Capítulo 2.

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NARRANDO DANIEL.

Entra también mi padre adoptivo, esto empezará a ser un interrogatorio, saben que no lo soporto, siempre me ponen muy nervioso con sus preguntas y acabamos bastante mal.

— No preocupes a tu madre así, Jesús y tú sois unos irresponsables. —Ataca mi padre adoptivo.

— Somos jóvenes, sabíais como éramos cuando quisisteis adoptarnos, ahora no vengáis con esto. —Ataco.

— Queremos lo mejor para vosotros. —Añade él.

Paso la mano por mi cabeza hasta tocar mi nuca nervioso, no soporto que me traten como un crío, lo saben perfectamente pero no dejan de hacerlo.

— No somos los hijos que queríais ¿Vale? No lo seremos nunca. —Me encojo de hombros.

— Hijo. —Dice mi madre adoptiva bastante triste.

— Quiero ducharme ¿Puedo? —Respondo cortante.

Camino con la ropa en la mano hasta el baño, cierro la puerta con pestillo para no tener que seguir escuchándolos, me miro al espejo, mi nuevo tatuaje me rodea todo el cuello, es cierto lo que dicen, cuando empiezas no puedes parar. De repente llaman a mi móvil, lo cojo poco después.

LLAMADA TELEFÓNICA.

— Te he dicho mil veces que no me llames por aquí ¿Eres gilipollas? —Pregunto furioso.

— Perdóname, era urgente. —Responde Víctor.

— No me importa que tan urgente sea, no vuelvas a llamarme aquí. —Digo más furioso.

— Tú hermano se está peleando en la entrada de un instituto de niños fresa, llamarán a la policía sin pensarlo. — Murmura.

— Enseguida voy.

CUELGO.

Me pasa la dirección por mensaje, es un estúpido instituto de idiotas, quizás le debían algo a Jesús.
Sin ducharme ni nada me vuelvo a poner la camiseta que me había quitado, cojo la moto y voy en dirección a ese instituto, cuando llego él está gritando mientras los demás lo agarran.

— Dime que ha pasado. —Digo acercándome a Jesús.

— Este idiota, primero me pide que le de mercancía y ahora me dice que sus papis no le dan dinero para pagarme ¡Te juro qué lo mato! —Grita enfadado.

— Te he dicho mil veces que no te rebajes a vender en puertas de institutos, son todos unos bebés. —Añado quejándome.

— Quiero mi dinero. —Repite furioso.

— ¿Cuantos es? —Pregunto serio.

— Doscientos cincuenta.

Asiento con la cabeza, me indica quien es el chico y camino hacía él, lo hago chocar con la pared, lo acorralo colocando la mano en la pared.

— Lo sueltas o hago lo que lo sueltes. —Le digo en un tono amenazante.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora