Capítulo 90.

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NARRANDO JESÚS.

Me levanto, tengo delante de mi a mis padres biológicos, aquellos que me abandonaron en un orfanato cuando tenía seis años junto a mi hermano.

— Que —Me mira— mayor estás. —Dice ella—

— Es lo que tiene cuando la última vez que me viste tenía seis años, a no, perdona, la penúltima, la última fue cuando ambos vinisteis a mi casa para llenar un vacío que vosotros mismos nos dejasteis a mi y a mi hermano.

— Entiendo tu rencor y no tenemos excusa para lo que hicimos.

— No quiero oír excusas, quiero saber cómo habéis vivido estos años sabiendo que estábamos allí, solos, entre muchos más niños sin padres, la diferencia es que nosotros si teníamos pero nos habían dejado de una forma muy cobarde delante de la puerta, sin preocuparse de si comíamos o si moriríamos de frío.

—  Lo hicimos mal pero éramos muy jóvenes y no podíamos cuidar a dos niños. —Dice él.

— Podríais habernos dejado cuando nacimos, así no nos acordaríamos de la basura que sois —Me acerco a él— pero no, los dos preferisteis hacerlo cuando teníamos seis años, cuando estábamos acostumbrados a vivir con nuestros padres.

— Jesús, me dolió abandonaros. —Asegura ella.

— ¿Enserio te dolió señora? —Empiezo a reír— imagínate lo que nos dolió a nosotros darnos de boca con la realidad, una realidad en la que nuestros padres no nos querían.

— Os amábamos.

— ¿Amar? ¿De verdad sabes lo qué significa esa palabra? Quien ama no abandona, no deja a dos niños a su suerte, no deja que dos personitas con su sangre vivan el infierno que vivimos.

—  No teníamos trabajo, casi no había para comer ¡Entiende! —Exclama él.

— ¿Sabes? Con el paso del tiempo entendí el significado de la palabra padres —Me rio— padres son aquellos que se quitan el pan de la boca para dárselo a sus hijos, aquellos que luchan por un plato de comida, aquellos que sacan adelante a sus hijos sin importar nada.

Me alejo de ellos, pongo la mano en mi nuca y rio.

— Ahora que mi hermano está muerto queréis acercaros a mi ¿Por qué?

— Porque tú eres comprensivo, puedes entenderlos, Dani nos odia, no entraría a razones y desgraciadamente está muerto.

— No necesito nada de vosotros, nunca os he necesitado y nunca os necesitaré, la única madre que he conocido es la que me adoptó, la que me quiso sacar de toda la mierda en la que me metí con mi hermano, esa es mi madre, no tú, tú eres tan basura como este hombre.

Camino hacía el coche, ella agarra mi brazo y la miro.

—  Podemos intentar conocernos. —Suplica ella.

— No quiero conoceros, solamente quería desahogarme y lo he hecho, aunque ambos os merecíais unas palabras peores pero no me voy a rebajar a vuestro nivel, espero que algún día podáis perdonaros a vosotros mismos y no andéis buscándome para sentir menos culpa.

Subo al coche y me marcho, no puedo evitar llorar, el encuentro tan esperado durante gran parte de mi vida ha sido una mierda pero me he desahogado y me siento mucho mejor.

NARRANDO LEDRA.

Camino por las calles, mi móvil suena un par de veces pero lo ignoro completamente, termino volviendo al hotel, Daniel está sentado en las escaleras, cuando me ve se levanta deprisa.

— ¿Qué haces?

— Esperándote, has estado tres horas fuera, me estaba preocupando.

— Llevo varias semanas aquí, no te preocupes por mi y preocúpate por ti.

—  Sigues enfadada.

— No, no estoy enfadada.

— Entonces deja de hablarme como si quisieras matarme.

— Que exagerado.

— Hemos superado cosas horribles,  dime que esto no acabará con lo que tenemos —Suspiro— por favor.

— He soportado cualquier cosa Dani ¿Pero esto? Me duele.

— Entiendo, no debí decírtelo así.

— No, debiste decírmelo antes, mucho antes.

— Claro, cuando te conocí debí decirte que aparte de narco, gilipollas y loco, no quería tener hijos.

— No, debiste decírmelo cuando me hablaste de nuestra vida juntos, yo me la imagino fuera de toda la mierda, llena de felicidad.

— Para ser felices no necesitamos hijos Ledra.

— Yo siempre he querido tener hijos.

— Tú te has criado en un bonito hogar, yo no.

Suspiro, entro en el ascensor, él entra detrás de mi y me quedo en silencio.

— Lo siento. —Suspira.

— Déjalo Dani.

— Joder, debes aceptarlo, no quiero tener hijos y no quiero criar hijos.

— Vale.

— No quiero que volvamos a discutir por un tema que debería estar zanjado.

— ¿Zanjado? Dani, para mí este tema nunca estará zanjado ¿Entiendes?

— ¿Y qué quieres? ¿Qué tengamos un hijo? ¿Qué le diremos? Oh si, tu padre era un narcotraficante que se tuvo que hacer el muerto para poder estar con tu madre y no olvidemos que maté a Ezequiel.

— Tienes miedo, eso te ocurre.

— No tengo miedo ¡No quiero tener hijos! Quiero estar contigo, disfrutar de ti, no quiero tener que estar gran parte de mi vida criando bebés, porque después crecen y hacen preguntas, unas preguntas que no quiero responder. He tenido una puta vida de mierda, no quiero tener que contársela a mis hijos y sentir vergüenza de mi mismo.

— No tienes que sentir vergüenza Dani, es tu pasado.

— Estoy muerto para todos Ledra ¿Cómo quieres qué les diga a mis hijos qué si van al sitio donde su madre creció no pueden decir quién es su padre por qué pueden matarlos? ¿Acaso no piensas?

— ¡Yo no tengo la culpa de que tus padres te abandonaran, ni de que tu vida haya sido una mierda! —Desvía la mirada y asiente con la cabeza.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora