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Teoria de la literatura era una asignatura preciosa siempre y cuando no la impartiese mi profesora. Aquella tarde sus palabras pesaban más que cualquier otra tarde, hablaba alargando las vocales y en un tono tan bajo que parecía que susurraba algún mantra.
Entre mis piernas tenía un libro sobre espiritismo de Allan Kardec que había encontrado en una librería antigua. Me quedaban pocas hojas para terminarlo y pensé que batiría mi propio record personal, leerme un libro en sólo dos días.
La gran puerta del aula se abrió y toda la clase desvió su vista hacia ella, volví de mi ensoñación como la mayoría de mis compañeros pero solo pudimos ver un brazo haciéndole un gesto extraño a la profesora. Ésta salió con una sonrisa en los labios y se ausentó sin decir nada y con prisas. Minutos después volvió a entrar y se disculpó por la ausencia.
Ignoró el párrafo en el que se había quedado de nuestro manual de métrica y sacó unos papeles de su bolso. Se colocó unas gafas rojas y grandes y pasó su dedo por aquel folio, cómo si buscase algo.

-¿Évora? -

Pronunció mi nombre con cierto miedo, cada vez que alguien lo pronunciaba por primera vez lo hacía con cautela y yo era consciente de que mi nombre era un tanto extraño.
Me erguí en el asiento al instante y levanté mi brazo

-¿Podrías salir un momento? -

Sentí como el miedo y la vergüenza se mezclaban por mi cuerpo, consciente de que todo el mundo me miraba. Agarré mis cosas con prisas y me levanté intentando hacer el menor ruido posible

-¿Qué pasa? - me susurró Hugo

Me encogí de hombros y bajé las gradas lo más a prisa posible, quería salir de allí cuanto antes. Le dirigí una mirada a aquella mujer y me devolvió una sonrisa. Me sentí confusa.
Abrí el gran portón esperando encontrar a alguien y la vi justo enfrente sentada en uno de los grandes bancos, de nuevo pellizcaba sus dedos con fuerza.Llevaba unos vaqueros acampanados, un jersey oscuro y una americana roja que resaltaba sus rasgos.
Me miró y sonrió con timidez, me acerqué hacia ella

-Cristina... - susurré

Se levantó al instante y besó mis mejillas

-Évora ¿Qué tal estás? -

Sonreí y mi corazón se expandió por todos lados

-Bien ¿Ha pasado algo? -

Negó con la cabeza y sonrió

-Sólo me apetecía estar un ratito contigo. Te dije que te buscaría en cuanto tuviese un hueco- dijo en un tono aniñado

Sonreí más abiertamente y no quise hacer más preguntas

-¿Qué te apetece hacer? -

-¿Despacho? -

Asentí sin decir más

Se levantó y me indicó con un gesto de cabeza que la siguiese, aquella vez adaptó sus pasos rápidos a los míos y se interesó en el camino por saber qué había hecho aquellos días.
Abrió la gran puerta con una torpeza que me divertía y encantaba a partes iguales

-Siempre se me resiste- repetía cuando volvía a girar la llave probando suerte

Entré seguida de ella que me cedió el paso, cerró y colocó la llave dentro de la cerradura. La miré extrañada

-Para que no nos molesten-argumentó con una tierna sonrisa

Me acerqué de nuevo a aquella gran mesa, sus papeles seguían revueltos sobre ella pero su disposición había cambiado

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora