15

3.3K 231 41
                                    


Un número extraño no paró de llamarme en aquellos días. Pensé en cogerlo más de una vez pero sabía que la persona que estaba detrás de aquellos dígitos que yo no conocía, tenía la posibilidad de mandarme un mensaje si de verdad era algo importante. Aquel Jueves volvió a llamar, como siempre a la hora que solía hacerlo, yo estaba tirada en mi cama, rodeada de libros absurdos sobre lenguaje corporal que ahora eran mi fetiche u obsesión. Cogí el aparato y miré la pantalla, ya sabía qué numero era casi de memoria. Me irritó tanto que me hubiese interrumpido en mis labores que decidí que descolgaría solo para gritarle que dejase de molestarme. Descolgué sintiéndome nerviosa y por un momento pensé que podría ser Cristina desde otro teléfono, tal vez le pasaba algo y por eso no había sabido nada de ella.

-¿Quién es?- dije en un tono relajado

Pensaba que si era Cristina no querría que me escuchase molesta

-¿Évora?-

No reconocí esa voz y me extrañó la delicadeza con la que pronunció mi nombre

-¿Quién eres?- pregunté al instante

-Raquel- dijo en tono seco

Su rostro volvió a mi mente como un rayo y el recuerdo me plantó en la noche en la que le di mi número. Aquel recuerdo también dejo entrever otro más oscuro, fue la misma noche en la que Cristina me tocó con mis manos

-¡Ah!- fingí una sorpresa que realmente no sentía- ¿Qué tal estás?-

Hizo una pausa antes de contestar

-Bien. Siento haber llamado tan tarde, he estado liada, ¿Cómo estás tú? Te he llamado varias veces esta semana-

No supe qué responder y me inventé una excusa tonta contándole que había estado muy ocupada. Me propuso quedar aquel fin de semana y al principio me mostré reticente, no me apetecía verla en absoluto. Insistió varias veces y aunque yo intentaba negar de nuevo y despedirme, acabé aceptando solo para poder colgar cuanto antes.

--------------------------------

El Sábado esperé ansiosa que mi jefe me llamase para decirme que debía trabajar aquel día, así podría excusarme de no verla, pero era consciente de que pocas veces me llamaba en Sábado si no lo había hecho también en Viernes.

Me vestí con apatía retardando mi salida el mayor tiempo posible, me sentaba a cada instante sobre mi cama y miraba la pantalla, intentaba decidirme en llamar y decirle que no podríamos vernos aquella noche pero me irritaba admitir que me sentía siempre incapaz de decir que no a algo que realmente no quería.

Quince minutos después me metí en el coche y arranqué rumbo al lugar donde habíamos quedado, era un pequeño restaurante en la parte de la ciudad donde siempre estaban los bares a los que Jose denominaba "de bohemios". Llegué con diez minutos de retraso y me apresuré en buscar el nombre en los letreros. Di mil vueltas por la calle y me negué a mí misma el preguntarle la dirección a alguien, me gustaba arreglar las cosas sola. Finalmente, en una esquina casi escondido lo vi, era pequeño y fuera solo había dos mesas pintadas de un azul oscuro a conjunto con las sillas. Me puso nerviosa el pensar que debía entrar y buscarla con la vista, de nuevo quise escapar, pero habiendo llegado hasta allí decidí que lo mejor sería al menos disfrutar de una buena cena.

Entré a paso lento, el local era más grande en el interior, estaba poco y mal iluminado y no distinguía con exactitud las caras de la gente. De las paredes colgaban cuadros y pequeños lienzos, en algunos aparecían mujeres desnudas, en otros artistas famosos. Caminaba entre las mesas hasta que a dos pasos de mí vi como una figura se levantaba a recibirme, era Raquel. Me sonrió y me dio dos besos con prisa y decisión. Me hizo un gesto para que la acompañase a sentarnos y yo la obedecí

OficuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora