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Marzo ardió desapareciendo en el calendario y Abril comenzaba a escaparse entre los dedos de la gente. No supe nada de Cristina en aquellas semanas y mis cuentas me indicaban que llevaba sin verla más de un mes. No recibí ninguna llamada y no hice el ademán de buscarla sintiendo que el ansia que tenía por ella podría llegar a agobiarla.

Los pasillos de la universidad no me la traían de vuelta y me sentaba en mi hueco del jardín de siempre, por si tal vez, me veía desde alguna ventana y decidía buscarme como yo la buscaba con mis ojos a ella.

Me tocó trabajar aquel fin de semana y me alegré de aquello, estaría tan ocupada que no podría pensar demasiado en nada, reconocí que había invertido casi todo mi tiempo y de una manera progresiva en pensar en Cristina.

Llevaba con el coche dos semanas y se me hacía difícil conducir cuando estaba sola, sentía miedo de tener un accidente por mi culpa pero era consciente de que no me importaba matarme si era debido a la acción de otra persona. Morir me era indiferente pero matar significaba llevar el peso de algo que no sería capaz de soportar.

Aparqué en una calle cerca del bar, intenté poner el coche de manera que horas más tarde la maniobra para salir de allí fuese más sencilla e invertí quince minutos en meterlo de culo entre dos mercedes oscuros que ya estaban aparcados.

Llegué cinco minutos tarde pero Kadu no me dijo nada, el bar estaba casi vacío y me metí en la cocina poniéndome los tacones con prisas. Me recogí el pelo en una pequeña cola y me metí en la boca dos trozos de pizza que me había calentado

-Come antes y no vayas con prisas-

Me decía mientras veía como intentaba abrochar mi tacón con torpeza. Le sonreí fallando de nuevo en mi intento y se agachó para cerrarlo. Me atraparon los nervios cuando sentí el tacto de sus grandes manos en mi tobillo. Cuando lo abrochó se levantó sin darle importancia y salió de la barra para hablar con algunas personas que entraban por la puerta.

Me coloqué en la barra y organicé las botellas de alcohol a mi gusto, así me sería más fácil momentos después alcanzarlas.

Aquella noche el bar estaba lleno de gente joven, la mayoría tenían alguna edad cercana a la mía y pedían copas a cada segundo. Llegó un punto en el que la gente se hacinaba en las esquinas y pensé que tal vez habíamos pasado el aforo que teníamos permitido pero Kadu no dijo nada. El día anterior no habíamos hecho mucha caja así que probablemente estaba intentando recuperar el dinero aquella noche. A las cuatro de la mañana sentí que no podría dar ningún paso más con los tacones pero sabiendo que solo quedaba media hora para el cierre hice el esfuerzo sobre humano de aguantar los zapatos. Pasó el tiempo más rápido de lo que esperaba y cuando me di cuenta estaba limpiando las mesas y colocando las sillas sobre ellas. Kadu contó la caja y me dio el dinero que me correspondía

-¿Vas a salir?-

Preguntó mientras ultimaba la barra colocando a una distancia completamente estudiada las pequeñas macetas decorativas

-No creo. Estoy muerta- dije entre risas

Asintió sonriente

-¿Cómo te vas?-

-He traído el coche-

Hizo una pausa mientras asimilaba que ya no volvía en autobús. Metió su mano en el bolsillo y vi como buscaba algo entre las monedas que sonaban. Sacó un pequeño plástico y se acercó a mí hasta guardarlo dentro de mi bolso, que colgaba en mi hombro medio abierto

-Para que puedas relajarte antes de dormir-

Me extrañó aquello y sentí la curiosidad de mirarlo al instante, pero no dije nada y le sonreí

-¿Dónde has aparcado el coche?-

-Aquí al lado, en una calle paralela-

Me miró pensativo y apagó las luces mientras se dirigía y me conducía apretando mi hombro hasta la puerta de salida

-Te acompaño- sentenció

Nos dirigimos en silencio hacía el lugar donde estaba aparcado mi transporte y lo reconocí gracias a los dos mercedes que aún seguían custodiando mi coche.

Kadu se despidió mientras me premiaba con palabras el trabajo que había hecho aquella noche y yo me monté sonriendo contenta por sentir que alguien reconocía mis esfuerzos.

Arranqué y encendí la radio, la conecté al móvil y busqué la canción que sonaba aquel día que fui a comer con Cristina, aquella melodía me arrancó un suspiro acompañado de una sonrisa melancólica. Quería volver a verla, echaba de menos mis conversaciones con ella, echaba de menos su profundidad en temas mundanos y la importancia que le restaba a los grandes enigmas de la vida. Echaba de menos que me riñese como si aún tuviese alguna potestad sobre mí y es que era verdad, ella podría hacer de mí lo que quisiese sin si quiera percatarse de ello.

Giré hasta salir del centro y me acerqué a un establecimiento de comida rápida veinticuatro horas. Compré todo lo que pensaba que podría tragar y lo coloqué con cuidado de no derramarlo sobre el asiento del copiloto. Arranqué de nuevo y decidí salir de la ciudad, no tenía apenas sueño y el dolor de pies de momentos antes había desaparecido casi por completo. Llegué a las afueras del aeropuerto y me introduje por un camino que no estaba asfaltado, ya había ido a aquel lugar antes pero esa vez lo hacía sola y era yo la que conducía. Aparqué en una esquina de la gran explanada donde aterrizaban los aviones y por un segundo sentí miedo de entorpecer algún aterrizaje y acabar en la cárcel. No me duró mucho aquello y cuando le di el segundo mordisco a mi hamburguesa ya apenas me preocupaba nada. Terminé la cena sintiendo que vomitaría en cualquier momento. Bajé las ventanillas y tiré de la palanca del asiento para tumbarme. Me quité los zapatos y saqué mis pies desnudos por la ventana, sentía el aire aún frío de la madrugada rozar mis dedos y el placer fue infinito. De nuevo encendí la radio y de nuevo sonó aquella canción. "Ballrooms of mars". La tarareé mientras planteaba qué haría ahora, qué haría aquella noche, qué haría el resto de mi vida.

Busqué en mi bolso el paquete de tabaco sin cambiar de postura y mis dedos dieron con algo que tenía olvidado dentro, lo saqué y abrí la pequeña bolsa transparente, su fuerte olor se metió en mis fosas nasales y pensé que aquel era el momento idóneo para darle el uso con el que llegó a mis manos. Busqué de nuevo en el bolso y encontré los pequeños papeles que se usaban para liar tabaco. Cogí del paquete un cigarro y arranqué la boquilla, tiré el contenido del paquete en la palma de mi mano, de nuevo lo olí, ya no era tan fuerte el aroma. Lo mezclé entre mis dedos con el contenido del cigarro hasta formar una mezcla homogénea y luego lo enrollé en el papel con torpeza. Hacía mucho tiempo que no practicaba aquello.

La primera calada quemó mi garganta. Puse de nuevo aquella canción y a la quinta noté como mis ojos se adormecían. Cristina apareció entre el humo que se formaba sentada a mi lado, no gesticulaba palabra, solo me miraba con un gesto serio. Le sonreí a su recuerdo sin importarme que me viese haciendo aquello. Fijé mis ojos en ella y me sorprendí de la nitidez de su cara.Podía ver sus ojos, su lento pestañeo. Acerqué mi mano para tocarla y se desvaneció entre el humo que se escapaba de mis dedos. Pensé que si no había posibilidades de verla más, aquella sería la única manera de acercarme al menos a su sombra. Tarareé la canción bajo su mirada, de nuevo estaba allí y no me importó parecer ridícula a sus ojos. Noté como resbalaba una lágrima por mi mejilla y me giré de inmediato para que ella no me viese.

-Lo siento- alcancé a susurrarle a la nada

No quería regalarle ni una sola lágrima ni a ella ni a su recuerdo. Cuando volví mi vista hacia el asiento del copiloto ella ya no estaba allí, pero supuse que por simple lástima había decidido irse dejando su aroma a lilas dentro de mi coche. Tiré la colilla por la ventana y subí las ventanillas para que no se escapase el aroma de Cristina.

Me quedé medio dormida en el asiento y cuando desperté comenzaba a ver la carrera del sol para llegar hasta lo más alto. Miré mi reloj, las seis y cuarto. Arranqué el coche con prisas y puse rumbo a casa deseando que no hubiese ningún control de la policía y que mi madre no se hubiese despertado para ver si yo había llegado.

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora