Capítulo 24.

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NARRA LEDRA.

Me dejo llevar por sus brazos, por su respiración en mi hombro, cierro los ojos y lo rodeo con mis brazos.

— Necesitaba esto, más que nada.

— ¿Por qué? —Pregunto.

— Porque he tenido un día de mierda. —Respondo.

Miro sus nudillos, agarro sus manos preocupada y encoge los hombros.

— Espera.

Entro en mi casa, todos duermen y eso me da facilidad para entrar, cojo el botiquín, vuelvo a salir, me subo en la moto y él me lleva a un parque alejado de todo, allí empiezo a curar sus nudillos.

— Ay. —Se queja— Bruta.

— Pues no hagas estas tonterías y no te dolería. —Alza la ceja.

— Estoy jodido mandona, realmente jodido. —Murmuro.

— ¿Por qué? —Pregunto.

— Mejor hablemos de ti ¿Qué has estado haciendo hoy? — Pregunto evadiendo su pregunta.

— No voy a decirte que he estado haciendo. —Responde riendo.

— Eso suena a que has hecho cosas malas ¿Debo preocuparme? —Pregunta riendo.

— Eres un idiota. —Me rio.

— Bla, bla, bla —Alza la ceja.

— Gilipollas.

— Niña fresa ¿Qué haces saliéndote de casa a las cuatro de la mañana para estar con un chico malo? —Pregunta.

— Eso me pregunto yo.

— Uy, uy. —Lo empujo.

— Vete a la mierda.

Le pongo unas vendas, él me mira de reojo y eso me pone muy nerviosa.

— El beso —Le miro.

— ¿Te vas a arrepentir del beso o de haberme dicho qué lo necesitabas por qué has tenido un día de mierda? —Desvía la mirada.

— Me ha encantado. —Trago saliva.

— Bueno, pues ya estás curado.

— Ahora huyes, muy mal niña fresa.

— Que dejes de llamarme así.

— ¿O qué? —Pregunta riéndose.

— O te abofeteo la cara de feo que tienes. —Respondo.

— ¿Me acabas de llamar feo? —Se hace el ofendido.

— Efectivamente, feo.

— La única fea que hay aquí eres tú.

— Eres un —Me detiene.

— Un chico maravilloso, lo sé. —Empiezo a reír.

— Creía que dirías —Me detiene de nuevo.

— Quieres qué yo solo me insulte? Que lo hagas tú vale, pero que lo haga yo sería patético.

— Gilipollas. —Empieza a reír.

Se levanta, cierro el botiquín, me ofrece su mano y frunzo el ceño no muy segura.

— Voy a enseñarte a conducir mi moto. —Me murmura.

— ¿Qué? No, me aterroriza.

— Mandona, gritona, irritante, terca y ahora miedica, vaya niña fresa más completita.

— No soy una miedica. —Se ríe.

— Demuéstralo.

Me levanto pero no agarro su mano, él hace una mueca con los labios y me río, subo a la moto, él sube detrás de mi y agarra mi cintura.

— Arranca. —me dice.

— No me hago responsable de nada.

— ¿Piensas matarme ahora qué estás al mando?

— No es mala idea. —Escucho como ríe.

—  ¿Enserio quieres perderme de vista? —Pregunta.

— Siempre — Escucho su risa nuevamente y muerdo mi labio.

Arranco, pone sus manos encima de las mías, eso me pone demasiado nerviosa, coloca su cabeza en mi cuello, cierro los ojos al sentir su respiración. Empiezo a conducir, él deja mis manos y ríe, de repente doy un frenazo y él me agarra con fuerza.

— Lo siento —Ríe.

— Vaya, me has pedido perdón, esto es un momento único en la vida.

— Estúpido. —Reímos.

— Despacio todo sale mejor. —Me murmura.

— Si, tienes razón. —Me río.

Sigo conduciendo pero con sus manos sobre las mías, nos detenemos donde estábamos y me quedo sentada en la moto.

— Debo de admitir que te ves preciosa subida a mi moto. —Muerde su labio.

— Pues claro chaval, esta moto me queda genial. —Sonríe.

— Pero si hace quince minutos estabas aterrorizada.  —Se burla.

— Mentira —Ambos reímos.

— Ahora eres una mentirosa, te ganas los motes tú solita.

— Sigues siendo un gilipollas.

— Sigo teniendo la cinta adhesiva metida en la moto ¿Quieres qué vuelva a ponértela en la boca? —Pregunto.

— Dios no ¡Métete con alguien de tu tamaño! —Grito.

— Me gusta meterme contigo.

Empiezo a reír, de repente siento sus brazos rodearme, cojo aire para que no se me note lo nerviosa que puede llegar a ponerme con tan solo tocarme.

— Dani.

— ¿Me acabas de llamar Dani? —Pregunta.

—Si —Ríe.

— Oh, lo que vas a decirme debe ser serio.

— ¿Por qué has venido a buscarme a mi? —Pregunta, pone la cabeza en mi hombro y sonrío.

— Tú me haces feliz. —Dice acariciando mi brazo con sus dedos.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora