Capítulo 8.

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NARRANDO DANIEL.

Me ponen las esposas, yo no me resisto, no es la primera vez que me hacen esto, me suben al coche y me quedo sentado esperando hasta que se resignan a llevarme a comisaría.

— Respóndeme. —Insiste el agente.

— Pasaba por allí cuando ocurrió todo esto.

— Daniel Oviedo, te conozco perfectamente, has sido detenido antes por distintas causas.

— Me alegra que me conozcas. —Digo sonriendo.

— Dime la verdad. —Golpea la mesa insistiendo.

— Te la estoy diciendo.

—No te creo.

— Problema tuyo. —Me encojo de hombros.

Me encojo de hombros, él se marcha y me deja solo en la sala de interrogaciones, afortunadamente tenía toda la mierda en el coche de Jesús y no pueden encontrarme nada.

NARRANDO LEDRA.

Mientras comemos llaman a mi madre, seguramente será del bufete de abogados, ella trabaja allí.

— Debo irme, me ha tocado ser la abogada de oficio de un chico. —Dice mi madre.

— Tranquila cariño, cosas del trabajo.

Nos da un beso, seguidamente se marcha, Matías y Lorenzo juegan a la play, me acerco a ellos y me siento a su lado

— ¿Qué pasa bruja? —Pregunta Lorenzo.

— Quería hablaros como vuestra hermana mayor que soy.

— Tampoco eres tan mayor, eres pesada, pero no mayor. —Dice Matías.

— Sabéis que están pasando droga en el instituto ¿Verdad? —Ambos me miran.

— ¿Te has sentado aquí para hablarnos sobre las drogas? Ya dimos una clase de eso hace días. —Añade Matías.

— Me preocupo por vosotros, aunque seáis irritantes sois mis hermanos y a esa vida es fácil entrar pero no salir.

— Si lo que te preocupa es que nos metamos droga tranquila, no lo tenemos pensado. —Asegura Lorenzo.

Asiento con la cabeza, me levanto y voy a mi habitación, Alícia me envía un pensaje invitándome a salir, quizás me siente bien.

NARRANDO DANIEL.

El agente vuelve para interrogarme, deja mi pistola encima de la mesa y lo observo frío.

— ¿Qué me puedes decir de esto? —Pregunta el agente.

— Que es una pistola. —Respondo frío.

— Deja de hacerte el gracioso, estás en serios problemas jovencito, si no colaboras no saldrás de aquí.

— Entonces que me preparen una celda.

— Puedes salir de esta mierda. —Me río.

— No estoy metido en ninguna mierda, no veas cosas donde no las hay.

De repente entra una mujer, ella entra con un maletín y se sienta a mi lado.

— Usted debe ser la abogada.

— Exacto, no debería estar hablando con él sin estar yo presente. —Dice ella.

— Es el protocolo.

— Siga hablando. —Añade.

— Este chico tiene antecedentes, peleas, conducción temeraria, drogas y ahora se le suma las armas.

— Todos tenemos una en ese barrio ¿Qué quería? —Pregunto.

— Déjeme a mi —La miro.

— Usted me recuerda a alguien.

— Estoy aquí para defenderle, deje las tonterías. —Dice fría.

Me llevan hasta el juzgado para hacerme un juicio rápido, parece que la justicia va a toda hostia cuando quiere. Hablo con el juez diciendo lo que dije al principio, que yo pasaba por allí.

— Admites que el arma es tuya. —Dice el juez.

— Si, en esos sitios se necesita protección.

— No tiene licencia de armas. —Acusa.

— Cierto. —Admito.

Apunta en un papel, la abogada me defiende como puede, no me siento mal, al contrario, he salvado a mi hermano y volvería a hacerlo.

— Bien, le dejo en libertad bajo fianza porque no hay pruebas de que usted participara en la pelea.

— Esta bien. —Le miro.

— Su fianza es de mil dos cientos euros.

Asiento con la cabeza, la abogada me permite llamar a mi familia para que lo paguen, aunque le avergüence pedir ayuda.

— Bueno Daniel, ya han pagado tu fianza. —Me informa la abogada.

— Le agradezco su ayuda.

NARRANDO LEDRA.

Me arreglo para salir con Alícia, justo antes de salir llega mi madre, se quita la chaqueta y suelta el maletín.

— ¿Un día duro? —Le pregunto a mi madre.

— El chico que me ha tocado tenía muchos antecedentes, ha sido complicado sacarlo de allí pero lo he conseguido. —Responde agotada.

— Eres la mejor mamá —Sonríe.

— ¿Vas a salir? —Me pregunta.

— Si, un rato con Alícia y Rosa. —Respondo.

— No llegues tarde. —Me advierte.

Le doy un beso, seguidamente me marcho con Alícia que me espera en el parque con Rosa, nos vamos a tomar algo como la mayoría de los días.

— Pues yo quiero un chico que merezca la pena, últimamente los novios que he tenido han sido unos idiotas. —Dice Rosa entre risas.

— Yo se lo dije a Alícia, quiero un amor que me consuma, que me vuelva loca, que me haga hacer cosas que no he hecho por nadie, un amor que convierta las horas en segundos, un amor real. —Digo sonriendo.

— Y yo le dije que si lo encuentra que me lo preste. —Reímos.

— Si claro —La empujo bromeando.

—La mayoría son unos idiotas. —Añade Rosa.

— Cierto —Digo bebiendo— unos idiotas.

Seguimos hablando hasta que oscurece y debo irme.

—  ¿Te acompaño? —Pregunta Alicia.

— No, está al lado y tú tienes que coger el autobús. —La abrazos

— Nos vemos mañana. —Se despide Rosa.

Camino, empieza a hacer frío y cruzo los brazos, debo pasar por calles oscuras para llegar a casa, presiento que alguien me persigue y eso me asusta, aligero el paso para llegar lo antes posible a una calle con luz.
De repente veo una luz, una moto se detiene a mi lado justo cuando llego a una farola que tiene luz. Es él, el chico que menos soporto de todos.

— Sube. —Lo miro alzando la ceja.

— ¿Qué? ¿Me lo estás diciendo en serio? No pienso subir a tu moto, no tienes ningún derecho a venir y decirme esto, no nos conocemos. —Frunzo el ceño.

— Que subas. — Insiste y niego  con la cabeza.

Baja de la moto, me asusto porque no sé cuáles son sus intenciones, de repente pasa el brazo por mis hombros y se acerca a mi oído.

— Un hombre te persigue, te estoy diciendo que subas a mi moto para protegerte. —Dice en mi oído.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora