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Respondí a su mensaje a la mañana siguiente. Le dije que no pasaba nada, que estuviese tranquila y que gracias por las flores. Después de eso, hizo un silencio de una semana en la que dediqué mis mañanas y mis tardes a estudiar.
Las noches las pasaba saliendo con mis amigos y a veces se unían Raquel y los suyos.
No podía decir que estuviese mal, porque no lo estaba. Lo pasaba bien con ellos, me sentía cómoda y tranquila, sobretodo eso, tranquila. Pero en el fondo, sabía que no estaba del todo feliz.
A veces pensaba en ella cuando sin querer entre las luces de algún bar los mechones de Raquel me confundían. Quería saber cómo estaba, con quién estaba y si se estaba cuidando. Me tentó un par de veces el hecho de llamarla o mandarle algún mensaje, pero al recordar el silencio que hizo al otro lado, preferí no molestarla y esperar a que volviese a hacer "su aparición triunfal" en la que fingía que nada pasaba.
Volví a ir a casa de Raquel, realmente casi todas las noches acababa allí. Reíamos y charlábamos de todo y nada hasta que amanecía. Tenía que asumir que me comenzaba a sentir cómoda a su lado, que empezaba a intentar cuidarla y a dejarme cuidar un poco. Pero sabía que todo aquello seguía siendo mentira porque cuando más la disfrutaba es cuando verla a ella me recordaba a otra persona.

Aquel viernes tenía que volver a ir a trabajar, la semana realmente la había sentido como unas pequeñas vacaciones de excesos pero sorprendentemente tenía las pilas cargadas.
Pasó la noche con rapidez, con el bar lleno como casi siempre, y bien entrada la madrugada, después de mirar mil veces el reloj, un grupo de hombres medianamente desaliñados entraba por la puerta.
Charlaban acaloradamente y entre risas. Se colocaron en una esquina de la barra y de todas las caras que no lograba ver, una se hizo paso y me pidió mil copas para repartir entre todos.
Cuando las serví continué con mi tarea de ordenar las botellas y dejar parte del cierre limpio y listo.

-Perdona-

Giré mi cuerpo risueña hasta que lo vi

-¿Eres Évora, verdad?-

Asentí y más que mirarlo a él, miraba a todos lados buscándola a ella

-No viene conmigo- Dijo en un tono serio

-¿Qué necesitas?- respondí cortante al sentir odio hacia ese hombre y la vergüenza de saber que me había descubierto

-Hablar- soltó sin más

Le hice un gesto con la cabeza y me deslicé hacia la otra esquina de la barra. Él se sentó en uno de los taburetes

-¿Qué relación tenéis Cristina y tú?- soltó

Antes de contestar, giré mi cabeza hacia el grupo de hombres. Todos nos miraban "disimuladamente"

-¿Qué vienes buscando?-

-Saber qué le pasa a Cristina-

-Entonces le estás preguntando a la persona equivocada-

Mordió sus labios frustrado

-Sé quién eres. No desde hace unos meses. Desde hace años. Me acuerdo cuando Cristina te trajo a casa con otras chicas. Me acuerdo cuando Cristina me contaba quién eras-

Y en el fondo, aunque para él fuese un reproche, para mí era una ilusión gigante escuchar eso

-¿Y? Era su antigua alumna-

Negó con la cabeza

-Eso no me importa-

-Entonces... te vuelvo a repetir ¿Qué estás buscando de mí?-

-Saber por qué Cristina ahora está contigo así-

-¿Así cómo?-

-Deja de hacerte la estúpida- Dijo alterándose

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora