Capítulo 22.

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NARRANDO DANIEL.

Jesús me abraza, me siento verdaderamente roto, destrozado por dentro. Mis nudillos sangran, las gotas caen al suelo pero no me importa, Jesús saca el botiquín y se sienta delante de mi.

— Me ha dado la impresión de que ya venías furioso. —Dice Jesús.

— No tiene importancia. —Digo sin mirarlo.

— Puedes confiar en mi. —Insiste.

— Eres en la única persona que confío Jesús. —Murmuro.

— ¿Qué te ha pasado? —Pregunta.

— Nada, no te preocupes, voy a cambiarme porque apesto y la camiseta está llena de sangre, no te preocupes por la pared, yo la limpio. — Respondo serio.

— Vale.

Termina marchándose, me siento en la cama y paso las manos por mi nuca, resoplo, inclino la cabeza hacía arriba y cierro los ojos.

NARRANDO LEDRA.

Llamo a mis hermanos para que vuelvan a casa, poco después aparecen mis padres, primero mi madre y después mi padre.

— Hola cariño. —Dice mi madre.

— Estaba recogiendo un poco, Lorenzo y Matías lo dejan todo hecho un desastre. —Murmuro desanimada.

— ¿Estás bien? —Pregunta preocupada.

— Si, estoy bien —Me encojo de hombros—
¿Por qué no debería estarlo? —Pregunto.

— Esta mañana tenías un brillo hermoso en tus ojos y ahora no veo ese brillo. —Responde.

— Tonterías —Sonrío.

— Hola, hola, princesa. —Dice mi padre y me da un beso.

— Hola papá.

Subo a mi habitación, me quito el uniforme, me lavo el cuerpo, salgo con el albornoz y me miro al espejo mientras me peino, toco mis labios y suspiro.

— Hola —Dice Alícia asustándome— lo siento —Ríe.

— ¿Cómo tú por aquí? —Pregunto.

— Quería verte —Me rio.

— ¿Y eso?

— ¿Estás bien? —Pregunta.

— Muy bien, no entiendo qué os ha dado a todos por creer que no lo estoy. —Me rio.

— No se —Se ríe— dicen que te has subido a la moto de ese chico malo.

— Dicen tantas cosas, no creas nada. —Aseguro.

— ¿De verdad no me ocultas nada? —La miro.

— Absolutamente nada.

NARRANDO DANIEL.

Me marcho, quizás para no tener que seguir en mi casa, para no pensar en todo esto. Decido ir a vender mercancía por las discotecas, bares y demás, vendo bastante, seguidamente voy a casa de Raúl para terminar de vender lo que me queda.

— Pasa, está aquí Jesús. —Me dice Raúl.

— ?Por qué será qué no me sorprende? —Me rio.

— ¿Qué te ha pasado? —Señala mis nudillos.

— Nada, tonterías.

Sacan unas cervezas, todos bebemos, reímos y olvidamos todo durante un rato, voy a la cocina, aparece Anabel y me mira sonriendo, le devuelvo la sonrisa, ella camina hasta su habitación y yo como siempre voy detrás. Agarro su cintura, sube encima de mi, ambos nos besamos, sentimos una gran atracción el uno por el otro, la tumbo en la cama, empiezo a quitarle la ropa mientras ella me quita el pantalón rápidamente, beso su cuello, araña mi espalda cuando siente mis labios bajar por su cuerpo. De repente me aparto, ella se sorprende, me siento en la cama, ella pasa sus manos por mis brazos, besa mi cuello y suspiro.

— No —Digo serio— Hoy no —Repito más serio aún.

Me doy cuenta que no necesito sexo, necesito un abrazo que me haga sentir mejor y eso aunque me asuste, solamente una persona es capaz de dármelo.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora