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Salí de allí apretando la nota entre mis dedos y así permaneció las dos semanas restantes en las que no supe nada de ella.
La llamé un par de veces a horas que pensaba que tal vez eran su "minuto de estar a solas" pero nunca cogió el teléfono. Me sentía asustada por ella y a alerta ¿Qué pasaba?
Conocía a Cristina y sabía que siempre contestaba a las llamadas o al menos las devolvía más tarde, incluso las veces que no quería hablar conmigo.
Algunas noches escuchaba las vibraciones de mi móvil bajo la almohada y me sobresaltaba esperando que fuese ella, luego encontraba un mensaje de Raquel o alguna llamada en la que me decía que se había pasado por el bar y no me había visto. Volvía a guardar el móvil frustrada y continuaba con mis pesadillas en las que yo sabía que ocurría algo aunque en realidad no ocurriese nada. Finalmente decidí no llamarla más y esperar a ver si aparecía en algún momento haciendo como que no sucedía nada, así era al menos el modo en el que lo había estado haciendo desde que nos veíamos.

Ese Sábado de primeros de Julio una chica que apenas me conocía de mi clase tuvo la delicadeza de invitarme a una barbacoa que hacía por la noche en su casa. Le agradecí el gesto pero negué un par de veces su invitación. Sólo Hugo logró convencerme para asistir con la excusa tonta de querer hablar de muchas cosas conmigo y del tiempo que llevábamos sin vernos. Accedí entonces y a regañadientes y me propuse llegar tarde sólo para estar el menor tiempo posible allí. Cuando Hugo me mandó la dirección un pellizco recorrió mi columna, era cerca de casa de Cristina. Fue entonces cuando me apresuré lo máximo posible y arranqué el coche dando casi un latigazo que me deja clavada en el sitio.
Las primeras carreteras las recorrí al doble de la velocidad permitida y aunque le intentaba razonar a mi corazón y decirle que sólo íbamos a la barbacoa de una casi desconocida, él no atendía a razones y se desvocaba pensando que nos dirigíamos a la casa de la que una mañana salimos y al segundo quisimos volver.

Unas gotas mojaron la luna de mi cristal y entonces puse una relación de marchas más corta y bajé la velocidad. Estaba lloviendo. Las tormentas de verano me gustaban cuando por alguna casualidad se daban en el momento en el que yo estaba en las orillas de alguna playa, pero hacía muchos años que yo no salía de vacaciones y más años aun que no pensaba en el miedo que me causaban.
Un rayo rompió el silencio de mi cuerpo y di un volantazo asustada en medio de una calle residencial. Paré el coche y puse el freno de mano para pensar unos instantes. Me miré en el espejo, mi cara horrorizada no hacía justicia a aquel pintalabios tan bonito que me había prestado Marta.

Una sombra pasó frente al capó y colocó sus manos sobre él para apoyarse, yo casi ni pude ver su perfil que se alejaba. Me quedé en el arcén temblando mientras observaba. Unos zapatos que alzaban ligeramente su figura, unas piernas morenas en las que la virtud yacía acunada y un vestido de un fondo blanco con un estampado de flores. "De un fondo blanco, con un estampado de flores..." pensé
Y entonces lo comprendí todo.

Andaba sola y encogida de brazos por la acera, sus pies se tambaleaban con la misma torpeza de siempre y su pelo ondeaba por culpa de las fuertes ráfagas de aire. Me quedé paralizada sin saber qué hacer, esperaba que alguien, más bien su marido pensó mi mente, apareciese en su ayuda. Veía su figura alejarse y por la lentitud de sus pasos deduje que no se dirigía a ningún sitio en concreto. Entonces reaccioné

-¡Cristina!- grité cuando bajé la ventanilla

Pero su cuerpo estaba ya lejos de escucharme. Apreté mis dedos dentro del coche nerviosa y finalmente arranqué a toda prisa.
Cuando me acerqué a ella bajé la ventanilla del copiloto y volví a gritar

-¡Cristina!-

Siguió su rostro sin dirigirse a mí y esta vez supe que me había escuchado. Aceleró el paso y giró al final de la calle introduciéndose en otra casi igual.
Aceleré mi coche y dí un volantazo hasta quedar frente a ella. Se paralizó asustada y abrió sus manos enseñándome las palmas.
Me bajé a toda prisa mientras las gotas de lluvia comenzaban a chorrear por mi pelo

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora