Capítulo 18.

15.4K 735 28
                                    

NARRANDO LEDRA.

Nos separamos por falta de oxigeno, todo se vuelve un poco más incómodo  para ambos. Me separo rápido, él pasa la mano por su nuca y me observa.

— Debo entrar. —Señalo mi puerta.

— Si y yo tengo que irme. —Dice nervioso.

—Nos vemos.

Asiente con la cabeza, termino entrando a mi casa, lo observo mientras él se pone el casco y se sube a la moto, me mira y seguidamente arranca. Cierro la puerta, siento que mi corazón va a estallar, es una sensación nueva, diferente para mi.

— ¿Qué horas son estas de llegar? —Dice mi madre y me asusta.

— Perdóname, me he entretenido con Alícia.

— Mañana tienes que levantarte muy temprano, deberías esperarte a los fines de semana para venir tan tarde. —Dice enfadada.

— Lo sé, no volverá a ocurrir.

— No la machaques más, venga hija, tienes la cena en el microondas. —Me dice mi padre.

Me da un beso, mis hermanos me siguen molestando como de costumbre, son idiotas, yo sigo un poco en otra planeta, no presto atención a nada.

NARRANDO DANIEL.

Mientras voy con la moto veo un coche detrás de mi, miro por el retrovisor y no consigo ver quien conduce, pongo la mano en mi espalda para sacar la pistola, me detengo a un lado de la carretera y el coche hace lo mismo, apunto al conductor que resulta ser mi hermano.

— Hey, hey, soy yo, baja eso. —Dice Jesús.

— Pensaba que me estaban siguiendo. —Digo aliviado.

— Eso hacía ¿Dónde has estado? —Pregunta.

— Por ahí. —Respondo.

— Conseguí el dinero —Me lo enseña.

— Genial —Me rio.

— Habíamos quedado para ir a por mercancía, Ezequiel me ha llamado cien veces. —Se queja Jesús.

— Me la suda ese gilipollas, que no espere que esté a su disposición cada vez que le apetezca.

— Aún tenemos mercancía, no mucha pero tenemos.

— Cuando llame le dices que ya lo llamaremos cuando queramos algo. — digo serio.

— Lo haré.

Me mira fijamente, seguidamente empiezo a reír, él alza la ceja y ríe también.

— ¿Quién era esa niñita? —Pregunta riendo.

— Que te importa. —Me rio.

— Me importa porque es la primera vez en toda tu vida que has obedecido a alguien que intentaba tranquilizarte. —Alzo la ceja.

— Déjate de tonterías —Reímos.

De repente escuchamos un disparo a lo lejos, ambos nos cubrimos detrás del coche, empiezan a dispararnos, no sabemos bien quién pero lo hacen, nosotros también lo hacemos, nos cubrimos las espaldas.

— ¡Mataré a quien está intentando matarnos! —Grito.

— Tenemos demasiados enemigos, puede ser cualquiera.

— ¡Entonces los mataré a todos!

Disparo, de repente se marchan, ambos esperamos unos minutos antes de salir, nos ponemos de espaldas uno contra el otro para cubrirnos. Jesús mira su coche, afortunadamente mi moto estaba detrás de el.

— ¡Mi puto coche! —Grita Jesús.

— Cuando averigüe quien ha hecho deberá esconderse hasta por debajo de las piedras! —Grito.

— Vámonos de aquí, ya mandaremos a alguien para que venga a por el coche.

Subimos a la moto, yo tengo una pequeña rozadura de bala en el hombro, cuando entramos nuestros padres adoptivos se ponen histéricos.

— Dios mío Daniel. —Se acerca nuestra madre adoptiva preocupada.

— Tranquilos, es solamente una rozadura. —Aseguro.

— ¡Estás sangrando! —Alza la voz.

— ¡No es la primera vez!

— Vamos, te curaré eso. —Me dice Jesús.

Entramos en mi habitación para no oírlos, él saca el botiquín, me quito la camiseta y me cura.

— No hemos podido hablar de esa niña. —Dice haciéndome reír.

— No hay nada que hablar —Aseguro.

— Ni siquiera yo soy capaz de detenerte en una pelea y llega ella, te habla, te detiene y agarras su mano para irte.  —Me mira con cara de pillín.

— Quería quedar bien con ella —Ríe.

— Vamos Dani, cuando te peleas te ciegas.

— Bah, que tontería —Reímos.

— Cuéntame ¿Cómo es? —Trago saliva.

— Es terca, irritante, gritona, muy pero muy mandona, una chula sin remedio, se pasa gran parte del tiempo insultándome, llamándome gilipollas ¿Te lo puedes creer? Ella a mi, no se, me río demasiado con ella. —Humedezco mis labios.

— Un momento —Alza la ceja— No has dicho absolutamente nada sobre su físico.

— ¿Y qué? —Pregunto.

— Oh Dios mío —Se ríe.

— ¿Qué? —Empiezo a reír a carcajadas.

— Te estás enamorando de ella.

— ¿Qué? —Sigo riendo— por supuesto que no.

— Si, estas enamorándote. —Ríe.

— Claro que no, no he dicho nada de su físico porque es evidente que es preciosa.

Él sigue riéndose, me levanto, me ayuda a colocarme una pequeña venda y le miro.

— No vuelvas a decir semejante tontería. —Digo serio.

— Vale, vale —Frunce el ceño— No lo haré.

Se marcha, me tumbo en la cama porque estoy demasiado cansado, miro al techo y empiezo a reír.

— Enamorarme yo, de esa preciosa y loca niñita mandona —Murmuro y sonrío— que locura.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora