Capítulo 30.

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NARRANDO LEDRA.

Se queda impactado, sin palabras, yo tampoco sé de donde he sacado las agallas para decírselo, pero ahí está, en el aire.

— ¿Qué acabas de decir? —Pregunta tartamudeando.

— No me hagas repetirlo —Digo y suspiro.

— ¿Estás enamorada de mi?

— Lo has oído perfectamente.

— No sabes a quien estás queriendo Ledra.

— No, no lo sé, aún tengo que conocerte mucho más.

— Yo no puedo abrir mi corazón tan fácil.

— ¿Estás diciendo qué yo lo he hecho fácil? —Pregunto.

— No —Niega con la cabeza— pero yo estoy demasiado herido para querer a alguien.

— Entiendo —Me alejo— tranquilo.

— Me haces muy feliz pero no —Lo detengo.

— No te justifiques, no hace falta.

— Ledra. —Murmura.

— No, todo está bien —Digo encogiéndome de hombros— todo no se puede tener en la vida ¿Verdad? Y esto era un juego desde el principio.

— Nunca has sido un juego para mi.

— No quiero que digas nada más —Me alejo—ambos sabíamos que era complicado y yo nunca me había enamorado antes.

— ¿Nunca? —Suena sorprendido.

— Nos vemos otro día.

Entro en mi casa cerrándole la puerta en las narices, me quedo apoyada en ella y empiezo a llorar. Siento un dolor demasiado fuerte en el pecho, un dolor que me ahoga, que me deja un vacío inmenso que también duele, duele muchísimo.

NARRANDO DANIEL.

Me quedo durante unos minutos esperando a que las luces de su habitación se enciendan pero no ocurre, me pongo el casco y termino marchándome, siento algo extraño dentro de mi, algo que duele y ahoga al mismo tiempo.
Termino llegando a mi casa demasiado agotado, mis padres adoptivos me esperan, Jesús no esta, camino sin hacerles mucho caso hasta que mi madre me llama.

— ¿Tú has sido quién se ha dado la fuga de la policía? —Pregunta ella.

— Siempre pensáis mal de mi ¿No?

— Respóndele a tu madre.

— Ahora no es el mejor momento para hacerme interrogatorios, quiero tumbarme un rato, este es el único momento que tengo para dormir ¿Me permitís?

— ¿Eras tú?

— Si mamá, era yo ¿Eso querías oír? —Frunzo el ceño.

— ¿Quién era la pobre chica qué iba contigo? ¿A quién estás metiendo en esto? —Pregunta.

La miro, trago saliva y inclino la cabeza para intentar tranquilizarme.

— Mejor me voy, no quiero dormir.

— ¡Hijo! —Exclama mi padre.

— Hablamos después.

Vuelvo a irme, me subo en la moto de nuevo y voy a buscar a Ezequiel para que me dé más mercancía, quiero hacer una venta grande.

— Está vez vienes solo. —Dice Ezequiel.

— Si, no necesito a nadie.

— Mejor, porque tu hermano está aquí.

— ¿Cómo? —Pregunto serio.

— He venido a por más mierda, creo que nos hemos leído la mente. —Añade él.

— Mejor que tú estés aquí, no confío en estos.

— ¿Tenéis el dinero para pagar la cantidad qué pedís? —Pregunta él.

— ¿Piensas qué estaríamos aquí si no lo tuviéramos? Serás muy narco, pero de inteligencia vas escaso.

— Llevo viéndote bastante pero siempre me sorprende tu carácter. —Ríe.

— En este mundo tienes que comer o te comen y a mi no me come nadie.

— Traer lo que piden. —Ordena.

Lo hacen, dejamos el dinero encima de la mesa y nos marchamos, Jesús nota que mi carácter es peor de lo habitual y me pide que entre en su coche.

— ¿Qué pasa? —Pregunta Jesús.

— No puedes solucionarlo. —Respondo serio.

— Eres mi hermano, creo que confías en mi, dime que te pasa.

— No tiene importancia, ahora vamos, tenemos que vender esta mierda. -Insisto cambiando de tema.

— Lo hago yo, tú tienes que estar agotado.

— No, quiero ir.

— Vale, no insistiré.

Bajo del coche, subo en mi moto y voy detrás de él, aunque un poco despistado, no puedo sacar de mi mente sus palabras. Ella, una chica tan fina, tan preciosa y maravillosa enamorada de mi, no puedo destruir algo así, no puedo hacerlo.

Tras vender toda la mercancía, yo decido irme solo, necesito sentarme, estar solo, hoy es lo único que realmente necesito. Jesús me llama un par de veces hasta que se da cuenta que no tengo intenciones de cogérselo, apago el móvil y me quedo sentado en un banco de un parque totalmente solitario hasta que decido irme, paso por su casa, deseo que ella se asome a la ventana, decirle que quiero verla, lo necesito pero yo no soy bueno para ella, nunca lo seré.

— Sabía que te encontraría aquí. —Me da su cigarro.

— Jesús deja de perseguirme o me comportaré contigo como lo hago con todos. —Le doy una calada.

— Entiéndeme, tenemos muchos enemigos, no coges mis llamadas y apagas el móvil ¿Quieres qué me quede con los brazos cruzados? Eres mi hermano. —Me dice furioso.

— Ya puedes irte, has visto que estoy bien.

— Tiene una casa enorme —Asiento.

— Es una niña fresa ¿Qué esperas? —Pregunto.

— ¿Y tú qué haces delante de su casa? -
—Encojo los hombros.

— Quería verla.

— Debes admitir que estás enamorado de ella. —Me aconseja.

— No hables por mi, no tienes idea de lo que siento, cállate. —Suspira.

— Dani.

— Mírame Jesús y mírala a ella —Me rio irónicamente— ella es demasiado cielo para un infierno como yo.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora