Capítulo 20.

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NARRANDO DANIEL.

Ledra ríe, niega con la cabeza y sigue caminando, la tal Coral termina alejándose de mí bastante enfadada pero es lo que menos me importa en este momento.

— Guapa, como me hagas bajarme de la moto no habrá vuelta atrás. —Advierto.

— No me das ningún miedo, mírate por dios. —Alzo la ceja.

— Soy precioso.

— Que tendrá que ver eso, creído. —Se ríe.

— Como me baje de la moto —Alza la ceja— te borro esa risa de un beso.

— No te dejaré volver a besarme. —Me dice segura.

— ¿A no? —Me rio.

— Por supuesto que no.

— Mandona.

— Gilipollas.

Empiezo a reírme, apago el motor de la moto, bajo de ella y Ledra me observa mientras mantiene los libros en sus manos, me acerco, noto como se pone muy nerviosa y no puedo evitar morder mi labio.

— ¿Por qué tiemblas niña? —Pregunto.

— ¿También tengo qué decirte por qué tiemblo? —Pregunta.

— Mm, si. —Respondo humedeciendo mis labios.

— Pues te quedarás con las ganas.

— Créeme, nunca me quedo con las ganas de nada.

— ¿Es una de tus indirectas? —Pregunta frunciendo el ceño.

— Hey, yo nunca mando indirectas ¿Será qué tú mente sucia y perversa piensa cosas qué no son? —Pregunto riendo.

— Tiras la piedra y escondes la mano.

—A mí no me hables como una niña fresa, me pareces irritante.

— Y tú me pareces gilipollas.

Tapo su boca, ella me mira con el ceño fruncido y termina mordiéndome la mano.

— Ay ¡Bruta! —Exclamo con cara de dolor.

— Pues no me tapes la boca o tendré que presentarle a mi pierna tu entrepierna ¿Eso quieres?

— Oh, ahora me amenazas —Me hago el ofendido— esto es muy fuerte.

— Fuerte es la bofetada que te voy a dar.

— Uy, cuidado, que la niña mandona pega bofetadas.

Ambos reímos, ella me saca la lengua y seguidamente el dedo de el medio.

— ¡Grosera! —Subo la voz.

— ¡Vete a la mierda! —Grita.

— Pero serás —Me rio— ¡Mala!

— ¿Mala por no ser una chica sumisa cómo todas las qué acostumbras a tener? Lo siento. —Me lanza un beso.

— Ese beso lo quiero en mis labios. —Digo mordiendo mi labio.

— En tus sueños.

— En mis sueños te he hecho ya muchas cosas.

— ¡Serás guarro! —Exclama sorprendida.

— Y tú mal pensada. —Me burlo.

La escucho reír a carcajadas, eso me hace reír a mi, la observo mientras camina, su movimiento de cadera me pone demasiado mal, ella entera me pone mal.
Subo a la moto, conduzco detrás de ella hasta que me pongo a su lado.

—  Ahora me persigues, tienes un grave problema ¿Sabes? —Me río.

— Todo es culpa tuya.

— ¿A si? ¿Piensas decirme todo lo qué le dices a las qué se te resisten para hacerme caer redondita a tus pies? —Pregunta.

— Podría —Confieso— pero todo se volvería aburrido.

— Vaya, así que al atractivo Daniel alias el gilipollas, alguna se le ha puesto difícil, esto se hace interesante.

— Vaya, así que a la fea Ledra, alias la niña fresa, mandona, irritante y gritona, le importa si se me ponen difíciles ¿No serán celos? —Se ríe.

— No me hagas reír.

— Te reirás de tu propia mentira.

Vuelve a sacarme el dedo de en medio, muerdo mi labio y sonrío.

— Que sonrías con esa sonrisa irresistible, no me hará detenerme. —Advierte.

— Osea, que si no he entendido mal, mi sonrisa te parece irresistible, vaya, vaya, debo decir que suena hermoso salido de tus labios.

— Ay Daniel, estás empezando a sonar romántico ¿Me empiezo a preocupar?

— Para nada, es que me encanta ver como te sonrojas. —Toca sus mejillas.

— No me he sonrojado.

— Lo sé, pero ahora si. —Ríe.

Se detiene, yo también lo hago, sus ojos se clavan en los míos haciéndome sentir algo demasiado extraño, nunca había sentido algo así, nunca había sido feliz.

— Dime lo que quieres. —Me mira.

— Otra cita.

— No hemos tenido ninguna.

— Y sigue negándolo. —Suspiro y rio.

— Gilipollas.

— Niña mala, no digas tacos o tendré que decírselo a tu papá.

Vuelve a reír, mira hacía delante y alza la ceja derecha.

— Acepto que me lleves a comer.

— ¿Un macdonal's? —Pregunto.

— Mejor compramos bocadillos.

— Oh, que romántico, creo que voy a llorar.

— Estúpido. —Saca la lengua.

— Oh, estúpido, nuevo insulto.

Me golpea el brazo, la miro y abro la boca sorprendido, más bien para hacerla reír.

— Agresiva ¿Qué le diré a mi mamá?

— Deja de hacerme reír —Dice a carcajadas.

Le doy mi casco, esta vez ella rodea mi cintura con sus brazos sin tener que decirle nada. Finalmente compramos unos bocadillos y cómo llevamos haciendo desde nuestra primera no cita, nos sentamos en el césped, dejo mi chaqueta en el suelo y se sienta encima.
Empezamos a comer, mancha su barbilla de mostaza y me río.

— Eres una cerdita.

—  Oye —Ríe— un accidente lo tiene cualquiera.

— Claro —Me rio.

— Si, mira —Me mancha— ¿Ves?

— Si — La mancho— lo veo.

Ambos reímos, sin pensármelo le robo un beso, ella me me mira sorprendida y yo me hago el loco.

— ¿Qué acabas de hacer? —Pregunta nerviosa.

— Besar tu sonrisa, no te imaginas las ganas que tenía de hacerlo desde que te conocí. —Sonríe.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora