Capítulo 68.

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NARRANDO JESÚS.

Todo se me viene encima, conozco a Dani, se que se volverá loco, me siento para intentar tranquilizarme.

— ¿Qué le has dicho? —Pregunto.

— Ellos vinieron diciendo que eran amigos vuestros, me preguntó cómo estaba y yo solo le dije que se había enamorado —Abro los ojos como platos.

— ¿Dijiste algún nombre?

— Nunca supe el nombre, solamente supe que él se había enamorado. Después empezaron a golpearme sin más, me decían que Daniel no cumplía sus trabajos y que lo hacía o nos mataban.

Muerdo mi labio con furia, golpeo el sofá y me levanto.

— No debiste hablar de ella, ni siquiera cuando te hablan como su fueran nuestros amigos ¡En este mundo nadie es amigo!

— Basta, no discutas con tu madre encima de que ha soportado la paliza de esos matones.

— Sabéis que Dani no reaccionará bien ¿Cómo quieres qué te se lo cuente? No tienes ni idea de lo enamorado que está de esa niña —Suspiro— se volverá loco ¡Y queréis arreglarlo con él!

NARRANDO DANIEL.

Amanece, cuando despierto veo a Ledra haciendo ella misma el desayuno, no me parece absurdo aunque haya servicio de habitaciones, nunca nadie se había tomado tantas molestias por mi. Esta con la música bastante alta, bailando como una loca, tiene mi camiseta puesta, un moño algo aunque varios mechones tapan su rostro.

— Guapa —Me mira y sonríe.

— Buenos días bello durmiente. —Me besa.

— Buenos días niña fresa ¿Me puedes decir por qué no has pedido el desayuno al servicio de habitaciones?

— He pedido los ingredientes, se cocinar y quería hacerte un buen desayuno —Me rio— Para que te chupes los dedos.

— Tengo hambre pero no quiero desayunar, quiero desayunarte. —Relamo mis labios.

— Que vicio tienes guapo.

— Vicio de ti, guapa.

Gatea por la cama hasta llegar a mis labios, empieza a besarme de una manera demasiado tentadora, agarro su cintura tumbándola encima de mi, de repente suena mi móvil.

— Jesús.

— Cuando llama es porque pasa algo.

LLAMADA TELEFÓNICA

— Hermano.

— ¿Qué pasa?

— ¿Has cumplido el trabajo qué te mandó Ezequiel?

— Me negué a hacer uno que me pedía para hoy.

— Lo ha pagado mamá. —Me incorporo en la cama.

— ¿Cómo?

— Le han dado una paliza, todo es porque no has hecho un trabajo —Frunzo el ceño furioso— los han amenazado de muerte.

— No tardo en ir.

CUELGO.

Me levanto, Ledra suspira, se levanta también y niego con la cabeza.

— Tú no te muevas de aquí.

— No voy a dejarte solo. —Pongo los ojos en blanco.

— Será peligroso.

— Dime que ha pasado.

— Mi madre ha pagado algo que debía pagar yo, pero nada que no vaya a solucionar.

— Dani.

— Te quedas aquí, estarás más segura si nadie sabe dónde estás.

— Tú correrás peligro.

— No me dejaré matar, volveré.  —Toco su barbilla.

Beso su frente, termina resignándose, se tumba en la cama, la observo, aunque quiero quedarme con ella no puedo, debo solucionar esto.

Me marcho, subo en la moto y me pongo en camino, horas después llego al refugio de Ezequiel, entro dando una patada a la puerta para romperla, todos sacan las pistolas y sin miedo me acerco a él.

— ¡Has tocado a mi madre! —Grito.

— Yo no, mis guardias si. —Confiesa.

— ¿¡Quién te crees qué eres!?  —Grito— ¡Eres un mierda y voy a matarte!

— Baja el tono Daniel —Agarro su cuello— eso solamente ha sido un aviso, debes cumplir con mis órdenes.

— ¡Todavía no ha nacido la persona qué me mande! ¿Me oyes?

— Bajando el tono —Agarra mis manos.

Saco la pistola, la coloco en su cabeza y le miro muy enfadado, dispuesto a acabar con su vida.

—  ¡No vuelvas a amenazarme!

— Advierto —Ríe.

— No eres nadie ¿Me oyes? Si yo quiero dejo esta mierda y te quedas con tus cuatro imbéciles.

Se aparta, camina hacía una libreta y saca una fotografía.

— Ledra Jones, una buena elección Daniel, aunque es una pena que una chica de tan buena familia se destroce la vida queriéndote a ti ¿No? —Ríe.

— No le hagas daño ¡Por qué juro qué te mato! —Le grito.

— Tú y yo podemos entendernos Daniel, pero no me hagas enfadar, puedo hacerle mucho daño a esta muñeca y no me gustaría.

Me agarran para que no lo mate, forcejeo con todos los guardias, él agarra mi cuello y me mira desafiante.

— La amas a ella más de lo que te amas a ti mismo Daniel y créeme, voy a aprovecharme mucho de tu amor por esa niña.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora