Capítulo 21.

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NARRANDO DANIEL.

La miro de reojo, ella sigue sonriendo y yo deseo volver a besar su mágica sonrisa, nunca había sentido esto, jamás.

— No vuelvas a hacerlo. —Me advierte.

— Te ha encantado. —me río.

— ¿Qué? No —Se ríe.

— ¿Qué? Si. —Me empuja.

— Gilipollas. —Frunce el ceño.

— Niña fresa.  —Le saco la lengua.

— Para. —Permanece con el ceño fruncido.

— ¿O qué? —Pregunto.

— O te abofeteo. —Responde.

— Puedes hacerme todo lo que quieras, eso no cambiará nada. —Se ríe.

— Eres un idiota.

— Oh si, un idiota. —Digo sonriendo.

Seguimos comiendo, ambos seguimos riendo mientras nos miramos, solamente de los caretos que ponemos para vernos reír.

— Tienes muchos tatuajes. —los mira.

— ¿Y eso te incomoda? —Pregunto.

— Bueno —Se ríe— son, bonitos.

— Fresa hasta para eso. —Me burlo.

— Oye —Me golpea.

— Para, loca. —Reímos.

Coge un pañuelo, despacio limpia la mostaza de mi mejilla, esto es algo que nunca he hecho con alguien y no sé si asustarme o sentirme bien.

— Ahora el cerdo eres tú.

— Grosera. —Me hago el ofendido cruzando los brazos.

— Uy, se ofende el chico malo. —se ríe.

— Mm ¿Te parezco un chico malo? —Pregunto poniendo ojitos.

—Eso intentas aparentar, a mi me pareces un —La detengo.

— Gilipollas —Se empieza a reír.

— Un poco, si. —Se encoge de hombros.

— Voy a lavarte la boca con jabón ¿O prefieres qué vuelva a colocarte cinta adhesiva?  —Pregunto.

— Eso no te lo perdonaré nunca. —Responde.

— ¿A no? —Pregunto riendo— Entonces yo no te perdonaré la patada que me diste en los huevos. —Ríe.

— Estamos en paz.

Niego con la cabeza, ella frunce el ceño, la tumbo en el césped y le hago cosquillas, ella patalea como una niña pequeña, grita, ríe a carcajadas e incluso acaba despeinada.

— ¡Métete con alguien de tu tamaño! —Grita.

— Me meto contigo, es más divertido.

— ¡Déjame! —Grita riendo.

Me detengo, me quedo a centímetros de sus labios, puedo ver como sus pupilas se dilatan, humedece sus labios y se pone muy nerviosa.

— Puedo besarte en este momento. —Alza la ceja.

— Porque me tienes inmovilizada, es trampa.

— ¿No me lo seguirías? —Pregunto.

— No —Dice segura.

— Mentirosa.
Beso la comisura de sus labios, ella suspira y me acerco a sus labios despacio, pero un idiota nos interrumpe.

— Dani —Dice un chico y me giro.

— ¿No ves qué estoy ocupado? —Pregunto.

— Necesito que me vendas  un poco más.

— Este no es un buen momento. —Frunzo el ceño.

—  ¡La necesito! —Insiste.

Miro a Ledra que agacha la cabeza, es mi negocio, no puedo dejarlo.

— Aquí tienes —Saco de la moto— cincuenta.

— Gracias tío —Me lo da.

— Largo.

Se marcha, Ledra se levanta, sacude su uniforme y suspira.

— Llévame a mi casa. —Dice ella sin mirarme.

— Pero —Niega con la cabeza.

— Antes que venga alguien más a comprarte esa mierda. —Murmura.

— Es mi trabajo.

— ¿Llamas trabajo a destrozarle la vida a alguien?  —Pregunta.

— Yo no le destrozo la vida a nadie, no les obligo a comprarlo. —Respondo defendiéndome.

— Algunos tienen la edad de mis hermanos ¿Lo ves justo? ¿Ves justo qué destrocen su vida así? —Pregunta.

— Que sabrás tú de destrozar vidas, si nunca han destrozado la tuya. —Respondo frío.

Cojo el casco, se lo doy, ambos subimos a la moto y la llevo a su casa sin decir nada en todo el camino, cuando llegamos me da el casco y entra en su casa. Golpeo la moto varias veces, termino marchándome, aumento la velocidad bastante furioso, aunque creo que lo que realmente tengo es impotencia. Llego a mi casa, Jesús esta discutiendo con nuestros padres adoptivos, pero no es nada nuevo.

— ¿Qué pasa? —Pregunto.

— Pasa que se han puesto a buscar a nuestros padres biológicos. —Responde Jesús.

— ¿Cómo? —Pregunto furioso.

— Habéis sufrido por no tenerlos, pensábamos que si los encontrábamos estaríais mejor. —Responde nuestra madre adoptiva.

— ¡Qué dejéis de intentar arreglarnos! —Les grito.

— No nos grites. —Dice nuestro padre adoptivo.

— No queremos a esos gilipollas en nuestra vida ¿¡Acaso no podéis entenderlo!? —Grito.

— Quizás conociéndolos —La detengo.

— ¿Enserio qué creéis qué deseamos conocer a las personas qué nos rompieron por dentro? ¿Enserio? ¡Por ellos somos esta basura! ¡Por ellos estamos metidos en el mundo de la droga!  —Grito una vez más.

— Hijo. —Se acerca nuestra madre.

— ¡No sois mis padres y ahora lo veo más claro qué nunca!

Golpeo la puerta de mi habitación, empiezo a dar puñetazos a la pared para deshacerme de toda la rabia que poco a poco me consume, grito con mucho odio, Jesús intenta detenerme pero no lo consigue, me detengo cuando mis nudillos no soportan más.

— Dani. —Murmura Jesús.

— Abrázame. —Murmuro sin derramar ni una sola lágrima.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora