25

3K 245 87
                                    


-Oye, pues contra todo pronóstico se come bien en este sitio-

-¿Contra todo pronóstico? - dije mientras observaba cómo limpiaba sus labios con una servilleta

Me sonrió con picardía mientras terminaba de masticar su último trozo de merluza y yo le devolví su sonrisa.

Miré de nuevo a aquel lugar, el sol había movido su recorrido y ya no me quemaba tanto como antes, la brisa hacía bailar las pocas plantas de aquella explanada y dos olivares servían de sombra a pequeños pájaros que revoloteaban alrededor. De entre todos ellos de nuevo sonó su graznido, allí estaba él, mi pequeño pajarillo negro, volaba con más soltura y su tamaño se había duplicado. Me sonreí interiormente, aquel no era el mismo pájaro pero yo así quería imaginarlo

-¿Qué te entretiene tanto? -

La miré volviendo de mi ensoñación y sus ojos me recibieron acunándome

-Nada- negué con la cabeza

Se recostó en su asiento y volvió a colocarse el pelo en su sitio. Miró su reloj de muñeca

-¿Qué te gustaría hacer ahora? -

La miré sorprendida, quería quedarse más tiempo a mi lado

-¿Qué te gustaría hacer a tí? -

Se encogió de hombros y me miró con timidez

-¿Hay algún sitio... -paró y masticó sus últimas palabras- dónde podamos tumbarnos un rato? -

Un nudo se apoderó de mi pecho y mi mente comenzó a trabajar a toda prisa

-¿Te gusta el agua? -

Abrió sus ojos sorprendida pero su cuerpo avanzó hasta llegar al borde de la mesa, pude fijarme en que sus pechos quedaron apoyados sobre ésta. Aquella blusa que se remangó momentos antes se ajustó a su cuerpo y su forma fue en ese instante más nítida que nunca. Tuve que reprimir mis ojos para no hacerla sentir incómoda y para no descubrirme, cayendo en la cuenta entonces de cuánto había logrado Cristina averiguar de mí

-Me encanta el agua-

Le sonreí, agarré mi bolso y me levanté con prisas preocupada de que ella pudiese adelantarse a pagar la cuenta. Cuando salí de allí la vi apoyada en mi coche y fumandose un cigarro, me miraba con un gesto serio y jugaba con la boquilla entre sus labios

Arranqué nerviosa sin saber exactamente dónde podría llevarla, pasábamos metros y metros de un campo desértico en el que sólo había cultivos, el sol pegaba con fuerza y puse el aire en el coche, miraba hacia todos lados buscando alguna salida que diese a algún lado. Cristina miraba risueña por la ventanilla y a mí me pareció que pensaba en voz alta porque su cuerpo me susurraba cosas que su boca no decía

-¡Ahí! Entra por ahí-

Miré hacia dónde su dedo me indicaba e introduje el coche sin preguntar si quiera, el aparato comenzó a vibrar debido a la grava del camino y finalmente salimos a un recinto por el que pasaba un río que vivía casi estático. Aparqué y la miré sin saber qué hacer

-Me gusta este- dijo mientras abría la puerta

Me bajé tras ella y andamos unos pasos

-¿Y si viene alguien? - pregunté preocupada

-Corremos- dijo con una sonrisa maliciosa

Después de inspeccionarlo todo nos sentamos junto a la orilla, algunos árboles hacían sombra y aunque el calor no había desaparecido la brisa que emanaba de la orilla era fresca

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora