trabajos y apuntes que se me empezaban a agolpar y yo asentía molesta siendo ya consciente por mí misma de aquello. Decidí quedarme a comer allí con algunos de mis compañeros, ir a casa y volver me haría perder demasiado tiempo.
Entre platos y cervezas de nuevo aquella chica volvió a mencionar el tema de irse a estudiar fuera, ahora tenía más claro que nunca que no quería irme, eso implicaba dejar de ver a Cristina, y no, no iba a ser por mí el hecho de perdernos de nuevo.

Las clases transcurrieron con lentitud y cuando me encontraba en medio de una tediosa explicación sobre cómo representar los sonidos de otros idiomas mediante un alfabeto especial, mi móvil comenzó a sonar. El profesor, un hombre alto y desgarbado, me miró con ojos fusilantes y busqué entre mi bolso nerviosa para apagar aquel aparato. Cuando cesó el ruido la clase olvidó mi existencia allí y de nuevo la voz ronca de aquel hombre inundó la sala. Me extrañó el sonido, no era el mismo de siempre, posé el bolso en mis piernas e introduje mis brazos en él, agarré de nuevo el móvil y vi que aquello que había sonado antes era una alarma de un recordatorio.

-¿Recordatorio? - me pregunté

Yo no tenía nada que recordar en aquel momento ni a aquella hora.
Vi que contenía un pequeño texto y accedí al instante

"Te veo esta noche a las 22:00 detrás del colegio. Si no puedes (y ojalá que puedas) mándame un mensaje. No preguntes.
Cristina"

Un pellizco recorrió mi columna y di un respingo en el asiento, de nuevo los ojos de aquel hombre sobre mí

-¿Señorita pasa algo? - dijo alzando la voz molesto

Negué con la cabeza nerviosa sabiendo que no me importaban lo más mínimo aquellas palabras ni aquel tono. Había cogido mi móvil y había escrito eso, quería verme, quería volver a verme.
El resto de la clase me dediqué a repasar mentalmente en qué momento ella había escrito aquello, todos y ninguno de los momentos me encajaban con aquel acto.

A las nueve y media de la noche deambulaba por el callejón nerviosa, la única farola que daba luz tintineaba haciendo de aquello por unos instantes el reflejo perfecto de la oscuridad de mi cuerpo sin ella. Casi como un leve silbido el sonido de las sirenas de la policía se escuchaba a lo lejos y a su paso los perros del vecindario ladraban como si quisiesen alarmar de algún crimen pasional, y en mi mente, yo justificaba cada acto por amor y los perdonama cómo si mi mano fuese la de Dios en aquellos instantes. El conjunto erizaba mis brazos pero en ese instante yo sólo era luz desbordada y sentía que era capaz de iluminar hasta a la muerte. Apoyada en uno de los coches saboreé aquellos instantes asumiendo que para mí eran los mejores, ella aún no había llegado, nadie aún podía quitármela.

Un coche oscuro se introdujo en la calle y desde el principio de ésta pude ver cómo me hacía señales con las luces, era Cristina.
Paró en seco junto a mí y bajó la ventanilla, desde dentro me sonreía y vi cómo esa noche iba más pintada de lo normal

-Entra- me indicó a modo de orden

Obedecí al instante y me introduje con prisa. Un perfume inundó mi cuerpo, era afrutado, dulce, jóven. Era el perfume de Cristina.
Frotó mi brazo con fuerza y cariño

-Estás helada- añadió

Sonreí mientras negaba intentando restarle importancia, se deshizo de su chaqueta y me obligó a incorporarme para colocarla sobre mis hombros

-Deberías abrigarte más- dijo mientras arrancaba el coche

Puso la calefacción a una temperatura moderada y noté cómo mis miembros se destensaban, encendió la radio y bajó el sonido hasta convertirlo en un pequeño susurro

-¿Dónde vamos? - pregunté después de mucho dudarlo

-A tomar algo- respondió sin más restando importancia a la situación

Sonreí y saqué del bolso un paquete de tabaco. Encendí el primero entre mis labios y se lo ofrecí, lo agarró sin más y se lo llevó a la boca. A mi tercera calada noté sus ojos sobre mí

-Estás muy guapa-

Aparté el contacto visual nerviosa y pareció no importarle

-Te sienta bien esa falda- añadió

La miré y sonreí y noté que comprendía mi nerviosismo. Tiró por la ventanilla su cigarro a medio terminar y posó sobre mi muslo la mano que le quedaba libre. Al principio sólo noté un miembro inerte pero supe que simplemente me estaba tanteando, decidí permanecer estática y comenzó su movimiento. Acarició con el pulgar las medias que llevaba y sintiendo mi silencio cómo un claro permiso se tomó la libertad de apretar mi carne cada vez con más fuerza. Relajé mi cuerpo y no quité la vista del trabajo de su mano. Sus largos dedos y su fina palma estaban tal y cómo la recordaba, jamás pude agarrarlas ni besarlas y un lunar que yacía justo entre dos nudillos me gritaba que quería ser tocado. Bajé mis dedos hasta ella y posé mi mano sobre la suya. Paró en seco y no supe si continuar o alejar mi contacto. Su cuerpo habló por mí cuando noté cómo entrelazaba sus dedos con los míos, me sentí plenamente agradecida de la bienvenida que me daba y decidí seguir acariciando aquel trozo de Cristina. Comenzamos a apretarnos las manos con más fuerza y su palma acabó agarrada entre mis dos manos, que acariciaban cada centímetro cómo queriendo memorizar toda su carne en tan poco tiempo.

-Hemos llegado-

Retiré mis manos de ella pero la suya permaneció unos instantes en el mismo lugar, sus ojos miraban al frente y sus pupilas, que en ese instante estaban perdidas en el espacio, me indicaban que Cristina en aquel momento estaba sopesando alguna información muy grande e importante. Se llevó aquel regalo de mi cuerpo y aparcó con destreza.
Bajó mientras la seguía y después de andar un par de calles en su totalidad vacías paró frente a un letrero luminoso que anunciaba que dentro se servían copas. La fachada era totalmente oscura y discreta y la poca gente que fumaba en las cercanías compartía la misma edad que mi amada. Sentí que me metía en su círculo pero cuando giré mi rostro y vi el suyo tanteando aquella situación supe que era la primera vez en aquel lugar para ambas.

Agarró mi cuello y me obligó a caminar seguida de ella. 

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora