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Cuando el sol desapareció ví cómo los padres y algunos profesores comenzaban a recoger las cosas. Plegaban las mesas y tiraban los platos a una gran basura improvisada, los chicos se amontonaban en la puerta esperando el aviso para irse. Se notaba que para ellos la fiesta comenzaba ahora. Salí seguida de Marta y Laura y nos despedimos de sus respectivas familias.
Escuché cómo discutían el modo de irse hasta el centro y al final acabó ganando por votación lo más sensato, ir en autobús.
Los profesores salieron y algunos se despidieron de los alumnos, otros, sin embargo, se agrupaban con ellos y comenzaban a hacer bromas entre risas. Ví cómo Cristina salía y buscaba a alguien con los ojos, cuando dió conmigo se acercó disimuladamente

-¿Dónde tienes el coche? - preguntó discreta

-Dos calles más atrás -

Me miró y asintió, no estaba tan molesta cómo antes pero no había cariño en su mirada

-Vale. Ofrece tu coche para llevar a alguien y yo diré que voy contigo ¿Vale? -

Asentí sin decir más, no podía haber otra mejor forma de hacerlo

Cómo ella me pidió ofrecí mi coche y justo después de terminar la frase ella respondió en voz alta que iría conmigo, cuando la mayoría escuchó nuestra conversación ví como el aire de su rostro se tornaba satisfecho. Marta se acercó y me dijo que llevaría a su hermano y algunos amigos, Laura también llevaba gente en su coche y los demás profesores prefirieron dejar sus vehículos allí e ir en autobús

-¿Vamos? - le dije cuando ví que la gente comenzaba a dispersarse

Asintió y emprendimos el camino

-¡Évora! - escuché que alguien me llamaba y me giré, era mi hermana

Se acercó junto a Blanca corriendo hasta nosotras y cuando pudo ver que era Cristina quién me acompañaba se borró la risa del rostro de ambas

-Hola seño...- repitieron a coro con gesto sumiso

Cristina sonrió y las miró, luego consultó su reloj

-¿No es un poco tarde para vosotras?-

Un pellizco recorrió mi espalda al verla así, su tono maternal y la necesidad de seguir siendo responsable de ellas fuera del aula me derretía

Celia me miró con ojos suplicantes

-Évora... ¿Podemos ir con vosotros? -

Negué al instante con la cabeza

-Mamá no te deja estar a esta hora en la calle-

Miró a Cristina que compartía en sus ojos la misma dureza que yo

-Pero si llamas a Mamá y le dices que estamos contigo y con la seño seguro que sí nos dejan-

Miré a Cristina y sus ojos estaban en mí, por un momento noté una complicidad y una ternura compartida

-Celia no podéis venir. Es muy tarde y todavía no sois mayores-

Se cruzó de brazos resignada y supe que el hecho de tener a Cristina delante la contenía, la misma conversación pero en casa hubiese supuesto un berrinche de gritos.

Desaparecieron de allí refunfuñando y miré a Cristina que no apartaba la vista de ellas

-Qué prisa tenéis por crecer- dijo sin más

Arranqué el coche en silencio, no dijo nada pero me ofreció un cigarro que acepté con gusto. A mitad de camino se decidió por hablar

-¿Estás con alguien? - nunca se había caracterizado por la sutileza de sus palabras

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora