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Aquella noche la pasé con el móvil bajo la almohada, las dos únicas horas en las que pude descansar algo hicieron que a la mañana siguiente un dolor de cabeza no me dejase ni moverme. Aún así, no aparté mi mano del teléfono durante todo el día. Pensé varias veces en llamarla a ella o a su hermana pero eso tal vez podría causarle alguna pregunta demasiado indiscreta y no quería aquello.
Antes de la cena mi corazón se desbocó viendo el número de su hermana en la pantalla

-¿¡Qué tal está?!- respondí sin ni si quiera saludarla

Creo que sonrió al otro lado y luego contestó

-Bien, está bastante bien. Te llamaba, Évora, para que te quedases tranquila. Ella así me lo ha pedido-

-¿Puedo hablar con Cristina?-

Dudó unos instantes y escuché una voz a su lado

-Sí, voy en un segundo- le dijo a aquella persona

-Está aquí Guille con ella... No creo que sea buena idea-

Y aunque mis ánimos se derramaron por el suelo me sentí feliz sabiendo que ella seguramente en ese momento también lo estaba.
Tardé demasiado en contestar y ella volvió a hablar

-Mañana seguramente ella te llamará- dijo sin más y pensé que tal vez y le importaba incluso que yo no me sintiese mal por ella

-No te preocupes, con que esté bien me basta-

Y en ese instante su risa se hizo tan nítida que pude verla reflejada en el espejo del baño en el que me miraba

-Que tengas buena noche, Évora- dijo sin más

-Gracias por todo, Alicia-

Y su llamada se cortó antes de que pudiese pedirle que la cuidase por mí

A la mañana siguiente desperté de mejor humor, mi corazón latía esperando volver a escucharla al otro lado. José me invitó a merendar a su casa pero rechacé la invitación solo por poder tener un tiempo a solas para hablar con ella. Justo después de la comida, me llamó

-Évora- dijo incluso antes de que yo pudiese hablar

Y todas las palabras de ánimo, todo el apoyo y todo lo que tenía en mente, se esfumó sólo al sentirla al otro lado. Un nudo se me encogió en el estómago y noté que su voz era más ronca de lo habitual

-Cristina...- dije sin más sabiendo que en cualquier momento rompería en lágrimas

-Estoy bien, ha salido todo bien- dijo como si en aquel instante me estuviese viendo al borde de las lágrimas. Y pensé, en cómo incluso en la distancia, era capaz de leerme

-Cristina fui a verte-

-Y te vi Évora, sé que estuviste ahí-

-¿De verdad ha salido todo bien?-

Escuché una risa desde el otro lado, se había acostumbrado a mi constante incertidumbre

-Aún no tengo ningún resultado, pero la operación ha salido bien. Los médicos dicen que han podido quitar todo-

Sonreí y una lágrima rodó a mis labios, esa fue mi única merienda aquel día

-¿Cuándo podré verte?-

Pensó unos instantes pero respondió contenta

-¿Mañana?-

-¿A qué hora? ¿Puedo ir temprano?-

Río al otro lado

-Puedes venir cuando quieras, Évora-

A la mañana siguiente aparqué con nervios justo en la puerta del hospital. Entré nerviosa, volvía a verla, y por fin, ya volvería a poder verla siempre.

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