La mañana del Sábado no probé bocado en el desayuno, un café cargado fue lo único que llevé en mi estómago mientras decidía qué ropa me pondría y lavaba el coche de arriba abajo.
Un mensaje de Cristina me llegó pasadas las cuatro de la tarde, sólo ponía una dirección y una hora.
"Rosa de Luxemburgo número 7. 22:00"
El corazón me palpitó con fuerza al leerlo y corrí hasta mi cuarto encerrándome en él, busqué entre todos mis apuntes y papeles y encontré una vieja carpeta que llevaba algunos años cerrada. Dentro de ésta, descansaba un pequeño cuaderno que años atrás había dedicado completamente a escribir sobre Cristina. Pasé las páginas hasta dar con la que buscaba, era la misma dirección y me recordé años atrás en una tarde de verano a mí y a mis antiguas amigas cogiendo un autobús rumbo a su casa. Nos había invitado a pasar la tarde con ella en su piscina y teníamos que hacer malabares para llegar hasta allí.
Horas antes me acerqué al centro comercial a comprar algo para beber, no quería presentarme con las manos vacías pero me daba más miedo aún no acertar con lo que llevase. Me dirigí directamente a la parte de las bebidas y descarté la ginebra, el ron y el whisky de inmediato. Le pregunté a una dependienta que andaba por allí y me recomendó un vino blanco muy sofisticado. No lo pensé dos veces y salí de allí con las manos ocupadas por una botella y el corazón marcado con un único nombre.
Aparqué con diez minutos de antelación unos metros antes de su casa con el propósito de que si se asomaba a alguna ventana, no me viese allí tan pronto. Me encendí un cigarro y me miré en el espejo del coche para asegurarme de que todo el maquillaje iba en su sitio. Comenzaba a hacer calor y llevaba un vestido de una tela fresca y de color burdeos. Era de media manga y entallado en la cintura lo que hacía que cualquier giro de cadera se viese dificultado por la presión de éste.
Cuando mi móvil marcó las diez me bajé del coche y puse rumbo a su casa.La fachada de aquella casa tenía ladrillos de diferentes tonalidades, una gran verja de un verde oscuro servía de muralla a aquella su morada y un pequeño timbre yacía arriba a la derecha de la puerta principal. Llamé con un gran nudo en la garganta y el corazón a mil por hora.
-¿Quién es? - sonó al tercer toque justo al otro lado. Era su voz
-Évora- dije en un tono cortante a causa de mis nervios
Un chasquido acompañado de un molesto pitido me indicó que había abierto la puerta, empujé con todas mis ganas y se abrió ante mí un pequeño jardín.
El césped estaba cortado y había numerosos juguetes tirados por allí, una pequeña bicicleta aparcada junto a su coche y una piscina en la que probablemente sólo entraba su hijo.Caminé con mis piernas al borde de un precipicio imaginario y comprendí cómo debía sentirse alguien que volvía a caminar después de muchos años sin hacerlo porque yo, en cierto modo, comenzaba a caminar después de mucho.
Escuché cómo la puerta de aquella su casa se abría y me tensé al instante, la vi asomarse en el umbral y cuando sus ojos dieron con los míos me dedicó una sonrisa tan amplia como la calle en la que vivía.-Estás preciosa- dijo con total naturalidad
Aceleré mis zancadas hasta quedar justo enfrente.
Arrancó la bolsa de mis manos y sin mirar en su interior tiró de mi brazo para dirigirme hacia dentro, cuando me giré a mirarla la vi ojear el exterior con sutileza y cerrar intentando hacer el menor ruido posible-He traído algo de beber- dije nerviosa
Sonrió y abrió la bolsa sin moverse del sitio
-Alcohol ¿no? - dijo regalándome una sonrisa con picardía

ESTÁS LEYENDO
Oficuo
RomanceYa nada ansío Nada mi cabeza logra ya levantar nuevo y hermoso cuando quiero vivir pienso en la muerte y cuando quiero ver... cierro los ojos M.M.