Capítulo 7.

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NARRANDO LEDRA.

Lo miro con odio, él sigue riendo con su maldita sonrisa irritante pero excesivamente sexy.

— ¿A si? ¿Me atarías las manos? —Pregunto.

—  Si. —Ríe.

— ¿De verdad? -Pregunto tocando su pecho-

— ¿Qué pretendes? —Alza la ceja.

Le doy una fuerte patada en sus partes bajas, él me mira furioso, lo miro mal y me marcho,

NARRANDO DANIEL.

Me siento en la moto, Jesús se acerca a mi sin poder dejar de reír, sus carcajadas se escuchan desde kilómetros, está disfrutando con esto.

— Te has quedado sin descendencia. —Dice Jesús burlándose de mi.

— Es una salvaje.

— Yo lo llamaría chica con carácter. —Se ríe.

— ¿Has terminado? —Pregunto aún un poco dolorido.

—Si, ya llegan los profesores y los chicos fresa tienen que entrar. —Responde.

Subo a la moto aun sintiendo dolor por la brutal patada de esa niña, me quito las gafas, las pongo en mi camiseta y me pongo el casco, Jesús sube detrás de mi sacando un fajón de billetes

— Ahora debes repartir.

— Que si —Ríe—Vamos a casa, necesito una maldita ducha, apesto.

— Siempre apestas —Digo bromeando.

— Gilipollas. —Golpea mi casco.

Arranco, llegamos a casa y nuestros padres adoptivos nos esperan sentados en el sofá.

— Nos toca charla. —Suspiro.

— Queremos hablar con vosotros, lo que hacéis es horrible. —Dice nuestra madre adoptiva.

— De nuevo con la misma historia ¿No os cansáis? —Pregunto serio.

— Ayer hubo un tiroteo en un barrio bajo ¿Podéis decir qué no tuvisteis nada que ver? —Pregunta.

— ¿Siempre qué haya un tiroteo debemos tener algo que ver? —Pregunta Jesús.

— Según cuentan fue en un intercambio de droga. —Añade nuestro padre adoptivo.

Empezamos a reír, ambos nos vamos de allí, entro en mi habitación cerrando el pestillo, mi madre llaman varias veces a la puerta y vuelco los ojos.

NARRANDO  LEDRA.

Durante toda la clase estoy despistada, muerdo mi bolígrafo mirando a la nada, de repente Alícia me devuelve a la realidad.

— ¿Qué pasa? —Pregunto a Alicia que me mira.

—  Estas en otro mundo. —Responde.

— Estaba pensando en las drogas y en mis hermanos ¿Crees qué consumirán esas cosas? —Pregunto.

— Bueno, siempre hay alguna señal que te indica si están metiéndose esa mierda. —Asegura.

— No lo sé, pero si lo hace es culpa de ese imbécil.

— ¿Del buenorro?

— Si, de ese. —Digo levantándome enfadada.

— Espera, no te enfades. —Viene detrás de mi.

NARRANDO DANIEL.

Me doy una ducha, aún me duele un poco la entre pierna pero no puedo evitar reír, esa niñita es una maldita salvaje. Salgo de la habitación, Jesús también sale y me hace un gesto con la cabeza, de repente llaman a mi móvil y él asiente.

LLAMADA TELEFÓNICA.

— ¡Qué no me llaméis por aquí! —Subo la voz.

— Es importante, tenéis que venir al bar.

— Esta bien.

CUELGO.

— Vamos, estos inútiles no saben repartir la mercancía sin llamarnos. —Suspiro.

— Yo voy en coche.

Asiento con la cabeza, cojo mi casco pasando de los reproches de mi padre y me marcho, Jesús me hace un gesto, toco mi espalda señalándole la pistola y asiente con la cabeza.
Llegamos al bar donde están todos bastante revolucionados.

— Infórmame. —Levanto la ceja.

— Ese hombre llegó buscándoos y diciendo que la mercancía es suya. —Señala.

Es el mismo imbécil con el que nos tiroteamos, agarro la pistola y me acerco a él.

— Hey, es mi establecimiento, no quiero peleas aquí. —Nos dice el dueño del local.

— Tú te callas, cuando te vendemos droga no te quejas tanto ¿No? —Digo dejándolo completamente callado.

El hombre que nos tiroteo me observa, intenta sacar su pistola pero Jesús llega antes para apuntarlo también.

— Lárgate de aquí o te vuelo la cabeza. —Advierto.

— Tienes demasiados huevos chaval, me gustaría trabajar contigo.

— A mí no, no me interesa trabajar con imbéciles.

—  Haríamos buen negocio y la mercancía estaría protegida. —Insiste.

— Diles a tus guardias que bajen las armas o te vuelo la cabeza.

Él hace un gesto con los dedos, sus guardias bajan las armas y me río.

— Nos tiroteáis, intentáis meterme menos mercancía y encima vienes a proponerme un trato —Digo furioso— ¡Crees qué soy imbécil! —Grito.

— Te metí toda la mercancía, quizás tú eres idiota.

Le doy un fuerte puñetazo que causa una gran pelea entre todos, acabamos apuntándonos los unos a los otros con la pistola. De repente escuchamos la sirena de la policía, apunto al dueño que levanta las manos rápidamente.

— Yo jamás te traicionaría y menos teniendo mercancía. — Dice asustado.

— Debemos irnos. —Le digo a Jesús.

— Vámonos.

Salimos corriendo, los demás forcejean con la policía, de repente veo como uno de los guardias del que nos tiroteó lo agarra para entregárselo a la policía y no me lo pienso dos veces, le golpeo con la pistola para que él se marche, le hago gestos, de repente un policía me inmoviliza y me pone contra el coche para ponerme las esposas, veo como mis amigos agarran a Jesús para conseguir así que se marche sin mirar atrás.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora