Capítulo 72.

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NARRANDO DANIEL.

Jesús se queda callado, inclino la cabeza hacía arriba y me levanto.

— Debo hacer algunas cosas.

— No te metas en líos.

— Ven si quieres.

— Si, iré —Se levanta.

Él sube en su coche, yo subo a mi moto y voy a cobrar en las discotecas donde dejé mercancía. Cuando entramos todos nos miran, me siento en la barra, nos invitan a varias copas por miedo, miedo de que volvamos a echar esto a bajo.

— Quiero lo mío. —Exijo.

— Tengo que ir a buscar el dinero. —Me dice.

— No quiero sorpresas —Niega.

— Jamás te traicionaría.

— No te creo, por pasta traicionarías hasta a tu madre ¿Crees qué no te conozco? —Me rio.

— Iré con él, no me fío de este gilipollas. —Dice Jesús.

Asiento con la cabeza, bebo de mi copa mientras miro a las mujeres bailar, de repente una chica se sienta a mi lado, yo no le presto demasiada importancia hasta que me invita a una copa.

— Hola, soy Elena. —Se presenta.

— Dani.

— Eres muy famoso aquí, no hace falta que me digas cómo te llamas.

— Al grano ¿Qué quieres? —Pregunto.

— Tomar algo contigo. —Respondo.

— Vale.

Jesús aparece con el dinero, Elena se acerca a mi pero yo me aparto.

— Vámonos.

— Vaya, al parecer no es cierto lo que dicen de ti. —Dice ella.

— ¿Qué dicen?

— Que eres un mujeriego que folla como Dios.

— Lo segundo no te lo niego, lo primero pues tampoco, he sido un mujeriego pero ahora este mujeriego está enamorado, ya sabes, todo hombre es mujeriego hasta que se enamora.

NARRANDO LEDRA.

Me quedo en el sofá hasta tarde, pensando, todo es tan complicado, tan.. imposible.

— ¿No te acuestas? —Pregunta mi abuela.

— Si —Sonrío— Me tomo un vaso de leche y voy a la cama.

— ¿Te pasa algo?

— Digamos que el amor es complicado.

— El amor no es complicado, las personas hacen que lo sean.

— Yo le quiero abuela —Suspiro.

— Y se nota que él a ti también.

— Pero no puedo más, siento que no puedo más.

— Duerme, quizás mañana veas las cosas de otra manera. —Me sonríe.

— He soportado cosas que jamás pensé que llegaría a soportar por alguien —La miro— pero creo que he llegado a mi límite, no quiero sufrir más abuela.

NARRANDO DANIEL.

Termino mi copa, Jesús y yo nos marchamos, subo en mi moto y nos vamos a casa de Raúl.

— Vaya —Se ríe— hasta que por fin venís ¿Traéis la mercancía?

— Siempre —Reímos.

— Vamos, estos nos esperan.

Entramos, nos sentamos, sacan las cervezas y hablamos mientras ellos se meten esa mierda.

— Hola Dani —Dice Anabel y se sienta a mi lado.

— Hey. —La miro— ¿Quieres algo?

— Tenía ganas de verte.

— ¿Ah si? —Me rio— ¿Y eso?

— Extraño nuestros polvos. —Susurra.

— ¿Y? —Pregunto cortante.

— Podríamos repetir —Toca mi cuello— Vamos, solo un poco.

— Paso.

— Yo se que también me extraña.

— Anabel, estoy muy bien servido créeme, no puedo quejarme, así que no, no me apetece tener sexo contigo.

— Ya te has conseguido a otra zorra. —Enfurece.

— No la insultes —Frunzo el ceño— no vuelvas a hacerlo nunca más.

— Vaya, la defiendes y todo.

Suspiro, no la soporto cuando se pone así de pesada, Jesús entra al baño, yo me quedo pensativo, esperando un mensaje de Ledra que nunca llega, algo que me indique que no me odia por todo lo que le he dicho.

— Dani tío —Dice Jorge.

— Ya estas colocado. —Empiezo a reír.

— Es que tu mercancía es de locos.

— Gracias hombre —Bebo cerveza.

— ¿Nunca la has probado?  —Pregunta.

— No —Me rio— eso es para imbéciles.

— Deberías, es flipante.

— Me alegro por ti.

— Es cierto, te hace olvidar todas tus penas —Añade Raúl.

— ¿Todas? —Pregunto.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora