Oficuo

28

-¿En qué piensas? -

-En nada-

-Siempre dices que no piensas en nada -

-No siempre pienso-

Sonrió vencida

-Mira-

Clavé mis ojos en los suyos y seguí la misma trayectoria que ellos, me mostraba una de las palmas de la mano. La agarré y la acaricié con suma delicadeza

-¿Qué te ha pasado? -

Se encogió de hombros

-Me he cortado-

-¿Cómo? -

Acarició su palma e hizo presión justo al lado de la incisión, la sangre comenzó a brotar y pareció no importarle

-¡¿Qué haces?! -

Volvió a encogerse de hombros con suma tranquilidad
Agarré sus manos nerviosa intentando pararla, me miró y sonrió con lágrimas en sus ojos

-Cristina ¿Qué te pasa? -

Comenzaron a caer en picado las gotas y mojaron sus labios

-Me voy- dijo compungida

-¿Te vas? ¿Dónde? -

-Me voy- repitió cómo si no me hubiese escuchado

El graznido de un ave me hizo apartar la atención de ella, todo era oscuridad en ese instante, miraba a todos lados buscando un punto que me diese un poco de profundidad en aquel escenario. Cuando me di por vencida en mi trabajo volví mis ojos al sitio inicial. Cristina había desaparecido y mis manos sólo agarraban aire, humo.
Me levanté de aquel espacio indescifrable nerviosa y corrí por lo que sentía que era suelo mientras gritaba su nombre. Una risa sonaba a lo lejos y una puerta se cerraba dejando un eco que me perforaba los tímpanos.

Me levanté casi de un salto y me incorporé en la cama, el sudor caía por mi cuerpo y pasé mis manos por el torso intentando apartarlo. Miré la hora en el móvil, las cinco de la mañana, mi respiración aún no había vuelto a la normalidad y sentía que mis miembros temblaban sin control y unos escalofríos recorrían mi columna. Intenté relajarme controlando mi respiración pero cualquier esfuerzo me resultaba imposible.
Me levanté intentando hacer el menor ruido y me dirigí al baño, empapé mi cara en el agua helada del grifo y me miré al espejo. Mi rostro no tenía la mínima expresión de algún sentimiento y el no sentir era lo que me daba más miedo.
No contenta con ello me arranqué el pijama con violencia y me introduje en la ducha, el agua ardiendo cayó por mi cuerpo y un calambre me hizo encogerme. Me senté en la placa de la ducha y me abracé a mis piernas, los temblores comenzaron a aumentar y mis piernas y mis brazos tenían vida propia y distinta. Apoyé la cabeza en mis rodillas y me dejé llevar, una furia salió de mi estómago y vomité la cena sobre mis muslos, no recuerdo cuántas veces repetí aquello pero para cuando terminé y fui consciente, los restos de aquel líquido desaparecían por el desagüe. Apoyé la cabeza en la pared mientras el agua caía, ya no temblaba pero aún seguía sintiendo miedo, suspiré profundamente y cuando dejé salir el aire también se escaparon aquellas lágrimas que llevaba tanto tiempo escondiendo

-Tienes muy mala cara-

Froté por enésima vez mi frente

-He dormido mal-

-No hace falta que lo jures-

Sonreí frustrada

-¿Podrías explicarme otra vez esto? -