Capítulo 13.

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NARRANDO LEDRA.

Trago saliva nerviosa, siento sus labios cada vez más cerca de los míos y lo aparto, él se queda sentado en el césped sin saber que decir.

— No era una cita. —Frunzo el ceño.

— Lo sé, lo siento.
—  ¿Crees qué no sé qué los chicos cómo tú no utilizan a las chicas a su antojo? —Pregunto seria.

— ¿De verdad lo sabes? —Pregunta en tono burlón.

— Hasta para esto tienes que ser un chulo imbécil. —Respondo molesta.

— ¿Qué quieres qué te diga? ¿Qué no es cierto? —Pregunta.

— No, no hace falta que digas nada porque no me importa. Ahora llévame a casa.

Se levanta, sacude su cazadora y camina hacía la moto poniéndosela,  yo lo observo, sube a la moto y yo lo hago detrás de él, esta vez me niego a agarrarlo.

— Después no digas que tienes miedo niña mandona. —Advierte.

— Cállate y conduce.

— Uy, vale, vaya humos. —Se ríe.

Empiezo a reír, él lo nota y me mira por el retrovisor, yo dejo de reír para volver a estar seria, de repente agarra mi mano para hacerme agarrarlo.

— En las curvas es mejor que estes agarrada.

— Vale. —Murmuro.

Acelera, eso me hace agarrarlo con las dos manos, él vuelve a mirarme desde el retrovisor pero aparto la mirada y agacho la cabeza, no quiero que note lo nerviosa que me pone cuando me mira así. Finalmente llegamos a mi casa, bajo de la moto, me quito el casco y se lo doy.

— Las gracias por lo menos ¿No? —Alzo la ceja.

— A ti no te doy ni la hora.

— Deberías dármela porque no tengo reloj. —Ríe.

— No pierdes el sentido del humor.

— Ni la sonrisa, por muy jodido que este. —sMurmura.

— ¿Qué? —Pregunto para que lo repita en alto.

— Nos vemos guapa. —Mueve los dedos diciendo adiós.

— Espero que nunca, feo. —Le escucho reír.

— Ha sido la mejor cita de tu vida. —Suspiro.

— ¡Qué no ha sido una cita! —Exclamo.

— Hey, cuidado con esa pierna que tengo más miedo de que acabe en mi moto que en mi entrepierna. —Alzo la ceja.

— Osea que te dolería más la moto que tus propios huevos. —Ríe.

— No te lo tomes muy a pecho y me pegues patadas en la entrepierna a cada segundo, debo tener descendencia algún día. —No puedo evitar reír a carcajadas.

Camino hacía mi casa, él me pita y me detengo, me giro, empiezo a reír porque sigue haciéndome gestos con la mano, lo que hace una persona cuando no quiere despedirse,  intentar por todos los medios quedarse un poco más.

— ¡Niña fresa! —Grita.

— ¡Gilipollas! —Grito.

Termino entrando a casa, vuelvo a quedarme una vez más apoyada en la puerta, inclino la cabeza y cierro los ojos.

— ¿Dónde estabas? Hemos venido hace diez minutos. —Pregunta mi madre.

— Comiendo fuera —Respondo sonriendo.

— Vale cariño —Sonríe— llama a tus hermanos, para ver cómo están.

— Voy. —Digo cogiendo mi móvil.

NARRANDO DANIEL.

Llego al parque, Jesús está haciendo botellón con nuestros colegas, esa es su estrategia para vender más mierda y por lo que veo le va genial.

— Desaparecido ¿Has acabado lo qué tenías pendiente? —Pregunta Jesús.

— Si —Digo riendo.

— A saber que era -Dice Raúl riendo.

— Callaos putos cerdos. —Me rio y lo empujo.

Empiezo a beber, todos lo hacemos y acabamos bastante emborrachados, mientras estamos bebiendo el mundo se para para mi por unos segundos, pienso en lo feliz que he sido por unas horas, aquella era felicidad real y no fingida.

—  ¿Ahora sonríes solo? —Pregunta Jesús riendo.

— Estoy borracho ¿Qué esperas? —Respondo.

— Jesús pasa más mierda. —Pide Raúl.

— Aquí tienes. —Se la lanza— ¡Ahora el dinero!

— No se fía nada —Digo mirándolo.

Raúl le da el dinero, empiezan a haber broncas con el tema de pagar, los amigos de Raúl son unos imbéciles.

— Pagas o te parto la boca. —Le digo serio.

— Tío Daniel, somos amigos. —Me dice.

— ¿Yo? ¿Amigo tuyo? ¡No digas tonterías!

Lo agarro del cuello, le lanza el dinero a Jesús y lo dejo caer.

— Así me gusta, obediente. —Me burlo.

Por causa de la borrachera Jesús me tiene que llevar en su coche, llegamos a casa bastante tarde, ambos nos reímos de todo.

— ¡Chicos! —Grita nuestra madre adoptiva.

— ¿Qué? —Pregunto.

— No podéis seguir así ¡Os estáis destrozando la vida! —Ataca.

— ¿Enserio lo dices?  —La miro y rio.

— Déjales, vamos a dormir. —Me dice Jesús.

— Hemos luchado para cambiaros, para reparar lo que estaba roto. —Dice nuestro padre adoptivo.

— No tenéis que reparar nada —Digo molesto—¡No somos un puto juguete qué debáis reparar! —Grito.

— Él no quería decirlo así. —Defiende nuestra madre adoptiva.

— Nos abandonaron y vosotros nos adoptasteis porque os dábamos pena ¿No es cierto? Porque los gilipollas decían que éramos unos chicos destruidos desde que llegamos a ese maldito lugar ¡Y si!  Porque esa basura que no puedo ni llamar padres biológicos nos abandonaron ¡Mirarnos bien! —Les grito— ¡Mírame! —Le digo a mi padre— Este que habéis criado como vuestro hijo está hecho pedazos, este que siempre veis riendo se pregunta cada noche porque las dos personas que más debieron amarme me abandonaron dejándome solo ¡Este mal chico cómo vosotros decís! Es mal chico porque jamas tuvo un hombro en el que llorar ¿Sabéis por qué? Porque ambos estábamos tan destruidos que no podíamos ofrecer nuestro hombro porque ya no cabía más dolor en nuestro interior ¡Éramos niños con ilusiones cuándo nos patearon el culo para deshacerse de nosotros! No queridos padres adoptivos, no intentéis construir algo que nunca estuvo construido. —Golpeo la puerta de mi habitación y entro en ella-.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora