Todas las flores nacen en Mayo, y yo, supersticiosa, comencé a tenerle miedo al invierno.
Agarré aquel bolso roído del tiempo que encontró mi madre bajo la lavadora, lo olí de nuevo agradeciendo aún su perfume limpio. Abrí su cremallera con ansiedad y busqué entre mis cosas con prisas, encontré aquella antigua carpeta llena de folios y desabroché su cierre al instante. Antes de comenzar a escribir saboreé con mi cuerpo los rayos de luz que me regalaba aquel día, quedaba poco para que llegase el invierno y como anticipando el suicidio de una primavera o verano casi por terminar, intenté robarle al tiempo su fragancia y esconderla dentro de mí los segundos que mis pulmones me dejasen disfrutarlo.
Bajé de nuevo la vista a aquellos papeles, releía mis antiguas cosas y no podía evitar que una sonrisa se me dibujase. Levanté la vista al instante ruborizada y observé con nerviosismo mi alrededor, me descubrí sintiendo que hacía algo malo.
Volví a empuñar de nuevo el lápiz y sentí que apuñalaría el pequeño folio en cualquier momento, cuando sin pensarlo, vi su nombre en una de las páginas. Lo deletree en silencio rozando con suavidad la lengua entre mis dientes, como invocando a un demonio, y me sentí confusa al pensar que hacía bastante tiempo que no lo intentaba.
En un instante, todo me vino a la mente. Como una pelicula francesa de bajo presupuesto que al paso de los años se iba convirtiendo en un simple corto. "Tempus fugit" me recordé y la recordaba repitiendo continuamente. Y me reproché no haberle dado a esas palabras la importancia que tenían en aquel instante, importancia que resonaba en eco en todos los vacíos que mi mente dejaba al intentar evocar algunos de los instantes.De cuatro patas tu nombre
siete vidas yo daría
y en tu vértice del roble
mis miedos anidaríaEn tu cuerpo acartonarse
mantra yo repetiría
porque siempre te quedases
mi alma al diablo venderíaLo releí varias veces, negué con la cabeza con un gesto absoluto de desaprobación. No, no es bueno, me repetí. Y como en un acto mecánico envolví aquellas palabras entre líneas difusas, no paré hasta que dejé de diferenciar las letras.
Miré el reloj, ya me retrasaba diez minutos. Sorprendentemente no me importó lo más mínimo, volví a robarle un trozo de sol al tiempo, lo escondí entre mis labios y me levanté tirando de la bolsa con una prisa mal contenida, ésta se irguió golpeando mis piernas, como si se negase a irse de aquel lugar, como si me gritase que quedarme allí era lo mejor que podía hacer aquella mañana. Deseché la idea de descifrar mensajes imaginarios de objetos inanimados y salí de allí abriéndome paso entre el trozo de césped y las rocas.
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Oficuo
RomanceYa nada ansío Nada mi cabeza logra ya levantar nuevo y hermoso cuando quiero vivir pienso en la muerte y cuando quiero ver... cierro los ojos M.M.