Capítulo-55

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NARRANDO DANIEL.

Me levanto deprisa, escucho los tiros mientras él grita.

—  ¡Dónde estáis! —Exclamo.

— ¡Delante de mi casa, ven rápido!

CUELGA.

Me visto rápidamente, Ledra sale del baño, se acerca a mi pero yo no le presto atención, cojo varias pistolas y las meto detrás de mi espalda, ella me mira preocupada.

— ¿Qué pasa? —Me pregunta.

— Están tiroteando a mi hermano.

— ¿Vas a enfrentarte a ellos tú solo?

— Si, voy a volarles la cabeza uno por uno.

— ¡Dani pueden matarte!

— ¡No me importa! ¡Es mi hermano el qué está en peligro!

Salgo deprisa, voy hacía mi moto, ella corre detrás de mi.

— No quiero que te maten.

— Ledra aparta. —Digo serio.

— Dani, por favor. —Suplica.

La aparto, me subo a la moto sin casco y arranco, ella grita mi nombre pero yo solamente escucho en motor.

— Quédate aquí, no me busques ¿Estamos?

— No puedes pedirme que me quede aquí esperando para saber si os matan o seguís vivos.

— ¡Te quedas aquí! —Le grito.

Acelero, no la escucho más, solamente escucho mi maldita voz en mi mente, mi miedo de perder a lo único que tengo en mi vida. Cuando llego los disparos vuelan, Jesús dispara desde detrás de su coche, él está herido, Raúl dispara por otro lado para intentar defenderle, sin pensármelo dos veces empiezo a disparar, me pongo junto a Jesús que al verme suspira aliviado.

— Hermano. —Me sonríe.

— Estamos juntos en esto.

— Sabía que no me dejarías.

— Nunca.

— Son los imbéciles que nos dispararon aquél día, dicen que esto es por hacer tratos con Ezequiel.

— !Voy a matarle!

— ¿Dónde está Ledra? Alícia me ha contado que ha huido contigo.

— Joder, que bien informado estás.

Disparamos, el gilipollas no deja de reírse y eso me revienta, voy a matarle, juro que lo haré.

— ¡Cuándo esto acabe escóndete hasta debajo de las piedras! —Le grito.

— ¡Te mataré!

— ¡No me das ningún miedo!

Vuelvo a disparar, le rozo el hombro, él golpe su coche con fuerza bastante furioso, Jesús carga su pistola, ambos nos hacemos gestos con Raúl y salimos sin pensarlo, disparando como tres locos.

— ¡Son unos traicioneros! Han esperado a que Jesús estuviera solo. —Dice Raúl.

— Te agradezco que lo defiendas.

— Hemos sido colegas mucho tiempo.

— ¿Sin rencores? —Pregunto.

— Sin rencores.

NARRANDO LEDRA.

Estoy histérica, me siento en la cama, me levanto, me asomo a la ventana, vuelvo a sentarme, así estoy todo el maldito tiempo. Se que es su mundo, que antes de salir de el debe enfrentarse a todo pero no lo soporto, no soporto esta maldita incertidumbre.

Pongo las manos sobre mi cabeza, llamo a Daniel varias veces a altas horas de la madrugada porque no sé nada de él desde que se marchó, el corazón me va a mil, no sé qué pensar, intento no pensar lo peor pero me es imposible, no soporto no saber nada de él.

De repente entran, son las ocho de la mañana, Jesús y él, ambos están heridos, Jesús en el pie y él en el hombro, los dos están ensangrentados, eso me asusta muchísimo.

— ¡Dani, Jesús! —Grito corriendo hacía ellos.

— Ayúdale —Me dice.

Ayudo a Jesús a llegar a la cama, él se tumba y cierra los ojos por causa del dolor, levantó su pantalón para verle la pierna, la tiene horrible.

— Dios mío.

— ¿Sabes sacar una bala?

— Puedo intentarlo —Trago saliva.

— Inténtalo.

Corro a por el botiquín, en los hoteles siempre suele haber, me pongo bastante nerviosa, Jesús muerde la almohada, cierra los ojos mientras intento sacarle la bala, cuando lo consigo él suelta un grito y se desvanece agotado. Termino de curarle, le pongo una venda, le dejo descansar.

Camino hacía Daniel que intenta curarse solo frente al espejo, también le ayudo a sacar la bala de su hombro, muerde su camiseta hasta que por fin consigo sacarle la bala.

— Tranquilo, ya esta —Le murmuro y seco su sudor.

— Gracias —Susurra con voz ronca.

— Solo queda curarte.

Le curo, lío su hombro con una venda, limpio la sangre mientras él observa las balas.

— Creo que lo he hecho bien pero necesitáis ver a un médico. —Aconsejo.

— No —Niega con la cabeza— No quiero médicos, hacen muchas preguntas.

— No quiero que se os infecte las heridas.

— Ya está todo bien —Dice sin mirarme.

— ¿Pasa algo?

Él no quiere mirarme, le levanto la cabeza y obligo a que lo haga, él mira mis manos que aun están manchadas de sangre.

— No quiero esto para ti —Dice con la voz más ronca que nunca.

— Solo es sangre.

— No lo mereces Ledra, no mereces vivir esta vida, joder, no sé qué hacer para dejarlo, para alejarte de mi vida de mierda y empezar una nueva contigo.

— Lucha, luchemos juntos —Toca mis mejillas.

— Te quiero Ledra, te quiero muchísimo.

— Y yo a ti —Pone su nariz encima de la mía.

— No te merezco, esto no es lo que quiero para ti.

— No digas tonterías —Murmuro— Yo sola puedo deducir que tu vida no a sido fácil, no te juzgues por lo que eres.

— Tus manos están manchadas de sangre por mi culpa, por uno de los miles tiroteos que me toca vivir, no quiero que pases mas noches en vela pensando que han podido matarme, rezando para que vuelva sano y salvo a casa contigo —Trago saliva— te mereces estudiar una carrera, vivir sin miedo a morir por mi puta culpa, te amo, te amo como nunca pensé que amaría a alguien, como un jodido loco y se que esto me va a doler, que me dolerá como un puñal, pero es lo mejor para ti.

— ¿Qué? No entiendo.

— Perdóname —Dice y agacha la cabeza.

Llaman a la puerta, miro a Daniel rápidamente, él no levanta la cabeza.

— Dani, no entiendo. —Repito desconcertada.

Camina hacía la puerta, detrás de ella está mi padre, él me observa dulce, miro a Daniel y niego con la cabeza.

— No, no puedes hacerme esto. —Le digo— ¡Dani, joder!

— Cuídela —Le da mi mochila— por mucho que grite, llore, patalee, no le permita volver a acercarse a mi.

— Dani —Me acerco y se aleja— por favor.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora